Diez maneras de ayudar a una amiga con cáncer de mama
Un diagnóstico de cáncer de mama es un mazazo de tal magnitud en la vida de cualquiera que muchas personas no saben cómo gestionarlo. En ocasiones, con toda la buena intención del mundo agravan el problema en lugar de aligerar la carga de las pacientes. Yo pasé por un proceso parecido hace algunos años y viví situaciones de todo tipo, algunas de ellas tragicómicas.
Esta lista de consejos que os propongo me funcionaron a mí, en mi caso concreto. Eso no significa que puedan aplicarse a cualquiera, pero si sirvieran para ayudar a una sola mujer habrá merecido la pena el tiempo que le hemos dedicado. Este texto permanecía olvidado en el fondo de mi ordenador desde entonces, pero ha sido el reciente diagnóstico de una amiga lo que me ha animado a publicarlo por fin. Así que, va por ti, Cristina.
01. Nada de aspavientos
Tu amiga te acaba de contar que tiene cáncer. Trata de controlar tus propias emociones, manteniendo la calma y la serenidad. Evita a toda costa proyectar tu miedo sobre ella, ni hables imaginando lo que sería una noticia así en tu propia vida. El problema lo tiene ella, no tú. No le recuerdes la cantidad de gente que muere de cáncer pero tampoco hagas lo contrario, quitarle importancia o especular con que todo va a salir bien. En este momento ella estará en shock y no puede pensar con claridad. Necesitará personas lúcidas a su alrededor que la guíen en sus necesidades, no gente que trate de hacer auto-terapia a través de los demás. No lo olvides. Serenidad, por favor.
Con todo el cariño del mundo hacia las personas que hayan reaccionado así, les dedicamos estas viñetas. Todo dependerá del nivel de confianza que tengas con ella y de lo que puedas llegar a ayudar, pero conseguir que hable con alguien que haya pasado por lo mismo es mano de santo.
02. Mejor un mensaje que una llamada
Desde que le han comunicado la noticia, tu amiga probablemente haya colapsado y puede que esté con las lágrimas a flor de piel. Si la llamas por teléfono en un momento tan complejo, más que ayudarla, quizá lo único que consigas es que reviva el disgusto una y otra vez. A no ser que sea muy, muy cercana, trata de comunicarte con ella por mensajes. De esta manera respetarás sus tiempos y la información que quiera darte.
Aunque te mueras de curiosidad por conocer los detalles, espera a que sea ella la que tome la iniciativa. Cuando haya pasado un tiempo prudencial y ella lo haya asimilado, adelante, llámala.
03. Internet… ¡Caca!
No dejes que busque información en internet y mucho menos a través de Google, que rastreará y guardará su búsqueda y la atormentará con publicidad relativa al cáncer y la salud durante meses. A mí me ayudó mucho leer libros con altas dosis de rigor.
La búsqueda desesperada de soluciones rápidas, mágicas y alternativas es una de las fases de la asimilación de la noticia, después de la negación. No dejes que tu amiga se pierda en ella. Sácala con firmeza de ahí, si ves que desvaría.
04. Nadie tiene la culpa
Llegados a este punto hay que subrayar con rotulador rojo bien grande: nosotras no provocamos nuestras enfermedades. Por lo tanto no somos culpables de tenerlas. Expulsa de tu vida a quien piense que tu cáncer te lo has provocado tú misma, es gente altamente tóxica. Cualquier oncóloga te puede poner miles de ejemplos de mujeres que llevaban dieta saludable y hacían deporte, de mujeres altamente estresadas y otras que no lo estaban, de mujeres gordas, delgadas, vegetarianas, etc… y todas ellas desarrollaron un cáncer. Es una enfermedad de origen multifactorial. Y no siempre está a nuestro alcance controlar todos los elementos que lo generan.
Y otra cosa. Es importante no dejarse llevar por pensamientos negativos. Pero no va a pasar nada si se experimentan de vez en cuando. Y mucho menos debe sentirse culpable si la invade el pesimismo. Es completamente humano y no va a tener ninguna incidencia sobre el proceso de sanación.
05. Nunca sola a la consulta
Una vez que le han confirmado el diagnóstico, asegúrate de que nunca vaya sola a hacerse las pruebas. Por mucho que ella se empeñe, por mucho que os diga que no os molestéis, que no necesita compañía. Al médico y a las pruebas, siempre acompañada. Porque, además, el nivel de palabrejas y jerga médica a la que va a ser sometida constituye todo un máster en medicina de obligado estudio para entender todo lo que se le viene encima. Y mejor si hay cuatro orejas y dos cerebros atendiendo.
