Queda justo un mes para que arranque en Qatar el Mundial de Fútbol masculino y son varias las selecciones que se han mostrado dispuestas a llevar un brazalete arcoíris como respuesta a la criminalización de las personas LGTBI en el país. La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) aún no ha tomado una decisión, según las palabras de su presidente, Luis Rubiales, a pesar de que la presión crece para que se sume al gesto. Mientras, de fondo cobra fuerza el debate sobre si puede convertirse en un símbolo vacío al disputarse la competición en un país que vulnera los derechos humanos.
Los que ya han dicho que sí son los capitanes de las selecciones de Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Suiza, Gales e Inglaterra, que pretenden llevar el símbolo aunque eso suponga una sanción. La FIFA no ha aclarado aún si castigará a quienes lo lleven, a pesar de que ya ha pasado un mes desde que se solicitó el permiso. “Llevar el brazalete en nombre de nuestros equipos enviará un mensaje claro cuando todo el mundo esté mirándonos”, expresó el capitán de la selección inglesa, Harry Kane.
En España, ningún jugador de la selección se ha pronunciado y Rubiales ha despejado concreciones diciendo que no ha “rechazado nada”. Varios políticos, entre ellos el secretario LGTBI del PSOE, Víctor Gutiérrez, o el líder de Más País, Íñigo Errejón, le han pedido que España luzca el símbolo. Según Gutiérrez, el presidente de la RFEF le ha trasladado “su compromiso personal y el de la federación” para “explorar todas las vías posibles para que España luzca un mensaje comprometido con los derechos humanos en Qatar”.
“Hace unos años era impensable”
“Se trata de una manera de denunciar la persecución que sufren las personas LGTBI, hace unos años era impensable, es positivo que se estén dando estos pasos”, cree el experto en deporte y derechos humanos de Amnistía Internacional, Carlos de las Heras. Sin embargo, la ONG lamenta que desde 2020 lleva esperando a que la Federación Española acepte “intercambiar información y propuestas” para “llevar a cabo un gesto en defensa de los derechos humanos”. “Le enviamos un brazalete con el mensaje 'Qatar 2022, derechos humanos ya'. Nuestra intención era que el capitán de la selección pudiera lucirlo, pero ya antes, durante la fase de clasificación para el mundial. Hasta ahora no ha respondido”.
La organización lleva tiempo llamando la atención sobre las condiciones de “abuso y explotación” en las que están los trabajadores que han levantado numerosas infraestructuras para albergar la Copa del Mundo. Según una investigación de The Guardian, hasta 6.500 trabajadores inmigrantes han muerto desde que el país fuera elegido como sede, una información a la que la FIFA respondió lavándose las manos. Qatar es una dictadura que castiga con penas de cárcel de hasta siete años las relaciones homosexuales y discrimina por ley a las mujeres, pero mantiene jugosas relaciones comerciales con muchos países occidentales.
En este contexto, Amnistía Internacional ha reiterado este miércoles su llamamiento a la federación española, a la FIFA y al Gobierno de Qatar “para que establezcan un fondo de compensación destinado a las personas trabajadoras migrantes que han sufrido abusos”. A la FIFA, la ONG le pide que destine un mínimo de 440 millones de dólares, que es la cantidad en premios del Mundial, a “reparar” a estas personas. Y a la federación le reclama que apoye públicamente esta petición, como han hecho la belga, la francesa, la inglesa, la alemana y la holandesa.
¿Pinkwashing sin compromiso real?
A un mes de la celebración de la Copa del Mundo, hay quienes creen que haber elegido el país para participar en el Mundial y al mismo tiempo llevar el brazalete es “un ejercicio de pinkwashing claro”, que es el término con el que se designa las estrategias de “lavado de cara” de empresas, organizaciones y países que se muestran comprometidos con el colectivo LGTBI sin que ello se traduzca en prácticas reales, cree Lourdes Gómez, responsable de incidencia de la organización en defensa de las personas migrantes y refugiadas LGTBI KifKif.
