Cuba enciende sus alertas para el inicio, mañana, de la temporada de huracanes en la cuenca del Atlántico Norte, el Golfo de México y el Mar Caribe, un ciclo que se prevé que sea normal o de baja actividad, aunque los expertos insisten en “desmitificar” esos datos y estar preparados.
El Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba (Insmet) divulgó en mayo un modelo que prevé un “comportamiento normal” con la formación de nueve tormentas tropicales y sólo cuatro posibles huracanes, pero su director, José Rubiera, resaltó a Efe que son cifras que “importan poco”.
“Hay que desmitificar. Lo mismo da. Usted nunca sabe por dónde va a pasar un huracán y siempre hay que estar preparados”, recalcó Rubiera.
Según el especialista, quien es doctor en Ciencias Meteorológicas y vicepresidente del Comité de Huracanes de la Región Cuarta de la Organización Meteorológica Mundial, los modelos anuncian una temporada menos activa “pero qué importa eso si es que un solo huracán puede ser un desastre”.
“En 1930 hubo sólo un huracán en el área pero tuvo categoría 5 y destruyó Santo Domingo”, observó Rubiera.
El año pasado, el Insmet pronosticó un ciclo activo con 17 ciclones tropicales, nueve de ellos con categoría de huracán, un número por encima del promedio histórico si bien Cuba escapó ilesa y solo padeció en julio las lluvias asociadas a la fase de degradación de la tormenta tropical “Chantal”.
De acuerdo con los científicos, en una temporada normal se forman como promedio once tormentas tropicales, seis de ellas llegan a convertirse en huracanes y, de estos, dos pueden ser fuertes, con una categoría 3 o superior en la escala Saffir-Simpson, cuyo nivel máximo es de 5.
Este 2014, el periodo ciclónico para el área -que se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre- estará mitigado por la formación del evento ENOS (El Niño, Oscilación del Sur), según coinciden varios modelos.
La especialista del Centro de Pronósticos del Insmet, Maritza Ballester, dijo a Efe que ya hay “síntomas” de la posible manifestación de “El Niño”, pues se observa un calentamiento en aguas del Pacífico ecuatorial oriental y existen posibilidades de la evolución del evento a partir de la segunda mitad del año.
“Para Cuba, no obstante, aunque la actividad sea baja se debe estar preparado para cualquier situación meteorológica, ya sea ciclónica o de lluvias intensas”, precisó.
Las estadísticas del país caribeño muestran que en junio la región oeste de la isla enfrenta el mayor peligro de afectación por huracanes, ya que en ese periodo la zona de formación de ciclones se localiza fundamentalmente en el mar Caribe occidental y en el Golfo de México, con organismos que suelen moverse en dirección norte.
El extremo occidental de Cuba, donde se ubican provincias como Pinar del Río, Artemisa y La Habana, capital y área más poblada con más de dos millones de habitantes, podría estar así más expuesto a los ciclones tropicales en las próximas semanas.
La isla encara ahora la fase de huracanes tras haber realizado a mediados de mayo el ejercicio “Meteoro”, una experiencia de adiestramiento que las autoridades organizan desde 1986 para preparar al país ante eventos meteorológicos extremos, epidemias o accidentes industriales.
Durante el “Meteoro” se repasan y comprueban los planes de prevención del Gobierno, las empresas, las instituciones y la población, sector que generalmente se centra en la amenaza de ciclones y se moviliza para limpiar calles, tragantes y azoteas.
El último huracán devastador que sufrió Cuba, el “Sandy”, tuvo lugar en octubre de 2012 y afectó varias provincias del este dejando 11 muertos y cuantiosos perjuicios en viviendas, cultivos e instalaciones eléctricas y de comunicaciones.
Otros ciclones recordados en los últimos años por su poder destructor son “Michelle” (2001), “Iván” (2004) y “Dennis” (2005), mientras que en 2008 el triple golpe de “Ike”, “Gustav” y la tormenta “Paloma” impactaron severamente al país causando siete muertos y pérdidas cuantificadas en unos 10.000 millones de dólares.