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Detectives para detener las cadenas de transmisión: así es el trabajo de los rastreadores del coronavirus

Dos técnicas sanitarias saliendo del Centro de Salud Cerro del Aire en Majadahonda (Madrid) para realizar estudios de seroprevalencia en domicilios.

Marta Borraz

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Suena el teléfono. “Buenos días. Le llamo porque ha estado usted en contacto estrecho con una persona que ha dado positivo en coronavirus”. Podría ser el inicio de una de las muchas conversaciones que hoy mismo se están dando, o deberían, en cualquier lugar de España. Reconstruir los pasos de cada caso confirmado y buscar a las personas con las que ha estado es la laboriosa tarea que desempeñan los llamados rastreadores, una de las claves de la desescalada. “No es tan sencillo. De muchas cosas se acuerdan, pero tenemos que ir haciendo preguntas y conduciéndoles hacia atrás para refrescar la memoria”, cuenta Elena Imaña, enfermera de una de las 'unidades de coronavirus' creadas en La Rioja para este fin.

Como si de completar las piezas de un puzle se tratara, estos equipos se encargan de hablar con cada persona con PCR positiva para encontrar a sus contactos desde las 48 horas anteriores al inicio de síntomas. Deben ser estrechos; es decir, que hayan estado en el mismo lugar a una distancia menor de dos metros y más de 15 minutos. En los transportes “de largo recorrido” son aquellas personas a un radio de dos asientos alrededor del caso, especifica Sanidad. Todos los países están inmersos en diseñar estos sistemas, pero en España dependen de cada comunidad y no todas los han implementado a tiempo ni de la misma forma. 

Los modelos difieren entre territorios, pero el objetivo de esta especie de detectives sanitarios es claro: seguir el rastro del virus para evitar que se reproduzca. Los Servicios de Salud Pública ya se encargaban antes de la vigilancia epidemiológica con otras enfermedades infecciosas, pero ahora el reto es la envergadura. Hasta qué punto puede ayudar la tecnología y cómo se conjuga con la privacidad y la vigilancia está en el centro del debate y el Gobierno ya ha anunciado que Canarias será el proyecto piloto de una aplicación de rastreo, pero, de momento, el trabajo es manual; a base de teléfono y dotes comunicativas.

El recorrido empieza “cuando tenemos un confirmado y nos ponemos en contacto con él”, explica Elena Imaña. A partir de ahí los rastreadores deben empezar a escudriñar en su memoria y en lo que han hecho en los días pasados. Con quién comparte domicilio es lo más obvio, pero hay otras cosas que pasan desapercibidas y hay que ayudar. “¿Has ido al supermercado? ¿Te encontraste con alguien? Cuando estuviste en esta tienda, ¿te quedaste mucho rato? ¿Comiste en el trabajo?”. El tiempo estimado para entrevistar a cada positivo es de unas dos horas –y 12 en total–, de acuerdo con los cálculos del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades. El resultado es una lista de contactos a los que también deben llamar.

Las respuestas a las preguntas van conformando el mapa que a medida que avanza la desescalada se agranda. Con el confinamiento, apenas hay contactos, pero los alivios sociales los propician. Ana Darias, subdirectora médica en la gerencia de Atención Primaria de Tenerife y responsable del 'equipo de gestión del coronavirus', explica que se empiezan a ver los resultados del desconfinamiento: “Esta semana hemos captado, por ejemplo, una celebración familiar de un cumpleaños y un entierro. Del primer evento salieron ocho contactos y del segundo seis”. A medida que avanzan las fases, las actividades y amplitud de las reuniones permitidas se extienden, pero al mismo tiempo la transmisión del virus debería ser menor.

Desde Asturias, Francisca Morán, que integra el llamado Sistema de Vigilancia de Contactos Estrechos, apunta a que el número de contactos de cada persona “varía mucho ahora mismo”. En esta primera etapa, algunas “están empezando a hacer una vida más o menos activa” y salen de compras, quedan con amigos o se reúnen en terrazas, que es lo que está permitido en la fase 1 en la que está la mayor parte de España, pero otras “casi están todavía en confinamiento”. En su caso, el listado de contactos ya llega a sus manos elaborado por el coordinador de cada área sanitaria, así que su labor se centra en el siguiente eslabón: llamar a cada una de las personas para explicarles que son contacto estrecho, serán monitorizados y deben hacer cuarentena.

