La Cumbre del Clima de Madrid ha cerrado un acuerdo in extremis tras asomarse durante unas horas al abismo de un fracaso total. La conferencia pide en su declaración final que los países presenten el año que viene más recortes de emisiones de CO. La conferencia no ha conseguido aprobar la reglamentación sobre los mercados internacionales de emisiones de gases de efecto invernadero.
Las conversaciones en Madrid han estado a punto de despeñarse cuando acababa el primer día de prórroga de la COP25. A medianoche del sábado, la presidenta de la conferencia, la chilena Carolina Schmidt, ha admitido que no podía sacar adelante gran parte de la agenda y ha solicitado en una sesión plenaria de madrugada la entrada en las negociaciones de la ministra española en funciones, Teresa Ribera.
Ribera, según ha explicado Schmidt, debía buscar consenso en el mensaje sobre la necesidad de medidas reforzadas, la compensación de daños y la financiación de la transición del Sur global. Los mercados de derechos de emisiones de gases seguían en manos de la chilena.
Al final, la declaración “Madrid-Chile, tiempo de actuar” ha tenido que dar vueltas para, en realidad, pedir a los países que hagan más esfuerzos contra la crisis climática y que el año que viene aparezcan medidas reforzadas: hace falta recortar más las emisiones de CO. La ONU ha calculado que las reducciones de los niveles actuales tienen que multiplicarse por cinco para contener el calentamiento global en 1,5ºC o al menos doblarlos para los 2ºC.
La fórmula elegida es la siguiente: la declaración “anima” a los países a “aprovechar la oportunidad en 2020” de reflejar mayor ambición. Se trata del año en que los países tienen previsto cerrar planes nacionales donde incorporar sus medidas, recortes, previsiones… contra el calentamiento, según se desprende del Acuerdo de París.
Y “recuerda” que cada vez que un país cierra un plan debe “representar una progresión” respecto a lo anterior. También “insta” a todos los que tienen que enviar su plan en 2020 a que tengan en cuenta la brecha que hay ahora entre el efecto sumado de todos los planes actuales y los objetivos del Acuerdo de París para presentar “la mayor ambición” posible que cierre esa brecha. En estos momentos, el efecto agregado vaticina un calentamiento de la Tierra de 3,4ºC y el acuerdo de 2015 pide que sea menor de 2ºC y buscar el tope en los 1,5ºC.
El resultado del cóctel es: en 2020 van a enviar ustedes planes nacionales que han de mejorar lo anterior; tengan en cuenta que con lo que teníamos antes, el resultado global no cumplía lo establecido en el Acuerdo de París.
La ministra Teresa Ribera se ha mostrado contenta con este resultado: “Los países tenemos que presentar contribuciones nacionales más ambiciosas que las actuales en 2020”. Una ambición que no ve el encargado de cambio climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz: “La declaración Chile-Madrid no supone un incremento de ambición real. Se trata de una declaración simbólica que no se materializará al no fijar tiempos comunes”. Se refiere a un calendario de cuándo presentar concretamente planes con esas medidas reforzadas. En su opinión, esto pone ya difícil el éxito de la COP26 en Glasgow.
De un sentir similar han sido las declaraciones del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien ha asegurado que se siente “decepcionado con los resultados” de la cumbre. “La comunidad internacional ha perdido una oportunidad importante de mostrar una mayor ambición en mitigación, adaptación y finanzas para afrontar la crisis climática”, ha lamentado en un comunicado tras la clausura de la COP25.
La cita peligró de inicio
Aunque se ha salvado la celebración de la cita climática anual que llegó a peligrar con la renuncia de Chile a finales de octubre pasado, la conferencia se ha visto lastrada por las diferencias entre dos bloques nítidos: grandes economías emergentes como China, India y Brasil, por un lado, frente a la Unión Europea junto a pequeños estados que empujan para que se tomen medidas más profundas. La presidencia de Chile se ha visto superada a la hora de buscar un acuerdo. Al final, la cumbre ha sido incapaz de seguir el ritmo de reivindicación que ha mostrado la sociedad civil durante la COP.
