El impacto de la crisis del coronavirus en España ha desatado un incremento de la mortalidad sin precedentes en las últimas décadas. La cifra de fallecimientos registrada el pasado mes de marzo, cuando estalló la pandemia en nuestro país, es la mayor desde 1975, según las estadísticas del Sistema de Monitorización de la Mortalidad (MoMo), del Centro Nacional de Epidemiología, y el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Solo este mes se han anotado 48.806 fallecimientos, un 23% más que el siguiente peor marzo (el de 2018) de estos últimos 45 años. Si analizamos toda la serie temporal, este marzo de 2020 es el segundo mes con más decesos desde 1975, solo por detrás de enero de 2017. Eso en términos absolutos. Si ajustamos por número de población, han sido 1.036 decesos por cada millón de habitantes, lo que lo convertiría en el cuarto mes más letal en casi medio siglo. La serie abarca hasta 1975 porque hasta allí llegan los datos comparables; más allá hay cambios de criterio.
Por comunidades autónomas, en Madrid, Castilla-La Mancha y Navarra el coronavirus ha convertido el mes pasado en el más mortal desde 1975. Estas comunidades son tres de las más castigadas por el brote que ha obligado al confinamiento generalizado a partir del 15 de marzo. En esa fecha los muertos sumaban en España 288 y los contagiados, 7.753. Cuatro semanas después esas cifras han trepado a 17.209 y 87.231, respectivamente.
En términos absolutos, la variación con respecto al siguiente mes con más fallecimientos (enero de 2017) es del 12% en Navarra, donde han muerto 772 personas. En Madrid el incremento es muy acusado: los 9.427 fallecidos del pasado mes de marzo suponen una escalada del 76% respecto al registro de enero de 2015, el segundo más mortal. Por su parte, Castilla-La Mancha contabiliza 3.735 decesos, una cifra un 53% superior a la de enero de 2005, la más alta hasta ahora.
Casi todos los meses del listado histórico con más mortalidad son enero y febrero: el exceso anual está relacionado con la epidemia invernal de gripe común. “En el año 2009, con la gripe A, se perfeccionó el diagnóstico, que hasta entonces era clínico, y se pasó a hacer pruebas PCR. Desde entonces sabemos con aun más certeza la mortalidad tan elevada que provoca la gripe. Pero no solo por los datos: los centros se colapsan y muchos eneros los velatorios tienen listas de espera de 3 ó 4 días para los entierros”, explica Benito Almirante, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas.
¿Por qué no nos confinamos entonces todos los eneros, para evitar brotes y cifras así? “Porque para la gripe existe vacuna”, responde Almirante, que también es jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. “La gripe común también es muy contagiosa, pero la vacuna protege a a grupos de riesgo, a sanitarios y a otros trabajadores esenciales. Si no tuviéramos vacuna, y a no ser que por alguna mutación el virus se atenuara, estaríamos cada año igual. Y con 3 ó 4 veces más mortalidad”. La epidemia de este año de gripe tuvo su pico en la primera de semana de febrero: “Si se hubiese juntado más claramente con el estallido de COVID-19, el panorama hubiese sido aun más terrorífico”.
Los registros del INE, que contabiliza las muertes mensuales hasta junio de 2019 (solo son definitivos hasta 2018), y del MoMo, que lo hace hasta la actualidad, permiten trazar parte de la dimensión de la epidemia. Hay que tener en cuenta, además, que los datos a partir de 2019 están infraestimados porque solo incluyen al 93% de la población y pueden arrastrar retrasos en la notificación, por lo que el exceso de muertes se agrandará.
El marzo más mortal desde 1975
Si nos fijamos solo en los meses de marzo de toda la serie temporal, el de 2020 ha sido el más mortal en España desde 1975. A Madrid, Castilla-La Mancha y Navarra se suman Euskadi, Castilla y León, Catalunya, La Rioja, la Comunidad Valenciana y Extremadura como el grupo con mayor número de muertes este marzo de todos los anteriores. Tanto en términos absolutos como ajustado por población. Son territorios en los que la pandemia ha impactado con enorme virulencia, o donde estalló antes, como en Euskadi. En muchas, además, ha golpeado especialmente el drama de los fallecimientos masivos en residencias de ancianos.
