El busto de José Ibáñez Martín ya no recibe en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Allí, frente al Arco del Triunfo, lo mantuvo la universidad durante cinco décadas de democracia hasta que la noche del lunes fue retirado el monumento al “filonazi, gran inquisidor y represor del magisterio”, como lo ha definido la Asociación Recuperación Memoria Histórica (ARMH).
Tras explicar a este diario en un primer momento que lo estaban buscando, fuentes de la UCM comentan ahora que ha sido la Universidad quien ha retirado el busto, que está en un almacén. Se ha debido, argumentan, a “motivos de seguridad” porque la figura se está “resquebrajando”. La petición de ver la estatua o una foto con el estado actual ha sido zanjada con un “no”. A la pregunta de si existe la intención de restaurar la obra, la portavoz responde: “Haremos un informe de su estado y se valorará si la restauramos”.
José Ibáñez Martín fue miembro del Opus Dei, afín a las corrientes conservadoras de la Iglesia católica, favoreció la enseñanza religiosa en perjuicio de la pública, que la convirtió a los principios ultraconservadores. Era hombre de confianza de Franco, que le encomendó la dirección de una comisión de carácter histórico y jurídico para legitimar el golpe del 18 de julio. Pero lo más grave, si cabe, fue la ejecución que llevó a cabo contra el cuerpo docente. Se dedicó a perseguir y a depurar a todo aquel que no fuera adepto al régimen.
Erradicó a los elementos contrarios a los golpistas con penas de fusilamiento, destierro y la inhabilitación. Los maestros y maestras de las zonas que caían en manos franquistas debían solicitar su depuración para continuar con la docencia. Los historiadores especialistas en este proceso aseguran que al menos una cuarta parte de los docentes (de un total de 50.527, en 1935) fue castigado.
Por todo se le recuerda como “el gran inquisidor”, como indica Emilio Silva, presidente de la ARMH. Nadie logró escapar de sus garras, ni siquiera la democracia se atrevió a desmontar su homenaje a la entrada de la Universidad Complutense. El busto ha soportado casi cinco décadas de democracia y varios rectores progresistas hasta que ha sido retirado por estar en mal estado.
La Junta de Gobierno de la Universidad Complutense de Madrid montó un gran centro fascista para dar la bienvenida a sus estudiantes en 1943. Hoy el homenaje monumental al franquismo se mantiene gracias a la presencia del Arco de la Victoria.
Del Arco del Triunfo a Nuevos Ministerios
El arco clasicista ejecutado por los arquitectos Modesto López Otero y Pascual Bravo, adornado por los escultores Ramón Arregui, José Ortells y Moisés Huertas, dedicó a la victoria del bando rebelde. Y a sus pies debería haberse colocado, tal y como estaba diseñado el plan, la estatua de Franco a caballo, realizada por el escultor José Capuz. Franco no la quiso ahí. Se desconoce el motivo de la orden, pero el dictador, tras la derrota de Alemania e Italia contra el resto del mundo, quiso rebajar la carga bélica y triunfalista. La mandó a Nuevos Ministerios. El control de los símbolos era una tarea que Franco no desatendía, consciente del mensaje que quería lanzar a través de las artes y del contexto político en el que lo hacía.
Emilio Silva apunta la coincidencia con los actos del próximo lunes, día 20, en el Paraninfo de Filosofía, donde la Facultad va a rendirle homenaje a Nicolás Sánchez Albornoz –que acaba de celebrar su 97 cumpleaños– como integrante de la asociación Federación Universitaria Escolar (FUE). Aquel grupo de estudiantes de diferentes facultades de la Ciudad Universitaria se unieron para reivindicar, en pleno franquismo, los ideales de libertad y justicia social. La acción más arriesgada fueron las pintadas que realizaron en el ábside principal, de ladrillo, de la Facultad de Filosofía. “FUE”. “VIVA FUE”. “VIVA LA UNIVERSIDAD”. “MACHADO”. “LORCA”. “VIVA LA UNIVERSIDAD LIBRE”. Apenas se ven. Las realizaron en el invierno de 1947 y Manuel Lamana y Nicolás Sánchez Albornoz fueron arrestados y condenados a trabajos forzados en el penal de Cuelgamuros, del que escaparon en 1948.
Una estudiante de Químicas, Mercedes Vega, creó una fórmula mágica con la que realizar las pintadas: la base era una solución de nitrato de plata al agua, que hacía aparecer y desaparecer las proclamas. Al sol, la solución ennegrece. De noche, desaparece. El arquitecto Pablo Pintado reconoció que los operarios con la orden de acabar con las pintadas eran incapaces de hallarlas. Sin embargo, terminaron por encontrarlas, se afanaron en hacerlas desaparecer y la solución se resistió lo que pudo.
En el año 2017, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, protegió como Bien de Interés Cultural (BIC) el edificio de Filosofía de la Complutense, pero no sus pintadas antifranquistas. Junto a los grafitis modernos pueden intuirse levemente las trazas de las pintadas de los miembros de la FUE. En 2006, se procedió al “pulido” de estos restos en negativo sobre la piedra hasta hacerlos desaparecer. El símbolo de aquella España que se levantó contra el franquismo está en peligro de extinción, mientras en el hall de entrada de la misma facultad hay una placa en homenaje a Francisco Franco. El próximo lunes Nicolás Sánchez Albornoz llegará a la Universidad Complutense sin el busto del represor José Ibáñez Martín, pero tendrá que pasar por delante de la placa.