La amazona británica Charlotte Dujardin quedaba descalificada para participar de los Juegos de París hace unos días tras la emisión de un vídeo en el que esta medallista y varias veces campeona mundial golpeaba a un caballo con un látigo hasta en 24 ocasiones en menos de un minuto. Por otra parte, la asociación animalista PETA ha denunciado otro caso de maltrato, esta vez realizado por el jinete Carlos Parro. En las imágenes se ve a este brasileño forzando el cuello de su caballo en una posición peligrosa. La polémica vuelve a poner en cuestión las disciplinas ecuestres, las únicas en la competición olímpica en la que participan animales.
Mientras la Federación de Hípica y domadores defienden que los caballos son tratados como unos deportistas de élite más y que su bienestar es lo primordial, animalistas y veterinarias cuestionan la hípica porque consideran que se basa en la dominación del ser humano sobre los caballos.
“El primer punto que establecen siempre las normativas es que el caballo es el elemento principal de este deporte y que su protección es uno de los objetivos”, apunta el secretario general de la Real Federación de Hípica de España (RFHE), Venancio García. Sí admite que existen una serie de aperos usados en la equitación orientados a que las órdenes del jinete se transmitan bien, pero asegura que “los caballos siempre reciben un tratamiento exquisito.
Los caballos, explica García, tienen sus propios dietistas, preparadores físicos, fisioterapeutas y maquinaria especializada para su entrenamiento. Además, explica que antes de cada competición las autoridades deportivas realizan diversas pruebas para atestiguar que el animal no ha sido maltratado: “Son pruebas termológicas, antidopaje, de extracción de muestras de piel… Así se comprueba que el caballo no ha sido sometido a abusos”, detalla.
Si una persona decide dedicarse al deporte de alto nivel es un ejercicio de libertad. En cambio, el caballo está ahí obligado, le da igual ganar las Olimpiadas o no, porque no sabe qué es eso
Si se confirma la existencia de este maltrato se estaría incurriendo en una falta contemplada como muy grave en la normativa de la competición, lo que se podría traducir en hasta dos años sin poder volver a saltar a la arena. Por ejemplo, en el caso de Dujardin, la Federación Internacional suspendió a la deportista provisionalmente por seis meses poco después de la publicación del vídeo, lo que le impide competir y la ha dejado fuera de los Juegos a los que llegaba como favorita.
Un ejercicio de dominación antes que de libertad
Marta Tafalla es profesora de Filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y especialista en ética animal. Desde su punto de vista, y si se da por bueno que el animal se convierte en un deportista más en la hípica, no hay que perder de vista que “el animal está ahí obligado”. “Si una persona decide libremente dedicarse al deporte de alto nivel es un ejercicio de libertad, incluso gratificante al ganar competiciones. En cambio, el caballo está ahí obligado a hacer cosas que no haría por su naturaleza, a él le da igual ganar las Olimpiadas o no, porque no sabe qué es eso”, señala.
A un caballo no se le doma a base de palos, pero si hay algún momento en el que se porta mal hay que castigarle para que vea que ese no es el camino
De esta forma, obligar a un caballo a realizar los ejercicios contemplados en las diversas especialidades de hípica significa negarle su naturaleza. “Al final, es un poco como el circo, donde antes la gracia estaba en que un animal hiciera lo que no haría de manera natural”, comenta Tafalla. En este sentido, la docente universitaria sentencia: “La hípica no es un deporte en el que prevalezca un ejercicio de libertad, sino de dominación del humano sobre el animal”.
Castigar al caballo para corregirle
Ignacio Moreno, jinete domador de la Hípica Nuevo Valbueno y antiguo alumno de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre defiende que “a un caballo no se le doma a base de palos”. En cambio, “si hay algún momento en el que se porta mal, o hace una barbaridad, hay que castigarle de alguna forma para que vea que ese no es el camino, para que lo corrija”.