06. Reposo es reposo
Esta anécdota me la contó mi doctora y me reí mucho imaginándola: una mujer acude a la consulta acompañada de su marido. Cuando comienza a explicarles a los dos que la paciente necesita reposo absoluto, nota que la mujer hace pequeñas señales apuntando a su marido.
07. Visitas de dos en dos
El estado de cansancio y agotamiento que atravesará durante el tratamiento es enorme y tu amiga quizá no tenga la cabeza para nada más, excepto cuidar de sí misma. Una visita unipersonal requiere concentrarse y participar en la conversación por cortesía, mientras que si vais de dos en dos puede ser más llevadero. Las visitadoras hablarán entre sí y ella no se sentirá obligada a intervenir, si no le apetece hablar. Mantener la atención cuando todas las células del cuerpo están focalizadas en luchar contra el tumor es agotador, así que mucho más cómodo si puede desconectar mentalmente cuando lo necesite.
Y ni se te ocurra echarte perfume. Colonias, perfumes, ambientadores y olores fuertes en general se transforman en algo muy molesto, porque en el proceso de curación los sentidos del gusto y del olfato se ven muy alterados.
08. El regalo infalible: crema hidratante
Puestos a elegir objetos o acciones que puedan ayudar a tu amiga, el abanico de posibilidades es amplio: desde una peluca si quiere ponérsela, hasta un tupper rebosante de comida sana. Pero hay un efecto secundario que yo desconocía de la quimio y es el elevado nivel de deshidratación que produce.
Una buena crema hidratante es un regalo muy útil que utilizará seguro. Para pieles mixtas, secas, sensibles… da igual. Quizá tenga que combinarlas en un mismo día varias veces. Y ojo, que una crema de farmacia no es sinónimo de “buena crema” para una paciente oncológica. Cada cosmético que yo uso lo analizo con una de esas aplicaciones de móvil que detecta si en su composición hay alguna sustancia cancerígena. “Yo no me fío mucho de esas cosas”, me dijo una vez una farmacéutica. “Cuando hayas sobrevivido a un cáncer, vienes y me lo cuentas.” Le contesté.
09. En la sala, silencio, por favor
Yo desconocía por completo en qué consistía la quimioterapia. Lo relacionaba con el verbo “quemar” y puestos a imaginar, visualizaba un rayo láser que quemaba el interior del cuerpo en busca del tumor maligno. Pero no. Viene de química. Los químicos que te inyectan en el cuerpo a través de un catéter subcutáneo, que implantan temporalmente en una zona del escote y vuelven a extraer cuando todo ha acabado.
El proceso de administración de la quimio suele durar varias horas y produce un estado de sopor cercano al sueño. Cada ruido, cada voz subida de volumen se convierte en una desagradable cacofonía. Por favor, si acompañas a una paciente de cáncer en este momento, guarda silencio, por ella y por el resto de pacientes que estén en la sala del chute. Te lo agradecerán.
10. El final no es el final
Otro de los momentos que suele pillar desprevenidas a las pacientes es cuando todo el proceso acaba. Después del agresivo tratamiento ya está curada y hay que volver a la vida. El planeta ha continuado girando pero la enfermedad impuso un tiempo diferente, más pausado y minimalista. Todas las personas que han estado echando una mano y cuidando acusan también el cansancio y necesitan volver a sus actividades cotidianas.
Yo me sentía como si acabara de salir de la cárcel. El mundo iba muy deprisa y yo iba muy despacio, no lograba adaptarme a lo de antes. Tardé en volver a apreciar los sabores, a disfrutar de los olores, a preocuparme por las mismas tonterías de siempre. Fue un periodo de vulnerabilidad inesperada en el que desapareció la que había sido la principal ocupación durante meses: curarme. Había desaparecido el suelo bajo mis pies.
Pues bien. En ese momento, sigue con el ojo puesto en tu amiga porque te aseguro que, por muy abrumada que se sienta ya por tantas atenciones, seguirá necesitándolas un poquito más. Así que no la sueltes de la mano hasta que te asegures que camina sola, firme y al mismo ritmo de antes.
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