El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) creará un “comité de seguridad en la investigación”, un paso decisivo para hacer frente a “los riesgos derivados del escenario geopolítico actual” y proteger a sus científicos y sus investigaciones del espionaje.
Según ha podido saber elDiario.es, el CSIC trabaja en la creación de este órgano, siguiendo las recomendaciones del Consejo Europeo y en línea con las directrices marcadas por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Una vez constituido, en las próximas semanas, este comité será el encargado de redactar los protocolos de actuación que eviten que los resultados científicos de sus equipos sean sustraídos por países competidores y utilizados indebidamente contra la seguridad europea.
Esta medida se enmarca dentro del movimiento para asegurar la “autonomía estratégica europea” y sigue las recomendaciones lanzadas por el Consejo para “abordar los riesgos para la seguridad de la investigación derivados de la cooperación internacional”. “No debemos ser ingenuos”, advertía el político Willy Borsus durante la presidencia de turno belga el pasado mes de mayo. “La comunidad científica necesita orientación sin demora”.
No debemos ser ingenuos. La comunidad científica necesita orientación sin demora
Aunque los documentos oficiales hablan genéricamente del “cambiante contexto geopolítico”, la amenaza encima de la mesa es la injerencia de países como Rusia y China, a raíz de la invasión de Ucrania en 2022 y los nuevos alineamientos estratégicos globales. En sus recomendaciones, la UE advierte de que los investigadores “pueden ser objeto de ataques para obtener conocimientos y tecnología de última generación, a veces utilizando métodos engañosos y encubiertos, o mediante robo o coerción, pero más a menudo explotando una cooperación académica internacional aparentemente genuina”.
Sospechas sobre las instituciones chinas
Estas recomendaciones se producen en un contexto de fuertes sospechas de que el gobierno chino utiliza el mundo académico, a través de organismos como el Consejo de Becas de China (CSC), para infiltrar espías y obtener información crucial. El portal de información Politico advertía recientemente de que un grupo de universidades chinas con vínculos militares, conocidas como los “Siete Hijos de la Defensa Nacional”, están involucradas en proyectos de investigación financiados por la Unión Europea. Al mismo tiempo, se han descubierto otras acciones en el ámbito de la empresa, como la reciente detención de tres ciudadanos de nacionalidad china en Alemania, acusados de una “exportación ilegal” de un tipo de láser alemán con posibles usos civiles y militares.
El lema de la iniciativa es “Tan abierto como sea posible, tan cerrado como sea necesario”
La Comisión Europea cita estas “amenazas diversas, impredecibles y, a menudo, híbridas” y el hecho de que “algunos de los competidores de la Unión están mejorando cada vez más sus capacidades a este respecto o persiguiendo activamente estrategias de fusión civil-militar”, en una clara alusión a situaciones como las anteriores. Al mismo tiempo, y conscientes de que no se pueden cortar las relaciones con un país con tantos recursos como China, las autoridades europeas llaman al equilibrio mediante un lema sencillo respecto a los intercambios y colaboraciones científicas: “Tan abierto como sea posible, tan cerrado como sea necesario”.
Diez áreas sensibles
El nuevo “comité de seguridad en la investigación” del CSIC deberá materializar las medidas y recomendaciones que sus investigadores deben adoptar para evitar el riesgo de que estos conocimientos se utilicen, en palabras del Consejo Europeo, “para reforzar las capacidades militares y los servicios de inteligencia de estos países, afectando a la seguridad de la Unión y sus Estados miembros”.
Las recomendaciones deberán dar prioridad a las diez áreas sensibles en las que la vigilancia debe extremarse, entre las que destacan especialmente las tecnologías avanzadas de semiconductores (que afectan a la fabricación de microprocesadores), la inteligencia artificial, las tecnologías cuánticas y la biotecnología. Las otras seis áreas sensibles son las tecnologías digitales, los sensores, los programas aeroespaciales, la energía, la robótica y los nuevos materiales.
Las áreas más sensibles son las tecnologías avanzadas de semiconductores, la inteligencia artificial, las tecnologías cuánticas y la biotecnología
Algunas instituciones, como el CNRS —el equivalente al CSIC en Francia— llevan años protegiendo sus investigaciones a través de un programa de protección (Protection du Potentiel Scientifique et Technique, PPST), que ahora puede servir de modelo a otros países europeos. La empresa alemana DLR Projektträger ofrece una guía para mejorar la seguridad de la cooperación internacional en materia de investigación y el Instituto Australiano de Política Estratégica ha desarrollado un Rastreador de Universidades de Defensa de China que es ampliamente utilizado por las universidades para decidir sobre colaboraciones en investigación.
Un riesgo infraestimado
Claudio Feijóo, catedrático y director para Asia de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que ha trabajado en China entre 2014 y 2020, cree que las instituciones deben establecer un filtro que funcione como un semáforo, en el que haya áreas rojas (materias de gran sensibilidad), ámbar (tecnologías que podían ser duales) y verdes (como la colaboración en asuntos de medio ambiente). “El gran problema de nuestro tiempo, según aumentan los conflictos y el mundo se hace más multipolar, es que cualquier cosa puede ser dual”, explica a elDiario.es. Por eso cree que lo inteligente es analizar caso por caso sin cortar del todo los hilos. “En un mundo que se complica, es inteligente mantener conexiones aunque haya que tolerar un cierto nivel de riesgo”, sentencia.
Durante mucho tiempo hemos infraestimado los riesgos de la colaboración científica y tecnológica con China
Mario Esteban, investigador principal del Real Instituto Elcano y director del Centro de Estudios de Asia Oriental de la UAM, también cree que hay riesgos, pero que tener en cuenta que no tener ninguna colaboración científica con China es igualmente arriesgado. “La solución pasa por hacer un chequeo más personalizado de con quién estás colaborando, porque, si no, es como matar moscas a cañonazos”, asegura. Ahora bien, admite, “es verdad que durante mucho tiempo hemos infraestimado los riesgos de la colaboración científica y tecnológica con China en algunas áreas; solo se ha valorado si para instituciones concretas había un beneficio particular, sin plantearse qué implicaciones podría tener esto, y eso es lo que hay que evitar”.