En el momento en que metemos al animal en una cuadra y le obligamos a hacer ejercicios que no son propios de su especie, hay una ausencia de bienestar
Este domador sostiene que “con un toque con la fusta o un grito, el caballo entiende que eso no debe hacerlo”. En cuanto a las fustas, espuelas y trallas que se utilizan en la doma, Moreno señala que “son herramientas de ayuda que estimulan al animal, no para hacerle daño”.
Y finaliza: “El caballo se doma por convencimiento y rutina de trabajo técnico diario. Si coges un potro de tres años, virgen, y lo haces bien, casi seguro que nunca le tendrás que castigar porque no habrá cogido un mal vicio”.
El maltrato más allá de lo físico
“Los caballos son animales herbívoros de una naturaleza extremadamente sensible a cualquier estímulo”, desarrolla María Manglano, veterinaria equina. Según su opinión, “en el momento en que metemos al animal en una cuadra y le obligamos a hacer ejercicios que no son propios de su especie, hay una ausencia de bienestar”. Así pues, se incumpliría una de las cinco libertades por las que se rige el bienestar animal. Aunque tengan la mejor alimentación y un cuidado exquisito, no se estaría respetando la libertad de expresar su comportamiento natural o normal.
Estoy segura de que ella no querría hacerle daño físico, pero el caballo pega patadas y guiña las orejas de dolor mientras la jinete que lo monta no le deja huir
La también integrante de la Asociación de Veterinarios Especialistas en Équidos (AVEE) considera que “la exigencia que requieren las actividades que se desarrollan sobre todo a alto nivel, lleva a que la persona ejerza una serie de conductas sobre el caballo que podrían llegar a ser consideradas maltrato”. Se refiere, por ejemplo, a la tralla, una especie de látigo como el que se ve en el vídeo de la jinete Charlotte Dujardin. “Se utiliza, más que nada, para hacer ruido. El caballo es tan sensible que reacciona solo con el sonido del látigo”, agrega.
Si uno se fija en el vídeo de esta amazona británica se puede apreciar cómo el caballo es castigado por no hacer un ejercicio concreto. “Para mí, sí que se puede considerar maltrato animal utilizar una herramienta para castigar a un caballo por no hacer lo que tú quieres”, reitera la especialista. Y añade: “Estoy segura de que ella no querría hacerle daño físico, pero el caballo pega patadas y guiña las orejas de dolor mientras la jinete que lo monta no le deja huir”.
Aunque no se podría considerar un delito de maltrato animal, “esas conductas de dominio hacia el caballo son de una violencia extrema y un ejemplo horroroso, por mucho que las federaciones aseguren que el bienestar del caballo es lo primordial en las competiciones”, critica esta veterinaria.
Normalizar el uso de animales para disfrute humano
No todos sus compañeros lo han visto igual que ella, pues muchos han optado por el “no es para tanto” o “yo he visto cosas peores”. Manglano, también miembro de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal, responde que esa es la consecuencia de haber normalizado cuestiones que nunca se tendrían que haber normalizado, como la propia tauromaquia y la caza, tal y como ella misma ejemplifica.
Manglano recoge lo expresado anteriormente por Tafalla para afirmar que “jamás un caballo trotaría al son de la música, y si lo hace es tras interiorizar conductas mediante herramientas como las fustas”. Unas fustas que, por otro lado, no necesitan llegar a tocar al caballo para asustarle o causarle un malestar. “Es un animal muy sensible al que no hace falta hacer daño físico para que aprenda un ejercicio”, repite la veterinaria.
Para Tafalla, especialista en ética animal, cada vez hay más gente crítica con la hípica, que se ha dado cuenta de que este deporte no tiene ningún sentido, parafraseando sus términos. “Los caballos no han nacido para que los montemos encima, ni tampoco los elefantes o camellos, ni para que les pongamos aparatejos en la boca. Parece que a alguna gente le gusta dominar, y eso es lo que sucede y se exhibe y se premia en la hípica, donde el caballo obedece y se somete”, incide.
Tal y como ella misma finaliza, el discurso construido en torno a la hípica ha dado la vuelta a la realidad: “Dicen que el caballo ha ganado, pero al caballo eso le da igual, aunque para el jinete sea un orgullo. El caballo estaría feliz en el campo, corriendo”.