Cuarentena y seguimiento

La mayoría de teléfonos los obtienen del propio caso confirmado, pero si no, tiran de las bases de datos de Atención Primaria. Su labor es informarles y explicarles que deben hacer cuarentena durante 14 días, el tiempo máximo de incubación del coronavirus, y durante el que tendrán seguimiento. Deben estar pendientes de si aparecen síntomas, tomarse la temperatura un par de veces al día, extremar la higiene y la desinfección, no salir de casa, utilizar menaje y utensilios propios y, si es posible, aislarse del resto de convivientes y usar baño para ellos solos. Si deben salir de la vivienda “de forma excepcional”, tienen que hacerlo con la máxima protección. En Canarias, por ejemplo, se les  hace una PCR a los siete días y si pasan a ser caso confirmado, comienza el proceso de nuevo. 

Como no todo el mundo cuenta con las condiciones para aislarse de forma óptima en sus domicilios, la coordinación con Servicios Sociales es clave. Darias explica que en el archipiélago esto ya se hacía desde el principio de la epidemia, pero ahora pueden detectarse más situaciones de riesgo de exclusión social. “El médico de Atención Primaria o nosotros hacemos una evaluación de esto; de si tiene apoyo social o familiar y reportamos los casos a Servicios Sociales, que evalúan las necesidades, por ejemplo, si requiere que le hagan la compra o tramitar alguna ayuda económica”. 

La reacción de los contactos que reciben la llamada “está siendo en general muy buena”, no suele ser una sorpresa porque una inmensa mayoría se lo esperan al haberles avisado su familiar o amigo, dice Morán. Es más, “la ciudadanía está concienciada, sabe que es necesario e incluso agradece que se les haga seguimiento”. En otros casos, como en los establecimientos visitados, también se sigue el mismo proceso: “El fin de semana llamamos a una peluquería en la que había estado un positivo, pero como habían usado todas las medidas de protección, no se considera contacto estrecho”, ejemplifica Noemí Marauri, directora de Enfermería de Atención Primaria de La Rioja. 

El trabajo precisa una amalgama de dotes comunicativas y sanitarias porque “al final estás llamando a puerta fría” y “tienes que conseguir que la gente se aísle”, así que “hay que hacerlo con amabilidad y discreción”, señala la experta. Tanto en La Rioja como en Asturias y Canarias, las profesionales han recibido formación y cuentan con protocolos específicos y guías de actuación en base a las directrices establecidas por Sanidad, coinciden. La directora de Enfermería de Atención Primaria de La Rioja incide en que la idea es que el virus “no encuentre personas a las que saltar si somos capaces de aislarlo”, es decir, lograr cortar las cadenas de transmisión para que la situación no vuelva a desbordarse.

Diferencias entre comunidades

El sistema de rastreos, sin embargo, no es igual de robusto en toda España. Ni siquiera todas las comunidades autónomas dan información y las cifras de profesionales de unas y otras son difícilmente comparables. En La Rioja, que según el estudio de seroprevalencia es la que más casos reales de COVID-19 ha logrado detectar, prevén completar un equipo de 30 personas. Cada una está adjudicada a una zona de salud y hace de enlace entre esta y Salud Pública. En Asturias, una cifra similar se reparte por áreas sanitarias, que a su vez cuentan con coordinadores. En la parte alta de la pirámide, otro equipo central dirige todo el sistema.

Sanidad no ha establecido criterios cuantitativos sobre las capacidades requeridas, pero esta es una de las exigidas para avanzar en la desescalada y las comunidades deben reportar semanalmente el número de profesionales que se dedican a ello. Las carencias de Madrid, de hecho, fueron una de las razones que dejaron a la región fuera del paso a la fase 1. La comunidad remitió una carta a Sanidad en la que constaba una contratación de 600 personas en Atención Primaria y 136 en Salud Pública (habían anunciado 400), una cifra que ampliaron a 172. A ellos se les sumarán un centenar de rastreadores aportados por Madrid Salud, pero junto al baile de cifras, aún los detalles y la organización del sistema son una incógnita.

En otras comunidades los datos son variados, pero la mayoría utilizan para rastrear un modelo mixto entre los equipos encargados previamente de la vigilancia epidemiológica y Atención Primaria. Murcia afirma que el sistema consta de 50 profesionales y “un mínimo de dos personas” en cada uno de los 85 centros de salud dedicadas a ello y Castilla y León ha anunciado una contratación de 195 refuerzos. En Castilla-La Mancha son un total de 836; 37 en Cantabria; en Euskadi 184 y en Catalunya se limitan a informar de una contratación de 200 profesionales para reforzar el Servicio de Vigilancia Epidemiológica.

Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, apunta a que “lo importante” es que el sistema cumpla con varios requisitos: que exista “un protocolo riguroso” y que el rastreo sea “exhaustivo”; que esté “bien articulado” y coordinado con Salud Pública y Atención Primaria; que haya capacidad de hacer PCR y de aislar a los contactos. Los expertos reiteran que este es “el principal instrumento” para evitar un rebrote y así lo determina también Sanidad. Las directrices son claras: PCR a los sospechosos en las primeras 24 horas y rastreo de contactos. 

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