Los picos en estas seis comunidades, si comparamos números absolutos, son claros: en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, la escalada con respecto al siguiente mes de marzo más mortal es del 119%. Le siguen Castilla-La Mancha (101%), Navarra (32%) y Castilla y León, donde han perdido la vida 3.347 personas en el tercer mes del año, un 21% más. Tanto en Catalunya como en Euskadi la variación se sitúa en el 12% en comparación con el segundo marzo con más fallecimientos desde 1975. Y en La Rioja, Extremadura y Valencia no llega al 10%.
Hay que tener en cuenta que en algunos territorios, como La Rioja o Castilla y León, las cifras están más infraestimadas que en el resto porque cuentan con menos registros informatizados, por lo que los picos pueden ser aún mayores. Estas dos comunidades son, con Madrid, Castilla-La Mancha y Navarra, las que ocupan los cinco primeros puestos del ránking de casos con coronavirus por cada 100.000 habitantes.
Las diferencias en el impacto mortal de la emergencia sanitaria son palpables. Las cifras en varios territorios permanecen prácticamente iguales, e incluso por debajo, respecto a otros marzos de años anteriores. Por ejemplo, en Andalucía han muerto 6.680 personas, 200 menos que en el mismo mes de 2012. En lugares como Cantabria, Aragón o Canarias las cifras también son menores a las de otros meses de marzo de estos 45 años. Se trata de territorios en los que el coronavirus registra datos de contagios inferiores a otras autonomías.
Otro marzo que también entra entre los más mortales de la historia reciente es el de de 2012, y coincide, según los informes del Instituto de Salud Carlos III, con una epidemia de la gripe especialmente tardía aquella temporada. El único mes, en general, que supera a marzo de 2020 desde 1975 fue ese enero de 2017, y, recuerda Almirante, se debió, de nuevo, a la vacuna. La de aquel año no resultó tan efectiva como otros. La vacuna de la gripe se cambia anualmente y se elabora cogiendo muestras de la cepa anterior y de la que ha circulado por el hemisferio sur: “No siempre se consigue al 100%, y la de la temporada 2016-2017 no cubría todo el virus”.
Los análisis necesitan tiempo
Ya la semana pasada el MoMo, que bebe de los datos de los registros civiles, constató un incremento del 47% de fallecimientos entre el 17 de marzo y el 4 de abril en comparación con la media de la última década en el mismo periodo del año. No obstante, los analistas llaman a la cautela porque, aunque ese exceso indica que hay más muertes con coronavirus de las que registra oficialmente el Ministerio de Sanidad –17.489 desde el inicio de la pandemia–, aún es pronto para saber exactamente qué parte es achacable directamente a la COVID-19. Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS) explicaba a eldiario.es que una infrarrepresentación de la mortalidad mientras una epidemia está activa es “lo más frecuente. Sucede cada año con la gripe común”.
Una proyección ahora sería “prematura. Más con mucha gente que trabaja en casa, de baja…”, decía Hernández, que también fue director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad de 2008 a 2011. Según Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología, en mayo, pasado el pico, se podrán tener conclusiones más claras. Se contará entonces con más documentación, se conocerán las muertes “indirectas” –por ejemplo, personas con problemas cardíacos que retrasaron ir al médico– y se calculará el “defecto de muertes” –porque ha habido menos accidentes laborales o de tráfico– . También en el futuro se comprobará si por ejemplo en junio hay menos defunciones que la media porque para algunas personas con poca esperanza de vida la COVID-19 se la ha precipitado.
Una valoración global y detallada llegará cuando concluya 2020. Aunque a falta de ese cómputo, una diferencia evidente respecto a otros años es que habrá dos meses en los que se acumulen las muertes, no solo enero o febrero. De hecho, enero de 2020 fue ya el decimotercer mes más letal desde 1975. Porque en todo caso y pendientes de todos los matices, aclara Benito Almirante, “con casi seguridad habrá un exceso de muerte significativo: todo esto que estamos viviendo no es una fotografía que nos hayamos inventado, la mortalidad está muy por encima de lo razonable”.