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Los grandes incendios forestales crecieron en España un 50% en 2016

Imagen aérea del incendio forestal de La Palma

Raúl Rejón

2016 ha sido considerado un buen año para los montes porque ardieron menos. Se quemaron 65.000 hectáreas de bosques y matorral frente a las 111.000 de 2015. La media de la década está en 100.000. Sin embargo, los grandes incendios forestales, los más devastadores, crecieron: pasaron de 14 a 22. Suponen solo el 0,9% de los incendios y arrasan la mitad de todo lo abrasado en un año.

Los grandes incendios forestales (GIF) son lo que queman más de 500 hectáreas. La gran masa de vegetación a la que afectan y las altas temperaturas los hacen casi imparables. Los servicios de extinción en España se han revelado muy eficaces a la hora de acometer las llamas en sus primeros momentos: de los 8.810 siniestros recogidos por las estadísticas del Ministerio, tres cuartas partes (6.472) se quedaron en conato, es decir, menos de una hectárea. Pero también se han hecho frecuentes los casos de incendios descontrolados.

Esos incendios altamente destructivos comparten ciertas características: se dan en bosques poco naturales, provenientes en muchos casos de repoblaciones a base de una única especie de árbol. También se ceban en áreas degradadas por la acción humana, colonizadas por matorral bajo tras los propios fuegos o derivados de la acción ganadera intensiva, según la caracterización que ha hecho la organización Ecologistas en Acción.

Pinos pasto de las llamas

De los últimos 95 grandes incendios declarados entre 2012 y 2016, “se producen con mayor asiduidad en espacios forestales artificiales o degradados, bien sean derivados de repoblaciones o cultivos forestales o bien sean matorrales”, explica la ONG.

Ecologistas ha revisado las estadísticas oficiales del fuego según el tipo de vegetación, la especie dominante y el grado de naturalidad (o artificialidad) de lo que ha ardido en esos GIF. En su análisis añade que el perfil de monte que ha ardido en grandes siniestros se repite “aún a pesar de ser las masas forestales más intervenidas, bien sea con actuaciones de limpieza o de cortafuegos”.

También la elección de los tipos de árboles que se ha venido haciendo para plantaciones ha añadido combustible a estas llamas: el 58% de los siniestros de grandes dimensiones se han centrado en pinares. Y otro 21% en matorral. En zonas donde los pinos son autóctonos, también se ha constatado que han ganado terreno con repoblaciones para luego padecer un gran incendios (como en el Levante, señala el documento). Solo uno de cada diez de estos fuegos se ha declarado en encinares, alcornocales o robledales a pesar “de la amplia distribución y superficie que ocupan en España”, concluyen los ecologistas.

Consecuencia del cambio climático

Los GIF están ya catalogados como uno de los impactos evidentes del cambio climático. En 2001, un estudio del mismo Ministerio de Medio Ambiente avisaba de esto: “Aumentarán las temperaturas así como la sequedad del suelo, en particular la frecuencia de escasez de agua, lo que inducirá una mayor desecación de los combustibles vivos y muertos y, por tanto, un aumento de su inflamabilidad”. 

Más de una década después, Greenpeace contaba que “el cambio climático no es una causa de incendios. Sí explica los cambios que se están produciendo en los nuevos incendios, empeorando las condiciones de inicio y de propagación”. En este sentido, WWF ha insistido en que se pone demasiado el foco y el esfuerzo presupuestario en las labores de extinción en lugar de prevención. “Somos muy buenos apagando incendios pero muy malos evitando que se produzcan”. 

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