A pesar de que no existía un mandato para elaborar en esta conferencia nuevos textos legales que comprometieran a las partes, sí se había marcado esta cumbre como punto de partida para llamar claramente a subir el listón en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, por Madrid han aparecido fantasmas en forma de guerra comercial entre China y EEUU o salida de los norteamericanos del Acuerdo de París que han frenado las negociaciones.
En Madrid se dirimían varias cuestiones: cómo reclamar a los países que pisaran el acelerador en cuanto a medidas que corten la emisión de gases o cómo revitalizar la financiación del mundo rico al pobre para compensar los daños que produce hoy el cambio climático en los países que no lo han provocado.
Y cómo se activa el mercado internacional de emisiones de CO previsto en París: el artículo 6 del acuerdo de 2015. Este punto ha sido pospuesto. La postura de la Unión Europea, que sospechaba de que este mecanismo fuera utilizado como puerta de atrás que falseara la cantidad real de gases, se ha impuesto: mejor no tener acuerdo a un mal acuerdo, según su criterio.
Demanda social cada vez mayor
La negociaciones entre gobiernos se han desarrollado mientras la figura de una activista adolescente sueca se comía el escenario de la COP de Madrid casi sin tener que hablar además de poner sobre la mesa la necesidad de acelerar la acción contra el calentamiento de la Tierra, como piden los científicos. Greta Thunberg ha movilizado a decenas de miles de personas en Madrid y ha acaparado la atención como ningún otro participante en la cumbre. Ha ejercido de altavoz al ceder la voz para que se escucharan historias como la de los jóvenes indígenas o los científicos. Ha encabezado una marcha multitudinaria de personas que pedían más acción.
La ministra española de Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, pidió a los delegados escuchar a la calle al iniciarse las rondas de conversaciones entre ministros: “Más acción, más rápida, más profunda”, dijo. Pero se ha revelado una tarea muy ardua dar cabida a esa clamor en las conversaciones entre gobiernos.
En este sentido, la organización Greenpeace ha reaccionado sintiendo como una decepción la decisión final de la COP sobre la ambición en la lucha contra el cambio climático. “Los gobiernos deben deben replantearse totalmente cómo han actuado, porque el final de esta COP es totalmente inaceptable”, ha expresado la directora internacional de la organización, Jennifer Morgan. Consideran que los países no están a la altura de lo que pide la ciudadanía. “Los bloqueadores climáticos se han llevado por delante las advertencias científicas y los gritos de la sociedad”, rematan desde Greenpeace.
Había datos recientes para apuntalar la petición de la ministra Ribera. Las emisiones de gases siguen al alza y rompiendo techos. Ese ritmo ha hecho que en 2018 se alcanzara una concentración de gases de efecto invernadero no vista en tres millones de años. 2019 va a cerrar una década cuajada de malos datos en cuanto al deterioro del clima: récord de temperatura, subida de nivel del mar y deshielo acelerado.
Pérdidas y daños
La declaración ha encontrado hueco para algunas de las demandas de los países empobrecidos y en vías de desarrollo al “subrayar la importancia” de que se pongan en marcha los compromisos de financiación del mundo rico. El dinero que estados como los de la Unión Europea, EEUU o Canadá tienen que poner para facilitar la adaptación al cambio climático de los países más débiles.
En ese sentido, el texto “urge” a los países desarrollados a aportar la “ayuda financiera” necesaria para que el Sur global pueda tanto mitigar sus emisiones como amoldarse a los cambios que provoca la crisis climática en sus país. Esta era una de las palancas de presión aplicadas por China durante las conversaciones para liberar el mensaje sobre aumentar la ambición global contra el cambio climático. Los países también han aceptado que el Fondo Verde (que debería recaudar 100.000 millones de de dólares anuales de los países desarrollados aunque aún no llega a esos niveles) dedique recursos para compensar las “pérdidas y daños” irremediables que la alteración del clima ya está provocando.
Además, la decisión sí ha incorporado finalmente la aprobación del Plan de Acción de Género en el contexto de la crisis climática, cuyo texto se cerró el pasado jueves tras haber sido bloqueado durante buena parte de la COP. El plan no había asomado por los borradores de acuerdo final que se manejaron a primera hora de este sábado. Esta ausencia provocó intervenciones de protesta por parte de países como México, que había jugado un papel importante en alcanzar un consenso final en esta materia.