Es uno de los mensajes más repetidos cuando hablamos de violencia de género: la mayoría de las víctimas nunca denuncian lo que están viviendo. Acudir a la Policía, la Guardia Civil o el juzgado a contar el maltrato que muchas mujeres sufren por parte de hombres que son sus parejas o exparejas -en España, una de cada tres, según la última macroencuesta- no es tan fácil. Detrás de las cifras se esconde una realidad compleja atravesada por un proceso judicial duro, miedo y muchas preguntas. ¿Y si no sirve de nada? ¿Qué va a ser de él? ¿Cómo pruebo yo ahora esto? ¿Y si finalmente cambia? ¿Cómo explico que he aguantado tanto tiempo? ¿Tendrán mis hijos que seguir viéndole?
“No, yo no quería denunciar, lo que quería era irme y que me dejara en paz. Tenía miedo de ir ante tribunal, de meterme en líos. Al final lo hice porque no me quedó otra, porque realmente sentí que mi vida corría peligro”. Raquel prefiere utilizar un nombre ficticio para contar cómo un día de diciembre de 2019 se presentó en la comisaría de su barrio para interponer una denuncia tras seis años de relación. A pesar de que el Sistema Viogen de seguimiento de víctimas la calificó como de riesgo medio, no obtuvo orden de protección porque la jueza “vio incoherente que no hubiera denunciado un año antes, cuando hubo un episodio de violencia física”. Ahora está a la espera de juicio.
Del total de mujeres de más de 16 años que han sufrido violencia física, sexual o psicológica en algún momento de su vida, el 78% no ha denunciado. En el caso de las víctimas mortales, la cifra es similar: el 73% de las mil asesinadas entre 2003 y 2019 no llegaron nunca a policía ni juzgados. La amalgama de factores que acaban frenando a muchas tiene que ver con el propio proceso, hostil para cualquiera y muchas veces revictimizador para las mujeres, pero también con las características de este tipo de maltrato, con una mirada social a la que es difícil exponerse y con la vigencia de estereotipos sobre lo que es una víctima de violencia machista, en los que casi ninguna encaja.
"Él culpabiliza a la víctima de sus actos, y si una se cree culpable, piensa que cuando lo haga bien, el comportamiento del agresor va a cambiar
Bárbara Zorrilla, psicóloga especializada en violencia de género, explica que las razones de la infradenuncia tienen que ver “con las secuelas de la propia violencia”. Entre ellas, está la normalización “como mecanismo de adaptación”. “Nos habituamos e insensibilizamos ante la violencia. Eso genera una falsa sensación de control. Él culpabiliza a la víctima de sus actos, y si una se cree culpable, no solo afecta a la autoestima, sino que la trampa es que piensa que cuando lo haga bien, el comportamiento de él va a cambiar”. Pero además, los agresores “no son siempre ogros”, son intermitentes, y “pasan de prometerles el cielo al maltrato”. Es lo que se conoce como el ciclo de la violencia.
“Yo no sé qué pinto aquí”
A esa dependencia emocional se une la dificultad para identificarse como víctima. “Yo no sé qué pinto aquí, no soy el caso típico”, es una de las frases que más ha escuchado Zorrilla en las consultas. El estereotipo de la violencia de género nos habla de maltrato físico grave y una total y constante sumisión de la víctima, pero no siempre es así. “¿Cómo voy a denunciar yo esto?”, se preguntan muchas. Es lo que pensó Raquel, que ahora tiene 30 años, en muchas ocasiones: “Piensas que lo que te está pasando no es para tanto como para llevarlo a un juicio, me parecía muy fuerte denunciar algo así, porque no era maltrato físico, excepto cuando me agarró del cuello contra la pared y alguna vez en medio de un enfado, que me tiró una zapatilla”.
