Jaisalmer de Frutos (Madrid, 1990) fue la segunda mejor estudiante de Psicología de su promoción, allá por 2014. Acaba de ser reconocida como tal por el Ministerio de Educación con el Segundo Premio Nacional de Fin de Carrera que ahora, más allá de la dotación económica, 2.600 euros que nunca sobran, de poco le sirve. Quiere quedarse en España una vez termine el doctorado que está cursando, emplear su talento en investigar aquí. Pero no tiene claro que vaya a poder. Por las facilidades encontradas no va a ser.
De Frutos tiene uno de los mejores expedientes de España en lo suyo. “En cualquier otro país harían por retenerte con este expediente, pero yo tengo que pelear por quedarme, todo son complicaciones”, lamenta. “Si no hubiera hecho yo el esfuerzo, no estaría aquí”, remata, e ilustra la situación de los universitarios más talentosos del país y la comparación con el tratamiento que reciben en otros con un ejemplo.
“En 2015 me seleccionaron para un programa llamado Jóvenes Líderes Iberoamericanos, de la Fundación Carolina. Tras el proceso de selección, salí elegida, una entre 50 personas de toda Latinoamérica, España y Portugal”, expone. “El resto de 'líderes' estaban bien contratados en universidades de sus países o grandes multinacionales, no querían perderlos. Y hablamos de países en vías de desarrollo. Cuatro de los seis españoles que estábamos allí estábamos en el paro”.
El problema no es irse, es no volver
El suyo es un caso entre muchos. Jóvenes universitarios con talento que no encuentran la manera de desarrollar una carrera decente en una España que ha creado un cuello de botella bestial para los jóvenes investigadores, que en muchas ocasiones se ven abocados a buscarse la vida en el extranjero.
Esto no es un problema por sí mismo, matizan muchos jóvenes investigadores. La carrera investigadora y el perfil y conocimientos del investigador se enriquecen realizando estancias en el extranjero. El problema de irse es no poder volver porque no hay donde volver.
Es en parte la preocupación de De Frutos. Ella no quiere necesariamente salir del país cuando concluya el doctorado, cuenta, pero quizá no le quede otra. “Me siento valorada en mi grupo de investigación, tengo sitio y mucho trabajo por hacer, pero los grupos no deciden a quién contratan”, explica.
A dos años vista de concluir el doctorado, que realiza a caballo entre la Universidad Autónoma de Madrid, la Poltécnica de Madrid y la Edith Cowan University de Perth (Australia), el futuro solo son incertidumbres para esta joven investigadora.
“La carrera académica en España es muy difícil, no sé si seguiré aquí”, expone. “Si lo acabo en Australia como pretendo, terminaré el doctorado en verano de 2020. Tendría que esperar a enero para pedir una plaza de investigadora a través del programa Juan de la Cierva [la opción más habitual para este tipo de perfil] y luego un año más hasta que se resuelva la convocatoria [ya sería año y medio sin ingresos]. Y si me la dieran, que es muy difícil porque en se dan cuatro o cinco plazas para el área de Psicología, tendría un sueldo inferior al que tengo ahora con la beca de La Caixa”, describe sus perspectivas de futuro.
“Lo más probable es que me vaya”
O sea, un año y medio en el que se tendría que buscar la vida para acabar ganando menos que siendo estudiante. “No descarto irme. De hecho, creo que es lo más probable, pero me da pena por mi grupo de investigación”, resume.
De Frutos tiene actualmente una beca de la entidad privada, que está mejor dotada que las del Ministerio de Educación. Al menos para esa ayuda no aporta nada tener un Premio Nacional como ella. Si hubiera pedido una beca pública, de Formación de Profesorado Universitario (FPU) o de Formación de Personal Investigador (FPI), y como Educación entrega los premios con cuatro años de retraso (de hecho, el suyo es de la promoción 2013-2014, los de la anterior aún no se han entregado) no habría podido disfrutar de una de las pocas ventajas que otorga el galardón del ministerio: décimas de punto para la convocatoria de la beca. Porque las bases mismas de la convocatoria lo impiden, imponiendo un tiempo máximo desde que uno se licencia para solicitar la beca que es inferior a estos cuatro años y porque aunque no fuera así nadie espera cuatro años desde que se gradúa para hacer el doctorado, al menos nadie de este perfil.
¿Se siente valorada? “En absoluto. Somos un número más”, responde. “Cuando me surgió la posibilidad de irme a Australia [como parte de su doctorado] surgieron problemas por la incompatibilidad de becas y me pusieron muchísimas dificultades administrativas”.
¿Qué perspectivas tiene a medio plazo? “Como investigadora no puedes optar a contratos estables”, responde. “Pasas un tiempo con contratos de uno o dos años hasta que, si tienes suerte y mucha productividad puedes conseguir algo de cuatro o cinco años, pero ya cuando rondas los 35-40”, cuenta. “Lo que hace mucha gente durante ese tiempo, y no descarto yo, es dar clases en universidades privadas, que tampoco te contratan, te pagan por hora de docencia. Consigues dinero de donde puedes y luego te repartes las horas”, explica. Siempre contando horas, meses, años, sumando contratos.
Por último, De Frutos lamenta que las propias universidades no se preocupan por detectar y fomentar el talento en sus aulas. “Yo me enteré de que era la primera de mi promoción en la UAM porque para hacer un máster necesitaba un certificado y lo ponía ahí, pero nadie me dijo nada”, explica. “Y este tipo de cosas dan puntos para becas. El Premio Nacional, porque sabía que existía y estaba pendiente, si tengo que esperar a que alguien me diga algo no lo pido”, cuenta.
Porque los Premios Nacionales no se entregan de oficio, los tiene que pedir cada estudiante. “Tengo una amiga que no se enteró de la convocatoria y resulta que tiene mejor expediente que la persona que sacó el Premio Nacional de su carrera. A lo mejor había alguien más con mejor expediente que yo también”, observa.
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*Este artículo ha sido editado. Jaisalmer de Frutos no fue la primera de su promoción de Psicología, como se había escrito, fue la segunda. El Primer Premio, y por tanto mejor expediente de la promoción 2013-14, fue para Zaida María Callejón Ruiz, de la Universidad de Almería.