La Cumbre del Clima de Glasgow ha resultado durante su primera semana una avalancha de promesas y anuncios sin descanso, pero fuera de las negociaciones oficiales. Metano, bosques, dinero... casi no ha habido asunto que no haya contado con algún compromiso futuro y, sin embargo, el presidente de la COP26, Alok Sharma, remitió este jueves una nota a las delegaciones oficiales pidiendo más ritmo: “Insto a que aceleren sus negociaciones”.
Esta conferencia tiene una lista de tareas marcada y a ella se refería el comunicado. De hecho, entre expresiones de aprecio de Sharma al “intenso trabajo” de estos días, el encargado de que Glasgow obtenga resultados sustanciales no ha ocultado que “hay un gran número de cuestiones sin resolver y así no es posible progresar a la segunda semana”. Con anuncios, pero sin solventar sus deberes, la conferencia se arriesga a caer en una especie de cinismo climático.
La cumbre ha creado gran expectación. “Es una COP muy esperada, quizá la que más desde la de París que culminó con el Acuerdo”, cree Tatiana Nuño, responsable de cambio climático en Greenpeace. “Hay mucha movilización y seguimiento ciudadano, lo que es muy bueno para que las delegaciones políticas vean que estamos pendientes y eso sirva de presión para que se alcance el objetivo del 1,5ºC”.
Con esa expectación a flor de piel, los anuncios fuera de la agenda oficial han ido cayendo: un centenar de países han asegurado que rebajarán sus emisiones de metano (un gas responsable del 25% del efecto invernadero), pero China no está en ese grupo. Otros tantos estados avanzaron que quieren detener la deforestación en 2030, pero este año se ha batido récord de destrucción de la Amazonía. 25 países se comprometieron a dejar de financiar proyectos internacionales de combustibles fósiles, aunque las ayudas públicas a estos productos triplican las de las energías renovables. “Se han hecho algunos anuncios interesantes, pero siguen siendo más bien palabras e intenciones de futuro”, afirma Nuño.
Incluso el director de la Organización Internacional de la Energía, Fatih Birol, anunció –otro más– que los planes climáticos nacionales de los países (NDC) contendrían el recalentamiento del planeta en 1,8ºC. Lo hizo justo el día en el que la ONU hizo una última revisión, que ha pasado desapercibida, de esos planes (había 14 nuevos) y ha calculado que las emisiones conjuntas si se cumplen esos documentos aún crecerían un 13% en 2030 en lugar de recortarlas un 50% como hace falta, según han dicho los científicos.
Ante la sucesión de comunicados, el director de Energía y Clima del think tank Power Shift Energy, Mohamed Adow, analizaba: “La COP de Glasgow está en peligro de ahogarse en un bombardeo de anuncios”. Lo cierto es que el ritmo ha sido vertiginoso. “Generan muchos titulares, pero evaluar su valor real es difícil”.
“Ya es un fracaso”
La activista sueca Greta Thunberg ha sido más tajante. Este viernes decía tras una manifestación de jóvenes en Glasgow: “Esta COP es ya un fracaso. Los líderes políticos saben bien lo que hacen y están rechazando tomar decisiones drásticas”. Thunberg no ha dudado en afirmar que en Glasgow se están dando “dos semanas de palabras vacías y promesas cuando se necesita un recorte drástico de emisiones de CO2 cada año, como nunca ha visto la humanidad”.
Así que, mientras los anuncios, compromisos y promesas se sucedían sin solución de continuidad, por debajo, las negociaciones se han ido endureciendo, según deslizan los que están ya en la ciudad escocesa. Los delegados llevan casi una semana trabajando a la espera del desembarco de los ministros y ministras que pedirán cuentas de cómo está la cosa. Cada cual tiene su lista de prioridades, sus puntos renunciables y sus líneas rojas.
Cuando, a partir del lunes, los jefes tomen el mando, la cumbre puede ir hacia un lado u otro. La comunicación que el presidente Sharma remitió a los países reflejaba que hay atasco. Así que el diplomático ya estaba pidiendo concreción: “Considero de una importancia crítica que los órganos subsidiarios [grupos asesores técnicos] hayan terminado sus sesiones la sobremesa del sábado”, decía. “Insto a las delegaciones a acelerar sus negociaciones”, sobre todo, en los asuntos “cruciales” para lo que “debe conseguirse aquí en Glasgow”.
Porque, más allá de esos compromisos que han ido publicitándose desde el lunes pasado, la COP26 tiene unos objetivos y deberes concretos como son mantener a tiro el tope de calor extra del planeta en 1,5ºC; conseguir que se aporte el dinero comprometido para los países desfavorecidos y concretar los mercados de emisiones de CO2.
“Esta todo muy abierto con muchas redacciones alternativas en los borradores”, cuenta el coordinador de cambio climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz. Andaluz, que ejerce como observador dentro de la conferencia, aventura “una segunda semana compleja y complicada sobre todo en los temas de financiación [de los países ricos a los empobrecidos] que siguen sin salir en la cumbre”.
Además, el ecologista cuenta que “está fluyendo muy poca información” y eso suele indicar negociaciones duras. En este sentido, otros observadores han denunciado cómo se ha disminuido su papel en la COP de Glasgow respecto a otras citas.
Algunos de ellos han explicado cómo deambulan “perdidos” por las instalaciones sin poder ejercer esa función de observador. “En Madrid entré en espacios donde se negociaba, pero aquí no he podido observar en absoluto. Me siento como un adorno”, ha denunciado en Twitter la estadounidense Alexandria Villaseñor.
Con todo, Nuño piensa que “sí hay cierto ambiente propicio para avanzar y, además, todo no se acaba en Glasgow, luego hay que seguir pendientes de que los planes se hagan realidad”. Sin embargo, Thunberg, que durante 2019 sí participó en la Asamblea de la ONU y la COP25 en Madrid, ha contrapuesto que “es ingenuo pensar que se va a solucionar esta crisis sin ir a la raíz del problema: la explotación de la Tierra, pero eso es demasiado incómodo para los que están dentro de esta COP”.