Hay federaciones como la inglesa o la alemana con un compromiso más claro, pero la española sigue manteniendo un contrato para celebrar la Supercopa en Arabia Saudí y no ha tomado ni una sola medida para fomentar la diversidad en el fútbol
“Está claro que se puede utilizar con este fin, depende de qué federación”, cree por su parte Víctor Granado, presidente de la Agrupación Deportiva Ibérica LGTBI+ (ADI LGTBI+). A priori, cualquier gesto que suponga visibilidad para el colectivo LGTBI es positivo, cree Granado, pero “lo realmente importante es que estuviera acompañado de medidas concretas y tangibles en la lucha contra la LGTBIfobia en el fútbol”, algo en lo que, asegura, la Federación Española “no ha dado ningún paso”.
Por eso, cree que sería “coherente” que los jugadores de la roja no lo llevaran. “Hay federaciones, como la inglesa o la alemana, con un compromiso más claro, pero la española nunca se ha pronunciado a este respecto, sigue manteniendo un contrato para celebrar la Supercopa en Arabia Saudí y no ha tomado ni una sola medida para fomentar la diversidad en el fútbol, ni en categorías inferiores”, añade el presidente de ADI LGTBI+, que prefiere “la honestidad descarnada a que se intenten manosear los colores arcoíris”, ya que la RFEF “no ha hecho ninguna reflexión”.
Evitar Qatar o aprovechar para cambiarlo
Hay voces que en este contexto consideran que, más allá de llevar o no el brazalete, el debate debería haberse centrado en si es pertinente celebrar en países como Qatar la competición. Es lo que cree Gómez, de Kifkif: “Una vez en este punto, en el que se va a celebrar sí o sí, llevar el símbolo no sobra, pero el problema de fondo es otro, y es que no deberíamos participar en eventos internacionales que sirvan a dictaduras para presentarse como países abiertos porque los estamos legitimando”.
Si de verdad te interesan los derechos LGTBI, no vas con un brazalete, te pones a negociar que haya una mejora de la realidad en el país
Coincide el periodista especializado en género y LGTBI Rubén Serrano, para el que es “absoluta hipocresía” que las selecciones porten el brazalete. “Creo que la medida real era no acudir, no hacer ver que haces algo por los derechos LGTBI y al mismo tiempo ser cómplices de un país que vulnera los derechos humanos. Estamos hablando de fútbol, pero también de política y economía y ahí sabemos que los parches y símbolos vacíos no llegan a ningún lado. Ni gobiernos, ni equipos ni marcas quieren perder su parte del pastel porque si de verdad te interesan los derechos LGTBI, no vas con un brazalete, te pones a negociar que haya una mejora de la realidad en el país”, opina.
En este sentido, hay quienes no creen que la solución sea pedir que el campeonato no se celebre en Qatar, sino que apuestan por presionar para que este tipo de competiciones deportivas “se conviertan en motores de transformación de las condiciones reales de las personas que viven en el país” y aprovechar para denunciar la situación, apunta Granado. El presidente de ADI señala otro factor: “¿Dónde puede celebrarse? ¿Quién pone los estándares? No se respetaban los derechos en China cuando se celebraron las Olimpiadas de Pekín o en Rusia con el Mundial y no pasó nada”.
“Se podrían condicionar los acuerdos y convenios al reconocimiento de una serie de derechos humanos mínimos en los países que se proponen como candidatos a albergar estas competiciones. La FIFA y el resto de organismos involucrados han perdido de vista este objetivo y sabemos que, por encima de todo, la meta es incrementar beneficios, pero más que que nos parezca mal que la Copa del Mundo se celebre allí, me centraría en intentar que el deporte se utilice como un mecanismo de transformación social y no de blanqueamiento”, añade Granado poniendo como ejemplo las campañas de presión puestas en marcha por Amnistía Internacional.
De momento, las peticiones en este sentido de organizaciones de derechos humanos solo han obtenido el silencio como respuesta.