Pau Gasol en 2010. Rafael Nadal, infinidad de veces. Carlos Alcaraz este mismo mes. Los jugadores de baloncesto masculinos que participan en la Euroliga o los de la NBA. El ciclista Juan Ayuso el año pasado. La lista de deportistas que renuncian a la selección de manera temporal por razones diversas es extensa. Y nunca pasó nada, en todos los casos se respetó su decisión de no acudir. Pero eran hombres con ingresos millonarios.
Las jugadoras de la selección española femenina de fútbol no han tenido tanta suerte. A raíz del caso Rubiales, casi 80 de ellas habían solicitado no ser convocadas por la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) hasta que no se arreglen ciertas cuestiones, pero su petición ha sido ignorada, en un movimiento inhabitual por parte de una federación deportiva: llamar a quien ha expresado públicamente que no quiere estar. Un total de 19 fueron convocadas este lunes por la nueva responsable del equipo, Montse Tomé, quien afirmó haber hablado con ellas, aunque eludió mencionar que no habían alcanzado un acuerdo.
Efectivamente, tras unas horas de incertidumbre las jugadoras publicaban un comunicado reiterando su postura. Nada había cambiado, dijeron, y por tanto se mantenían en su posición de no acudir a la convocatoria. Por la noche, el presidente del Consejo Superior de Deportes, Víctor Francos, recordó en la Cadena Ser que, si no lo hacían, el Gobierno se vería obligado contra su voluntad a aplicar la ley, que recoge sanciones de hasta cinco años sin licencia federativa por rechazar una convocatoria a la selección nacional.
Fuera por esa razón o por recomendación de sus asesores legales –que las jugadoras estaban consultando en la noche del lunes–, la realidad es que todas las jugadoras convocadas acudieron finalmente a Oliva (Valencia), donde la RFEF había trasladado la cita para alejar al equipo de la presión mediática. Allí tenían previsto reunirse con el presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), Víctor Francos, quien se ofreció como mediador tras cargar contra la federación, acusarle de hacer que España hiciera “el ridículo” como país con la convocatoria y exigir cambios en la RFEF o elecciones inmediatas.
Los precedentes
El 1 de junio de 2010, apenas tres meses antes de que se disputase el mundial de baloncesto, el jugador Pau Gasol, entonces en el equipo de Los Angeles Lakers, publicó un comunicado que decía: “Tras un período de reflexión con mis médicos, preparadores físicos y fisioterapeutas, tanto españoles como estadounidenses, he comunicado al presidente de la Federación Española de Baloncesto, José Luis Sáez, y al seleccionador nacional, Sergio Scariolo, que las actuales circunstancias desaconsejan mi participación en el próximo mundial de Baloncesto de Turquía 2010”. Nadie cuestionó nada, nadie tuvo que mediar ni pedir que se liberase al que entonces era el mejor jugador español.
Pero tampoco hace falta retroceder 13 años en el tiempo para encontrar un ejemplo. Hace diez días, el tenista Carlos Alcaraz perdió su partido de semifinales del US Open. Un día después, anunció que se tomaba un descanso, lo que de facto le impediría disputar la Copa Davis (lo más parecido a un mundial que tiene el tenis) con España. “Me hacía mucha ilusión jugar por España en la Copa Davis en Valencia, pero tengo que escuchar a mi cuerpo después de una gira muy larga. Necesito parar y descansar, física y mentalmente”, escribió. Dicho y hecho, la federación de tenis le buscó sustituto.
Un ejemplo más extremo, por recurrente, es el de una buena parte de los jugadores habituales en la selección masculina de baloncesto. Por cuestiones de luchas de poder entre los clubes y la federación internacional de baloncesto, desde hace unos años la Euroliga (la principal competición europea de clubes) no para cuando hay partidos de la selección nacional durante el año, habitualmente de clasificación para alguno de los grandes torneos veraniegos. Esto ha derivado –con o sin acuerdos entre las partes– en que si coinciden los partidos de la selección con los de Euroliga (que es bastante habitual porque ambos suelen ser entre semana) el grueso de jugadores, los de los principales equipos y los de la NBA, no van con la selección, que informalmente tiene dos listas de convocados, la A para grandes torneos y la B para las clasificaciones.
Otro ejemplo reciente es el ciclista Juan Ayuso, a medio camino entre joven promesa y realidad (ha sido cuarto esta pasada Vuelta a España). El pasado año, Ayuso anunció que renunciaba a representar a España en el mundial tras una temporada muy exigente. El mensaje de Ayuso, como en los casos anteriores, dejaba entrever que la decisión era suya, no consultada ni consensuada, aunque sí aceptada por el seleccionador. “He tomado la difícil decisión de no ir al Mundial porque considero que no podré representar a España de forma óptima (...). Quiero agradecer al seleccionador y a la Federación Española de Ciclismo por su confianza y comprensión”, publicó en redes.
“Lo normal es que se las desconvoque”
El movimiento no ha pasado desapercibido tanto entre responsables del Gobierno como entre otros deportistas. Francos, del CSD, se refirió a ella este lunes, antes de reunirse con las jugadoras. “Si alguna jugadora no está cómoda, no quiere estar, lo más normal es que, con naturalidad, se la desconvoque y se convoque a otra. Sin ninguna sanción”, opinó.
La jugadora sueca Amanda Ilestedt, rival de España este próximo viernes, opinó que “hay muchas que han firmado y han dicho que no quieren ser seleccionadas y luego pasa igual. Es una situación extraña, por supuesto, no es fácil para las jugadoras”.