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Díaz Ayuso esparce dudas sobre los daños de la contaminación al tiempo que defiende el uso del coche sin restricciones

Isabel Díaz Ayuso con el equipo de Gobierno de la Comunidad de Madrid.

Raúl Rejón

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Las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sobre la contaminación atmosférica en las que afirmó que “nadie ha muerto tampoco de esto”, reafirman la línea seguida desde hace tiempo por esta política del PP para afrontar la polución del aire: no negar frontalmente que haya un problema, pero restar importancia: “La contaminación a nadie nos gusta”, dijo, pero “no se va a morir la gente. Tal y como se expone muchas veces creo que no es real”. 

La historiadora de la ciencia Naomi Oreskes ha explicado en su análisis Mercaderes de la duda  que esta línea de actuación –utilizada por negacionistas desde la adicción creada por el tabaco, la lluvia ácida hasta el cambio climático– es “una historia sobre vender incertidumbre para evitar la regulación”. 

Oreskes sostiene que estos negacionistas han actuado contra la regulación para “proteger el libre mercado” basándose en que “las libertades civiles y la libertad de mercado están ligadas inseparablemente porque la única manera de controlar los  mercados es controlando a las personas que actúan en él”.

La cuestión es que Isabel Díaz Ayuso se ha mostrado reacia a regular el tráfico de vehículos contaminantes para reducir los niveles de contaminación del aire a pesar de que el propio Inventario de Emisiones de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid presidida ahora por Ayuso indica que, de las 50.000 toneladas de óxidos de nitrógeno lanzadas en la comunidad en 2017, unas 40.000 corresponden al “tráfico por carretera”. 

Tan reacia como para, en 2018, afirmar que el protocolo ante picos de contaminación desarrollado por el Ayuntamiento de Madrid era una estrategia para “controlar nuestras vidas y decirnos cuándo y cómo tenemos que movernos o entrar en Madrid. Quieren acabar con la libertad y la vida cotidiana en las ciudades”. 

En aquella ocasión, el argumento de mercado estalló con pleno esplendor: Así “ni la gente va a querer a venir al centro ni a consumir, ni a comprar, ni a emprender, ni a recibir visitas ni a nada”, desgranaba Díaz Ayuso.

Ya siendo candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso aseveró el 24 de abril  que la zona de bajas emisiones Madrid Central había fulminado, según su criterio, una de las esencias de la ciudad al evitar congestiones de tráfico. A pesar de no ser “un motivo de disfrute”, sí son “una seña de identidad del ciudad, de que la calle está viva”, explicó. “El atasco cuando sales a cenar no es el que peor llevas. Era parte de la vida de Madrid”, resumió.

La política del PP ha puesto ahora sordina a las evidencias científicas al afirmar este 2020 que “no quiero que se cree una alarma de salud pública porque no la hay”. La presidenta madrileña ya deslizó, sin concretar, durante la Cumbre del Clima de Madrid el pasado diciembre que “algún día sabremos qué hay detrás de las emergencias climáticas”. Ayuso ilustró el 1 de enero su método antipolución: “Lo importante es que cada vez más personas utilicen el transporte público porque así lo quieren”. 

En la ciudad de Madrid, el propio equipo de gobierno del PP admitía en su Plan de Calidad del Aire 2009-2015 que el 65% de las emisiones de óxidos de nitrógeno tenían el mismo origen: el tráfico. Y que el principal problema estaba en atajar el dióxido de nitrógeno (NO) cuyos niveles superan los límites legales desde 2010. “El Ayuntamiento es consciente de que el principal reto consiste en incrementar aún más la reducción de las emisiones (...) de manera muy especial del tráfico”, dejaron por escrito.

Diez años después, la presidenta popular Díaz Ayuso sostuvo en su entrevista del primer día de 2020 que el problema de la contaminación “tenemos que ir atajándolo poco a poco”, a pesar de que ya se haya completado casi un decenio sobrepasando los umbrales marcados en la ley y que, por esto, la Comisión Europea haya llevado a España ante los tribunales europeos por incumplir la normativa. 

Nuevos discursos negacionistas

Los nuevos discursos negacionistas en materia ambiental en España han optado por vincular las políticas ecologistas con una supuesta agenda oculta del “comunismo”. La misma Ayuso afirmó sobre las medidas ante episodios de contaminación alta de hace dos años que “aquí detrás hay un ataque ideológico”. El PP sostenía que era “un ataque a la libertad de movilidad de movilidad de los madrileños” prohibir que algunos coches circularan por la ciudad cuando el tóxico NO alcanzara ciertos umbrales.

Poco después de que hablara la presidenta de la Comunidad de Madrid, su asesor de campaña, Miguel Ángel Rodríguez, la defendía diciendo en twitter: “Recordad que el Comunismo no solo busca la destrucción profesional, sino el aniquilamiento personal”. Y repetía que “el comunismo que nos gobierna” es “dueño” del CSIC.

Lo decía porque el Consejo Superior de Investigaciones Científicas había desmentido las afirmaciones de su asesorada. No comentó sobre el contenido de los comentarios del CSIC –que enlazaba en un hilo de tuits estudios sobre la materia– sino sobre el hecho de que reaccionaran el 1 de enero (la fecha en la que fueron emitidas en la Cadena Ser las opiniones de Ayuso sobre la contaminación).

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