"A mí no me prohibía que saliera con amigas, pero al volver a casa tenía siempre problemas. Yo sola hacía por no salir para no tenerlos
Nines, víctima durante nueve años y que ha plasmado su historia en un libro, sostiene un relato parecido: “No lo identificas porque lo normalizas. Lo que es violencia, para ti simplemente es una discusión. Pero la intensidad va aumentando. Es complicado identificarte como lo que nos venden que es la violencia. A mí no me prohibía que saliera con amigas, pero al volver a casa tenía siempre problemas. Yo sola hacía por no salir para no tenerlos”, cuenta la mujer, que acabó denunciando tras recurrir al teléfono de atención 016 y salir de la relación primero mediante la separación, una vía que escoge la mayor parte de las mujeres.
De hecho, “lo resolvió sola” es la respuesta que más marcan cuando se les pregunta por qué no denunciaron, según la macroencuesta de 2019. También porque “se separó” fue la razón que dio un 31,8% de las víctimas que sufrieron violencia por parte de parejas pasadas. Motivos que a su vez pueden encubrir otros de los que conforman el abanico de posibilidades: hasta un 46% de las mujeres que están actualmente en relaciones de maltrato no han denunciado porque “tuvo muy poca importancia, no era lo suficientemente grave o no lo consideró violencia”, pero hay también miedo y temor a las represalias del agresor o vergüenza.
Este último factor, afirma Zorrilla, “afecta muy negativamente”. “Ponerte delante de alguien y decir lo que has soportado cuando hay una parte de la población que te va a decir '¿cómo has aguantado esto?' no es fácil, sobre todo cuando has invertido mucho tiempo y energías en ocultar lo que estaba pasando”. Raquel, que denunció un año después de dejar la relación porque su expareja no dejaba de acosarla, nombra otro elemento: la preocupación por él. “Te sientes culpable, yo tenía miedo a que le pasara algo o que le metieran en el calabozo”. Zorrilla explica que es parte de la dinámica “de hacerles responsables a ellas de sus actos”, si son detenidos, “piensan que son ellas las que les han metido en la cárcel porque así se lo han hecho creer”, por eso yo trabajo mucho esta parte con ellas. “No, si están en la cárcel es que han cometido un delito penado en la ley”.
Los hijos, un factor de vulnerabilidad
Tras la denuncia, empezará un duro camino judicial, que puede alargarse en el tiempo. Aunque es evidente el avance en perspectiva de género, aún las víctimas siguen encontrándose con procesos que les hacen sentirse doblemente maltratadas. “Estamos mejorando mucho, se está trabajando para que haya cada vez más especialización, pero aún a los operadores jurídicos nos falta empatía y formación contra los estereotipos. Hay muchas mujeres que llegan al final y dicen 'si lo sé, no denuncio'. Pasa cada vez menos, pero mientras haya alguna, tenemos una asignatura pendiente”, reconoce María Martín, abogada penalista especializada en este tipo de casos.
Una reciente reforma del Código Civil aspira a que la suspensión de las visitas en casos de violencia de género no sea una excepción
Tener hijos o hijas en común (un 73% de las víctimas los tiene) es además un factor de vulnerabilidad, según ha reconocido el Consejo General del Poder Judicial. Y es algo que hace todavía más difícil el proceso judicial. En muchas ocasiones los agresores usan a los menores para seguir maltratando a la madre y es muy habitual que se impongan amplios regímenes de visitas con los progenitores. Que ello sea una excepción y no la norma es a lo que aspira la reciente reforma del Código Civil que generaliza la suspensión de las visitas en estos casos: “Hay que cambiar el paradigma y empezar a pensar que no siempre el interés de los menores es estar con el padre. Cuando tenemos un asunto de familia y hay violencia hay que hacer un análisis sensato y sereno de qué está en juego”, afirma Martín.
