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El PP impone el blindaje de los toros en el Congreso

Dolor y placer se unen en estos momentos, según el PP.

Luz Sanchis

Las 650.000 firmas que buscan que las corridas de toros sean declaradas como un bien de interés cultural han salvado su segundo obstáculo en el Congreso. Este jueves la mayoría parlamentaria del PP ha tumbado las enmiendas de los partidos que se oponen (Izquierda Plural, ERC, CiU y Compromís-Equo). La quinta enmienda, la de UPyD, busca que la tauromaquia pase a ser “patrimonio inmaterial de la humanidad”, y que esté a salvo de las competencias de las comunidades autónomas. La iniciativa legislativa popular empezó a gestarse hace dos años, cuando Cataluña decidió prohibir las corridas de toros.

En el debate se han mezclado los argumentos a favor y en contra de la defensa de los animales con las cuestiones de orden competencial de los nacionalistas. Así, los grupos minoritarios de izquierdas han coincidido en que la tauromaquia es una forma de tortura animal impropia del siglo XXI que no necesita contar con inyecciones de dinero público ni ser difundida en las escuelas como un bien cultural. La fórmula preferida por el Gobierno es la de que PP y UPyD lleguen a un acuerdo durante el trámite en comisión para protegerlas.

El caso es que la iniciativa que se ha debatido en el pleno del Congreso nació como una reacción a la prohibición catalana. El PP prometió que las corridas “volverían en septiembre a Cataluña”, en alusión a las fiestas de la Mercè. Como ha recordado Alfred Bosch (ERC) al conservador José Manuel Albendea, “le quedan cuatro días para cumplir su palabra”.

Más allá de la cuestión competencial, los grupos contrarios han insistido en que ninguna forma de matar a un animal puede ser considerado cultura. Los diputados Joan Baldoví (Compromís) y Laia Ortiz (Izquierda Plural) han insistido en que declarar las corridas bien de interés cultural supondrá dedicarles más subvenciones, algo a lo que se opone el 90% de los ciudadanos según las encuestas. También se han opuesto a que se fomente en la educación. “¿Qué clase de sociedad enferma defiende transmitir esos valores a los niños en vez de la empatía y la compasión?”, ha clamado la diputada de ICV tras subrayar el sufrimiento que comporta la lidia.

“Cuando el placer y el dolor se unen”

Como se esperaba, Albendea ha tratado de convencer de que los toros no sufren ni con las banderillas ni con el estoque. Para ello, ha citado a expertos veterinarios que defienden que las glándulas hormonales de los toros de lidia bloquean el sufrimiento del animal. Así, ha explicado que la cantidad de endorfinas que genera el toro durante la corrida le impide sufrir “hasta que placer y dolor se unen en el momento de la muerte”. CiU y PNV han preferido centrarse en que la cuestión es competencia de las Comunidades Autónomas y que el Gobierno central solo se inmiscuye por su voluntad “recentralizadora”.

Toni Cantó se ha quedado en el medio. El grupo de UPyD sí defiende que se protejan los toros pero no como bien de interés cultural sino como “patrimonio inmaterial de la humanidad”. De esta forma, se salva la espinosa cuestión de defenderlos en la escuela y subvencionarlos. La protección se convertiría en algo más difuso ya que pasa por su estudio y catalogación para evitar su extinción.

El diputado socialista José Andrés Torres Mora ha echado el jarro de agua fría sobre la idea del partido de Rosa Díez. Así, ha recordado que es la Unesco quien debe decretarlo y ha augurado que no sucederá. Los socialistas se oponen a prohibir las corridas de toros y las defienden como una tradición cultural, pero intentan que el asunto no se politice: “No somos partidarios de prohibirlas porque no las hemos inventado en el presente sino que forman parte de la cultura y de la vida de los españoles”.

El ministro de Cultura, José Ignacio Wert, ha hecho lo que él mismo ha calificado de “faena de aliño”. También ha bromeado con que no se atrevía a volver a citar al poeta Miguel Hernández, en referencia a la declaración “como el toro, me crezco en el castigo”. Según ha dicho, aquella frase todavía resuena en sus oídos. Pero bromas aparte, Wert no ha sido nada claro con cuál puede ser la solución. Como muestra, el final de su discurso: “Quizá podríamos encontrar alguna fórmula a través de algún órgano del Ministerio de Cultura para, en cooperación con las comunidades autónomas que quieran, que el Gobierno regule las competencias en esta materia. Busquémosla para tener una alternativa con la que la mayoría se sienta cómoda”.

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