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Nosotras, las impostoras

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¿Cómo vas?

Qué fácil es sentirse una impostora cuando eres una mujer. Qué fácil es pedirnos que seamos valientes, que hablemos, que nos atrevamos, que nos expongamos, que escribamos, que opinemos, que salgamos ahí fuera. Y qué difícil, sin embargo, parece entender que, cuando lo hacemos, pagamos un precio.

En las últimas semanas he recibido varias oleadas de odio en redes (pasa de vez en cuando). Podría llenar esta newsletter solo con algunos de los comentarios que me han hecho, pero por ponerte algunos ejemplos recurrentes: “zorra”, “menuda hija de puta eres, Ana, pobre del que se atreva a ser tu pareja”, “mal follada”, “le puedes comer los huevos a Rafael Nadal”, “eres una furcia mediática y lo demuestras diariamente”, “ajústate bien las rodilleras”.

He elegido algunos de los que tienen un elemento en común siempre que se trata de insultar a una mujer con voz pública: las alusiones al cuerpo, al sexo, a la vida privada. No son nada nuevo, pero las redes y la impunidad han hecho que en los últimos años se multiplique su frecuencia y su impacto.             

"Los mensajes que atacan a los hombres no incluyen esas connotaciones sobre su sexualidad o su cuerpo. Y al mismo tiempo, ni su sexualidad ni su cuerpo o sus relaciones de pareja están tan afectadas por sus posiciones políticas como en el caso de las mujeres”.

Aunque uno de los casos más recientes que saltó a los medios no fue digital, sino analógico. La diputada del PP Ana Belén Vázquez recibió una carta anónima que, entre otra cosas, decía: “Tú no debes tener miedo a que te violen, nadie se atrevería por la cara de asco que tienes, la voz de perra sarnosa, por si les muerdes o les contagias alguna ETS (...)”. En el Congreso hemos escuchado muchas otras machistadas, como cuando la diputada de Vox Carla Toscano le dijo a Irene Montero que su único mérito era “haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”.

Sí, los hombres también reciben insultos y amenazas pero hay un elemento diferencial. La periodista Luciana Peker, que de esto sabe por propia experiencia, lo resume muy claramente: “Los mensajes con que les atacan no incluyen esas connotaciones sobre su sexualidad o su cuerpo. Y al mismo tiempo, ni su sexualidad ni su cuerpo o sus relaciones de pareja están tan afectadas por sus posiciones políticas como en el caso de las mujeres”. Las consecuencias están documentadas: silencio, autocensura, ansiedad, depresión, malestar, abandonar las redes, convivir con un constante síndrome de la impostora. La UNESCO o Amnistía Internacional han alertado de la relevancia del fenómeno que, dicen, tiende a quedar impune y a minimizarse.             

"Lo que buscan es llenarnos de desconfianza y miedo, que nos lo pensemos antes de atrevernos a esa osadía que es exponerse, dar nuestra opinión o hablar en público. Al final esto hace que las mujeres pongan todo en una balanza y se pregunten: ¿merece la pena hablar"

Precisamente, la también periodista Emma Vallespinós escribió un libro sobre este síndrome: 'No lo haré bien'. “Eso es lo que buscan, llenarnos de desconfianza y miedo, que nos lo pensemos antes de atrevernos a esa osadía que es exponerse, dar nuestra opinión o hablar en público. Al final esto hace que las mujeres pongan todo en una balanza y se pregunten: ¿merece la pena hablar”, dice. 

No ayudan tampoco el silencio, la invisibilidad, o la falta de reconocimiento. Pongo dos ejemplos de estos días. En víspera del Día de las Escritoras, RNE decidió entrevistar a Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, que escriben bajo el pseudónimo Carmen Mola. El gesto, tan surreal que parecía una broma, ha causado mucho enfado y finalmente la cadena ha pedido disculpas.

Y qué decir de los Premios Nobel: todos los de Ciencias han ido a parar a hombres, también el de Economía, consolidando una tendencia en la que el 97% de estos galardones desde 1901 han sido para varones. En cuanto al de la Paz, lo han ganado más instituciones que mujeres. Pero es que además este año se añadía un caso especialmente sangrante, el de una investigadora -pareja de uno de los galardonados- que no ha sido premiada a pesar de la Academia sueca la nombraba para explicar el premio...

Resumido en un refrán muy de Albacete: 'pa mear y no echar gota'.

Yo todavía no la he visto, pero le tengo ganas a La Virgen Roja, la nueva película de la directora Paula Ortiz. Mi compañera Marta Borraz ha escrito este reportaje recuperando la historia de esta mujer prodigio que se convirtió en un referente feminista y de izquierdas durante la Segunda República.

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Ana

¿Cómo vas?

Qué fácil es sentirse una impostora cuando eres una mujer. Qué fácil es pedirnos que seamos valientes, que hablemos, que nos atrevamos, que nos expongamos, que escribamos, que opinemos, que salgamos ahí fuera. Y qué difícil, sin embargo, parece entender que, cuando lo hacemos, pagamos un precio.