Nines, que tiene dos hijos de 9 y 7 años, está ahora inmersa en esta parte del proceso. El juzgado consideró culpable a su exmarido, pero este está ahora “peleando” para tener visitas con los menores, explica la mujer. “Dependerá del juez que nos toque. En un principio me planteé que podría ser en un punto de encuentro sin supervisión, me lo podría plantear si tengo que pasar por ahí, pero que pueda llevárselos y estar con ellos a solas, no”, afirma. Según datos del CGPJ, de momento no llegan al 4% el número de casos en los que se suspenden las visitas como medida cautelar.
Acompañamiento previo a la denuncia
Las víctimas se enfrentan además a procesos en los que deben repetir lo que han vivido, exponer su intimidad y, en ocasiones, encontrarse a su agresor. Así le ocurrió a Nines: “El juzgado deja bastante que desear. Le ves en la cola para entrar y en el mismo pasillo. A mí lo máximo que me ofrecieron fue un biombo entre él y yo. Me vine abajo”, cuenta.
Pensar más en las necesidades que tienen en ese momento ellas es lo que reclama Jaume Pla Forteza, que hasta este año fue inspector jefe de la Unidad de Protección Familiar de la Policía Local de Palma. “La mujer puede ir a una casa de acogida, pero al día siguiente tiene que ir al colegio a llevar a los niños, que está al lado de la casa donde vivía con el agresor”, ejemplifica. Raquel denunció un viernes, en comisaría le dijeron que no fuera a trabajar, se quedara en casa y esperara al juicio rápido del día siguiente. Pero la jueza le denegó la orden de protección. “El lunes tuve que ir a trabajar y salir como si nada, a pesar de que tenía riesgo medio”, señala.
"A ninguna mujer debería tomársele declaración sin un proceso previo de acompañamiento especializado
Y es que denunciar no siempre es garantía de protección ni de fin de la relación violenta. Hasta el 30,7% de las órdenes de protección que se solicitan en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer son denegadas y casi un 40% de los procesos acaban en archivo provisional, según datos de este año. En parte, porque hay mujeres que retiran la denuncia una vez interpuesta, algo que la ley empezó a impedir el pasado septiembre, y en parte “porque no hay suficiente prueba al rededor o la que hay no se visibiliza”, explica Martín, responsable de la Comisión de Igualdad del Colegio de Abogados de Oviedo.
Por eso, para las expertas es fundamental el momento previo a la denuncia. “La decisión no es meditada ni se llega a ella con un apoyo psicológico, sino que suele venir motivada por un hecho grave que es la gota que colma el vaso porque la víctima se siente en riesgo. ¿Qué pasa? Que se encuentra con un proceso largo y difícil y sin acompañamiento previo en el que las abogadas le expliquemos en qué consiste y podamos hacer una denuncia lo más detallada posible”, cree Martín. De hacerlo, habría más pruebas y saldría a la luz el maltrato habitual y continuado que sufren las víctimas en vez de seguir manteniendo la inercia de juzgar agresiones puntuales en juicios rápidos en los que es más difícil acreditar la violencia psicológica.
La abogada cree que “a ninguna mujer debería tomársele declaración sin un proceso previo de acompañamiento especializado”, algo en lo que coincide Pla Forteza, que relata que en Palma ofrecen asistencia psicológica a las víctimas antes de poner la denuncia: “Es básico y urgente que esté preparada para ello, porque la Policía debe tomar una denuncia lo más completa posible, que nada quede oculto”, afirma el agente ahora jubilado.
A pesar de los obstáculos, Nines no se arrepiente de haber denunciado. Raquel se lo piensa. “Fue el peor día de mi vida”, asiente. Pero recuerda también el miedo que la llevó a acudir a comisaría. “Si hubiera sabido que era así igual ni hubiera denunciado... Aunque claro, tampoco sé lo que hubiera pasada si no lo hubiera hecho”, afirma.
Aquí puedes escuchar el último episodio de nuestro podcast 'Un tema Al día', en el que nos adentramos en un juzgado de violencia machista. Puedes seguirlo en Podimo y otras plataformas.