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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La “COVID incidental” limita la vuelta a la normalidad de los hospitales

7.200 personas infectadas por el SARS-CoV-2 están ingresadas en los hospitales españoles. La cifra ha crecido un 50% en el último mes –el 12 de abril había 4779 hospitalizados en plantas COVID-19– y la comunidad de Castilla y León está en riesgo alto con más del 10% de sus camas ocupadas. Sin embargo, no todos los pacientes hospitalizados que entran en la estadística han desarrollado una enfermedad grave por el virus, sino que están infectados pero su motivo de ingreso es otro. Es lo que los médicos han bautizado como “COVID incidental”.

El fenómeno ya se vio en la sexta ola, una vez que la población estuvo mayoritariamente vacunada, pero está agudizándose en la séptima y complica a los hospitales la vuelta a la normalidad. En una parte, porque obliga a aislar a los pacientes, a tener un cierto número de camas para infectados. En la otra, porque las infecciones eventuales están retrasando las operaciones programadas.

“Antes teníamos un 70% ingresados por COVID y un 30% con COVID y ahora es al revés. Recuerdo un señor que le dio un síncope en la calle, se rompió la ceja y dio positivo en coronavirus en los cribados que seguimos manteniendo. Su ingreso era por la caída pero se cuenta como COVID”, explica Pere Domingo, coordinador COVID del hospital Sant Pau de Barcelona, que admite que se mantiene el testeo de todo el que entra al centro por miedo a brotes originados en el interior, aunque ya no obliga la nueva estrategia.

Para Pedro Gullón, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, “es un jardín dificilísimo”. “Los incidentales tienen importancia en la organización asistencial, con gripe no hacen un cribado absoluto de todo el mundo y con COVID se sigue haciendo en muchos”, asegura el epidemiólogo.

Parte del “lío” del que hablan los salubristas y los sanitarios de hospitales tiene que ver con dónde encuadras al paciente. “Si una persona se ha roto una pierna y lo ingresas en la planta COVID, los traumatólogos tienen que irse a verlo a otro sitio. Se puede manejar, pero no es cómodo, altera la actividad”, indica Salvador Peiró, experto de la Fundación de Investigación Sanitaria Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio).

Cada hospital lo hace de la mejor manera: en Sant Pau –Barcelona–, por ejemplo, tienen varias salas COVID-19 distribuidas en diferentes plantas. Los graves están en la unidad de respiratorio o de medicina interna; los indicentales se quedan en lo que llaman “sala mixta”. “De la misma manera que la COVID se va a quedar también lo harán estas camas, en mayor o menor medida según estemos”, pronostica Domingo. “Me aventuraría a decir que en los próximos años vamos a tener que asignar recursos a esto. Son un buen número de camas y esa realidad no la vamos a poder dejar”, apunta Yvelise Barrios, miembro de la Sociedad Española de Inmunología, que desarrolla su actividad en el hospital universitario de Canarias.

Los datos se desglosarán pronto

Para Peiró, los datos que Sanidad ofrece dos veces a la semana “magnifican la gravedad de la COVID-19 y esto, con el aumento de la transmisión, puede llevar a tomar decisiones pensando que la situación está peor de lo que está”. El epidemiólogo advierte que separar en dos grupos a los pacientes, de cara a las estadísticas, tiene sus dificultades. “Llegar a una definición operativa es complicado. Se puede hacer por juicio clínico, pero a veces tienes casos que no están ingresados por coronavirus pero la infección complica su cuadro”, desarrolla.

Solo la Comunidad de Madrid desglosa estos datos en su seguimiento semanal. El 50,8% de los ingresados en centros madrileños han desarrollado un coronavirus grave; la otra mitad simplemente ha dado positivo en la PCR que se suele hacer a la entrada del hospital, según el último informe de la Consejería de Sanidad. El resto de territorios no hacen esta distinción, pero el Ministerio de Sanidad está negociando con las comunidades el desglose de las cifras para dar una imagen más fidedigna de la situación, según confirman fuentes del equipo que dirige Carolina Darias.

La otra cuestión que trastoca esta COVID incidental son las intervenciones quirúrgicas. No es un daño colateral menor en un momento de pico en las listas de espera. Según los últimos datos, de diciembre de 2021, hay más pacientes que nunca esperando.

El criterio varía en función de la comunidad, del hospital e incluso del propio médico o médica. No está escrito en ningún sitio que un test positivo conlleve ahora necesariamente la suspensión de una cirugía programada –en las urgentes no se plantea– pero se hace en algunos casos. En Castilla y León, por ejemplo, las intervenciones se aplazan automáticamente ante un positivo, informa Alba Camazón. La sanidad gallega también procede a retrasar las operaciones en estos casos, aunque la situación puede variar en función del paciente, informa Beatriz Muñoz. Mientras en la Comunidad de Madrid la casuística es más amplia. “El protocolo contempla una valoración individualizada, hay cirugías que son prioritarias y es el clínico quien valora el momento idóneo”, indica un portavoz de la Consejería de Sanidad.

“Suspender es un lío. Si lo haces con tiempo te da margen para reprogramar pero si la prueba se hace el mismo día o un día antes tal vez no puedes recolocar para usar el quirófano con otro paciente y pierdes productividad”, expresa Salvador Peiró, que asegura que cada vez “se opera más con COVID incidental” por este motivo. En urgencias, no se da este dilema: las operaciones que llegan por esta vía se hacen todas.

La Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (FACME) considera que un test positivo no debe ser “necesariamente un motivo de aplazamiento de la cirugía”. Apuesta por una valoración individualizada de cada caso, pero advierte que la “prioridad quirúrgica es el factor de decisión primordial”. La agrupación de sociedades médicas considera, además, que ha llegado el momento de terminar con los cribados masivos, algo que no terminan de ver claro en muchos hospitales.