El debate sobre la conveniencia de cargar a los alumnos con deberes cuando salen del instituto puede afectar también a la desigualdad entre los alumnos. Así lo apunta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en un informe en el que alerta de que, aunque las tareas fijan las lecciones vistas en clase y pueden contribuir a motivar al alumno, en la otra cara de la moneda quedan los estudiantes que no tienen en casa tantas facilidades para concentrarse en los estudios.
En el estudio (en inglés) “¿Los deberes perpetúan las desigualdades en la educación?”, basado en la última Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA 2012), España figura como el cuarto país de la OCDE en el que los alumnos de 15 años dedican más horas a los deberes, con más de seis horas semanales. La Federación Rusa, que no forma parte de la organización internacional pero sí del estudio, presenta las cifras más abultadas, con diez horas. Los datos generales de la OCDE, cercanos a las cinco horas –al igual que los resultados de la mayoría de los países– descienden desde 2003.
De media, los alumnos con una situación socioeconómica más ventajosa invierten más tiempo en sus tareas (5,7 horas) que los jóvenes menos favorecidos (4,1 horas). También se aprecian diferencias entre los centros educativos: los alumnos de institutos urbanos y privados son los que más tiempo dedican a estos deberes complementarios.
Sin embargo, los expertos recomiendan prudencia a la hora de señalar los deberes como motivo de la no equivalencia, una relación “muy compleja”. “Desde luego, si quitamos los deberes, no vamos a acabar con la desigualdad en el aula”, advierte Marta Álvaro, psicopedagoga y orientadora educativa. Álvaro considera los deberes “un factor más entre muchas otras variables” que pueden influir en las diferencias entre alumnos según su nivel socioeconómico y cultural, pero insiste en que la solución estriba más en dotar de recursos las aulas, el entorno donde más pueden intervenir los profesores.
Los deberes deben ser “un complemento, no aquello que no da tiempo a dar en clase”, recuerda Álvaro. Si eso ocurre, los estudiantes con menos apoyos fuera de las aulas quedan en desventaja frente a los que disponen de un respaldo mayor. En opinión de Enric Roca, profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona, “es evidente que los alumnos de orígenes socioeconómicos y culturales más desfavorecidos cuentan con desventaja a la hora de encontrar apoyos –técnicos y humanos– para completar las tareas escolares en casa”.
Apoyo complementario en el colegio
Un espacio insuficiente para los jóvenes y la menor disposición de los padres de los chavales más desfavorecidos son algunas de las variables que menciona el estudio de la OCDE. Dado que la ayuda profesional se encuentra en las aulas, el apoyo institucional también debe focalizarse en los centros educativos. Marta Álvaro apunta a los programas de apoyo “que intentan compensar las dificultades de los alumnos con más problemas”.
En los Presupuestos de 2015, el Gobierno ha reducido más de un 90% la partida para educación compensatoria –de 53.660.000 a apenas 5,25 millones– que cumple con estos fines.
En la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos, que se decantan por una dedicación diaria en Secundaria de dos horas, su presidente, Luis Carbonell, considera “fundamentales” los deberes y el estudio: “Para responsabilizar a los alumnos y sobre todo para asimilar las lecciones que han visto en clase”.
Carbonell no cree que las tareas extraescolares sean un foco de desigualdad: “Las oportunidades que ha abierto internet, que garantiza el acceso gratuito a la información, no existían antes cuando una familia podía tener una enciclopedia y otra no”. No obstante, sugiere que “tal vez haya que plantearse recuperar las horas de estudio que antes había en los colegios”.
Más deberes no implica siempre mejor rendimiento
La mayor dedicación de los alumnos españoles frente a otros jóvenes se explica, según Enric Roca, porque nuestro sistema educativo sigue una tradición “donde los deberes se han asociado a la calidad de una buena escuela, es decir, a aquella que hace trabajar a los alumnos, que no deja que los contenidos se ”enfríen“. Un modelo tradicional por el que han optado, por tanto, los colegios con mejor reputación.
“Pero esto tiene parte de mito”, señala el pedagogo, que recuerda ejemplos de escuelas excelentes que prácticamente no mandan tareas específicas a los alumnos fuera del centro. “Y al revés, escuelas con unos resultados muy mejorables que casi no dejan respirar a los alumnos con deberes, frecuentemente sin mucho sentido pedagógico (pura repetición, tareas acontextuales)”.
Los datos del estudio de la OCDE evidencian que algunos de los países con mejores resultados en el informe PISA, como Finlandia y Corea, emplean la mitad que los españoles en hacer los deberes, menos de tres horas semanales.
Enric Roca recomienda una solución que pase por las aulas y por un cambio del modelo de enseñanza: “El modelo tradicional de transmisión de contenidos estándar para toda una determinada población escolar, por el mero hecho de compartir una edad cronológica, es absurdo pedagógicamente hablando. Deberemos hacer un esfuerzo para adecuar la enseñanza a las características de cada alumno en relación a sus situaciones de aprendizaje, y valorando todos los aspectos de la educación y no solo los académicos tradicionales”.