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La crisis climática llega a los grifos de media España

Raúl Rejón

1 de febrero de 2024 22:29 h

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Catalunya acaba de decretar la emergencia por la falta de agua. Seis millones de personas afrontan restricciones. En Andalucía, las medidas por la escasez afectan a más de cuatro millones de ciudadanos. Ambos casos ilustran la realidad que la crisis climática depara para España: hay menos agua para satisfacer una demanda que se ha vuelto tan intensiva que es cada vez más difícil de atender.

Desde luego, la sequía en Catalunya y Andalucía está marcando hitos históricos por su gravedad. Lo demuestra el hecho de se tomaran también medidas con pocos precedentes. Ambos gobiernos autonómicos han activado restricciones de algún tipo para los grifos de las casas, algo sumamente inusual porque la Ley de Aguas deja claro cuál es el orden de preferencia a la hora de usarla: la prioridad número uno es “el abastecimiento a la población”. Es lo último que se toca cuando escasean los recursos hídricos.

“Las olas de calor y las sequías son los dos riesgos meteorológicos y climáticos más importantes para el sur de Europa, incluida buena parte de España, ya en la actualidad y, más aún, en las próximas décadas” recordaba a elDiario.es el catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, Javier Martín Vide, para explicar cómo había crecido el riesgo de megasequía en el continente.

De hecho, el desplome de las precipitaciones en 2023 fue uno de los diez desastres climáticos más costosos del año en el mundo, según el análisis anual de la organización Christian Aid, que calculó un perjuicio de 50 euros por cada habitante debido a la sequía que en el mes de abril ya era fuerte.

“La sequía es la manifestación aguda de un desafío crónico”, recuerda Gonzalo de la Cámara, director del Center for Water & Climate Adaptation de IE University. “El descenso de las precipitaciones es un fenómeno coyuntural muy importante y más con la evidencia científica de que el cambio climático hace que las sequías ya sean más frecuentes, intensas y rápidas. Y, desde luego, este episodio es muy relevante, pero no debería desviar la atención de lo crónico: la escasez de agua en las cuencas mediterráneas, en el golfo de Cádiz, y los archipiélagos”. La escasez es la falta de recurso para satisfacer las demandas aceptadas.

Al inicio de febrero de 2024, los embalses de las Cuencas Internas de Catalunya están al 15,75% de su capacidad. Casi toda la demarcación está en estado de excepcionalidad, preemergencia o emergencia por escasez.

En Andalucía, los embalses del Guadalquivir contienen el 21% de su total. Prácticamente toda la demarcación presenta un estado de emergencia por escasez. Los de la Guadalete-Barbate almacenan el 14,6% y su territorio está en escasez severa o grave, según los informes de la Junta de Andalucía.

En las Cuencas Mediterráneas Andaluzas disponen del 18.3% del total. Allí, desde Campo de Gibraltar a Granada presentan escasez grave. En los de la demarcación del Tinto-Odiel-Piedras llegan al 70%, pero, aún así, casi todos sus sistemas presentan escasez severa o grave para atender al consumo.

Las restricciones más llamativas son las que imponen límites al consumo urbano de los hogares. En Catalunya se reducirá la dotación de agua a 200 litros por habitante y día (la dotación es la cantidad de agua que se pone a disposición del sistema). En algunos municipios se reduce la presión del grifo, lo que hace que salga menos líquido.

En Andalucía hay restricciones de abastecimiento en casi todas las provincias. Se baja la presión o se corta el suministro por franjas horarias y se ha prohibido el consumo humano por el mal estado del agua que quedaba en los embalses exprimidos como en el norte de Córdoba o Almería.

Con todo, el consumo de agua urbano en España está, de promedio, en los 133 litros por persona y día. 122 si se miran las áreas metropolitanas. “Es uno de los mejores datos a nivel europeo y también muy bueno a nivel mundial”, explica De la Cámara.

El economista no cree que “ahí esté el desafío. Aunque tengamos, por responsabilidad, que transmitir un mensaje de ahorro en casa, es muchísimo más importante que se tome conciencia de que la responsabilidad sobre el consumo de agua va mucho más allá de abrir el grifo y tirar de la cadena sino con todo nuestro modelo de desarrollo o con nuestro sistema de alimentación”. Y remata: “Es muy chocante” restringir el suministro al 80% de la población de Catalunya, “pero es una parte ínfima de las extracciones de agua. Lo crucial es enfocarse en el recurso hídrico en el territorio donde el gran desafío pendiente va a ser la agricultura”.

El catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla, Leandro Moral, ve “paralelismos” entre Catalunya y Andalucía en “una sequía superpuesta a una sobreexplotación, con el cambio climático sobrevolando”. Pero también diferencias: “En Andalucía hay una diversidad de cuencas diversas, descoordinadas muchas veces y sin unidad de criterios”.

El investigador añade que en Catalunya cuentan con un plan de sequía más sólido frente a una planificación “muy reciente y sin rodar” en las cuencas propias de Andalucía. Y no se le escapa que “más de la mitad del territorio andaluz está gestionado por la Confederación del Guadalquivir del Ministerio de Transición Ecológica y eso crea en ocasiones tensiones entre administraciones con la Junta”.

En estos momentos de sequía y escasez, también se han puesto en marcha, desde hace tiempo, recortes de suministro a los regadíos. Hasta un 50% en el Tinto-Odiel-Piedras, o un 88% en el Guadalquivir, ambos en una potencia agrícola como es Andalucía.

Pero el problema viene del consumo intensivo y sostenido de agua en épocas de normalidad que exprimen las reservas temporada tras temporada. Una revisión de la Comisión Europea por cuencas fluviales avisaba de que el índice de explotación hídrica (WEI+) del Guadalquivir estaba en el 45% mientras que en la cuenca del Guadalete-Barbate se situaba por encima del 20%. Otros cálculos para las Cuencas Mediterráneas situaban ese WEI+ en más del 50%.

Si este índice –que mide la extracción total anual de agua dulce respecto del promedio anual de agua disponible a largo plazo– está por encima del 20% se considera que hay estrés hídrico y se dan las condiciones para la escasez, según informa la Agencia Europea del Medio Ambiente. Si está más allá del 40% “indica que el estrés es severo y el uso del agua es insostenible”.

Los planes hidrológicos más recientes admiten que, por ejemplo, en la demarcación del Guadalquivir hay un desfase entre las dotaciones y los recursos de 200 hm3. En las cuencas mediterráneas llega a 183 hm3.

Y en esas condiciones, cuando llega la falta de lluvias, agravan la situación en un sistema ya estresado. Como indica la experta Nuria Hernández Mora: “No hay margen. Y la mejor gestión de la sequía se hace aplicando prudencia en momentos de normalidad”. “Con todo, la actual situación está siendo incluso más grave de lo previsto por quienes llevamos desde hace años advirtiendo”, indica Leandro Moral.