España, al igual que otros países mediterráneos, ha sido internacionalmente reconocida y valorada por tener una dieta basada en productos frescos, cultivados localmentef y saludables. Sin embargo, la realidad es que en las últimas décadas el país ha ido abandonado este patrón de consumo, lo que está teniendo importantes efectos sobre la salud de los españoles y sobre el medio ambiente. Según los resultados de un estudio publicado en la revista Science of The Total Environment, la dieta española actual se está desplazando hacia una que “contiene tres veces más carne, productos lácteos y azucarados, y un tercio menos de frutas, verduras y cereales” que la dieta recomendada.
“Nos hemos ido alejando de la dieta mediterránea desde los años 70, que es la época en la que la dieta de los hogares españoles más se aproximaba a lo que hoy se recomienda”, asegura a eldiario.es el principal autor de este estudio, el investigador de la Universidad Politécnica de Madrid, Alejandro Blas. Durante este tiempo, explica este investigador, “hemos pasado de unos patrones de consumo locales, saludables y sostenibles a otros que resultan menos saludables y claramente más perjudiciales para el medio ambiente”.
El efecto de este cambio es que, a día de hoy, las tasas de obesidad y sobrepeso en España se sitúan por encima de la media de la UE. “España es uno de los países de la cuenca mediterránea que más se está alejando de la dieta tradicional y eso se refleja en que tenemos unos índices de obesidad y sobrepeso que son superiores a los de muchos países mediterráneos”, asegura Blas, quien recuerda que “la dieta mediterránea es menos calórica, puesto que contiene menos proteínas y grasas y es más rica en fibra y micronutrientes”.
Excesivo uso de agua
Además, los cambios observados en la dieta también han provocado un aumento de la huella hídrica de un 34%. Para llegar a este resultado, los investigadores calcularon los litros de agua que son necesarios para obtener un kilogramo de alimento y compararon los patrones de consumo en las últimas décadas y los de las actuales recomendaciones nutricionales, para ver la diferencia en la huella hídrica.
“Actualmente necesitamos 3.300 litros agua para producir los alimentos que se come una persona al día”, asegura Blas, y “al desviarnos de la dieta mediterránea estamos consumiendo unos 750 litros más por persona al día”, un resultado que también incluye el agua de origen terrestre que se utiliza para la producción de alimentos, como el agua de lluvia.
Sin embargo, si solo se tiene en cuenta el agua de riego, de la que en España se consumen unos 400 litros diarios por habitante para la producción de alimentos, el estudio concluye que el cambio a una dieta mediterránea implicaría un ahorro de 34 litros per capita al día, un ahorro que equivale a más de una cuarta parte del consumo de agua doméstico de un ciudadano español, que corresponde a unos 120 litros diarios.
Los resultados de este estudio confirman los obtenidos en investigaciones anteriores, que ya habían alertado de la necesidad de que los ciudadanos sigan patrones de consumo más saludables y sostenibles. “Sus resultados coinciden en general con nuestra evaluación anterior, en la que observamos que los ciudadanos de varias ciudades mediterráneas consumen demasiados productos animales y azúcar y que el cambio a una dieta mediterránea reduciría la huella hídrica global”, asegura a eldiario.es el investigador del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, Davy Vanham.
Vanham, autor de otro reciente estudio en el que también se analizó la sostenibilidad de las dietas actuales en varias ciudades mediterráneas, asegura que el estudio de Blas es “sólido y valioso para describir la situación en España” y recuerda que la dieta mediterránea es una dieta sostenible y que va en línea con la “dieta de salud planetaria” promovida recientemente por una comisión internacional de la revista The Lancet.
Exceso de productos de origen animal
Tanto por motivos de salud, como de sostenibilidad ambiental, ambos investigadores señalan especialmente la necesidad de reducir el consumo de productos de origen animal, puesto que “la producción de estos productos alimenticios es muy intensiva en agua”, explica Vanham, que en uno de sus últimos estudios concluyó que una dieta vegetariana sería la que tendría una huella hídrica menor.
Blas, por su parte, aclara que no es está pidiendo reducir el consumo de carne a cero, pero asegura que “no se puede consumir carne todos los días, primero porque no es saludable y segundo por la cantidad tan grande de recursos que es necesaria para producir este alimento”.
Según los resultados de su investigación, para alcanzar las recomendaciones nutricionales de una dieta mediterránea, deberíamos reducir el consumo de productos azucarados en 86 kilogramos por persona al año, el de carnes en 25 kilogramos y el de productos lácteos en 50 kilogramos, mientras que cada español debería comer unos 100 kilogramos más de frutas y verduras al año y 50 kilogramos más de cereales.
El efecto de la globalización
Entre los posibles motivos que han dado lugar a la transformación de los patrones alimentarios de los españoles, Blas señala diversos factores, como la urbanización de la sociedad, con el progresivo abandono de la vida rural, la incorporación de la mujer al trabajo o, especialmente, la globalización.
“Uno de los grandes factores que ha provocado un cambio en la dieta es el hecho de que en un supermercado puedas encontrar casi cualquier producto de cualquier país”, destaca Blas, “algo que es relativamente nuevo, dado que hace 20 ó 30 años en los supermercados prácticamente solo había productos locales o nacionales”.
Según este investigador, el hecho de que consumamos alimentos producidos en otros países no solo tiene una huella de carbono, sino que “también tiene una huella hídrica”. En este sentido, Blas asegura que, a pesar de ser “un país eminentemente agrícola”, en España “el 40% del agua que se utiliza para producir los alimentos viene de fuera, es lo que llamamos agua virtual”.
Además, Blas recuerda que uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio es el de conseguir una producción y un consumo responsables y hace especial hincapié en la capacidad de los consumidores para tratar de mejorar la situación, ya que, “llevar una dieta responsable puede ayudar al medio ambiente tanto o más que los esfuerzos que se hacen desde el lado de la producción”.