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“Alguien señala y otros ejecutan”: así legitima el discurso político de ultraderecha los ataques a símbolos feministas

La réplica del mural feminista de Ciudad Lineal, que se pintó el pasado 6 de marzo junto a la estación de Getafe Central.

Marta Borraz / Elena Cabrera

9 de marzo de 2021 22:16 h

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Los ataques a los símbolos de la lucha por la igualdad de las mujeres, en forma de murales u otros homenajes, han marcado este 8M. El más representativo y el que parece que ha activado la vandalización de otros en Getafe, Alcalá de Henares, Gandía o Huelva, está situado en el barrio madrileño de Ciudad Lineal. Llevaba dos años pasando desapercibido hasta que la representación de Vox en el pleno de la Junta de Distrito sacó adelante una votación, con el apoyo de PP y Ciudadanos, para que fuera borrado debido “a su mensaje político”. Las vecinas y vecinos lo defendieron, lo que provocó que Ciudadanos, que gobierna la Junta, cambiara su voto y el mural se salvara. Pero el 8 de marzo apareció cubierto de pintura negra.

No es la única ofensiva contra el feminismo durante estos días. Un 8M de flores y mariposas realizadas en croché en Colmenarejo (Madrid) fue quemado; en Cuenca, la pancarta que las feministas colocaron para renombrar el puente Mariano Moreno como “puente Vivas Nos Queremos” apareció cubierto de tachaduras y pinturas el 6 de marzo y en Sevilla, la pancarta que la Diputación había colocado en la verja de su sede fue hecha jirones. En la concentración estática de Barcelona, un hombre roció con gas pimienta a cinco mujeres que estaban en el bloque no mixto de trabajadoras del hogar del sindicato Sindillar/Sindihoga, mientras que en la Puerta del Sol de Madrid un grupo de personas irrumpió en la protesta convocada por el Sindicato de Estudiantes cantando el 'Cara al Sol'.

Los ataques al movimiento feminista no son nuevos, pero este 8M ha desatado una ola de acciones acumuladas en torno a la fecha más simbólica para la lucha en favor de los derechos de las mujeres. Todo ello en un escenario político muy polarizado y azuzado por el negacionismo de la violencia machista de Vox y el continuo cuestionamiento que hace la formación de extrema derecha del feminismo. No solo en términos de veto a las políticas de igualdad de género desde las instituciones, a las que entró por primera vez hace algo más de dos años, sino también en lo que se refiere a erigirse como altavoz del antifeminismo.

El establecimiento de una relación de causa y efecto entre los discursos políticos y las agresiones y ataques no es fácil de demostrar, pero en lo que sí coinciden las expertas consultadas es que estas acciones vienen precedidas “de un clima de legitimación de los discursos de odio” por parte de la extrema derecha y que funcionan exactamente tal y como hemos visto en el caso del 8M. Funciona “deshumanizando, rebajando o descalificando a personas o colectivos”, además de “como sucede muchas veces con la homosexualidad, legitimando una especie de reacción de autodefensa social sobre colectivos que se señalan como el origen de determinados males”, como ha ocurrido con la expansión del coronavirus y el feminismo, explica la abogada penalista experta en igualdad de género y derechos humanos Laia Serra.

Y es que este 8M, además, llegaba atravesado por el relato creado por la derecha en torno a esta misma fecha de 2020, señalada como foco clave de expansión de la COVID-19, lo que ha servido a los sectores conservadores para desacreditar la gestión del Gobierno durante la pandemia, y también al feminismo. Un fantasma que han vuelto a agitar a medida que el día se acercaba: Vox llegó a pedir que se declarara el Día Nacional de las Víctimas de Coronavirus, mientras que Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, donde al final se prohibieron las concentraciones, lo calificó como el “día de la mujer contagiada”.

El paradigma del mural de Ciudad Lineal

El Partido Popular se mueve entre arenas movedizas: Pablo Casado quiere marcar distancias con los de Abascal, pero no siempre condena sus discursos de forma contundente y es habitual su defensa tibia de la igualdad. Y ocurre algo similar con otros representantes de su partido. Un ejemplo paradigmático es lo ocurrido con el mural de Ciudad Lineal: el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, prometió este lunes que lo devolvería a su estado anterior, pero solo hace unas semanas apoyó la idea de Vox de borrarlo.

En este sentido, la Catedrática de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona Eva Anduiza señala como “clave” el papel de los populares, porque su posicionamiento “condicionará a la hora de contener las repercusiones que pueda tener el discurso” de Vox. “En España la cuestión de la Ley de Violencia de Género, por ejemplo, suscitó un consenso muy importante solo roto con la aparición de Vox. Hay que ver si este contexto se mantiene”, añade.

Precisamente el pasado 23 de febrero la formación de Santiago Abascal presentó en el Congreso una iniciativa para derogar la norma a la que todos los partidos votaron en contra. El bloque de izquierda y nacionalista plantó al partido respondiendo con los nombres de todas las mujeres asesinadas desde 2003, algo a lo que el PP y Ciudadanos descartaron unirse, aunque sí aplaudieron las intervenciones y participaron en la ovación final que dejó solo a Vox.

La politóloga Verónica Fumanal observa una “concatenación clarísima del efecto del discurso político: hay alguien que señala y otros que ejecutan”. El mural se había inaugurado en septiembre de 2018, “el año grande del feminismo, donde hay una enorme consenso social entre mujeres del mundo de la izquierda y también de la derecha”, explica Fumanal, “y por tanto ese mural es considerado como algo que nos concierne a todas y a todos”. Pero, en cambio, algo se activa cuando “un partido político lo pone en la picota, lo quiere eliminar porque lo considera de parte, lo tilda de antidemocrático y dice que agrede a los que se supone que no son parte de ese movimiento”. A partir de ahí “se ha generado el señalamiento de este mural como algo peligroso y ofensivo”.

En ese momento comienza un debate en las instituciones políticas locales pero, en realidad “da igual ese debate” porque “lo que se produce es una cámara de resonancia donde se lo sitúa en el punto de mira y esos partidarios consideran que hay que quitarlo sí o sí”. Es ahí donde la politóloga observa “la influencia de ese discurso político, que parece inocuo porque son minoría, de momento, pero sí que son peligrosos porque es como sacar la pasta de dientes del tubo: una vez que la has sacado no se puede volver a meter”, advierte.

Ataques que son “una advertencia colectiva”

La acumulación de ataques alrededor del 8M, y fundamentalmente en murales públicos y manifestaciones, apuntan las expertas, no es casual. La fecha es importante, recalca la abogada Laia Serra, porque “son crímenes de odio simbólicos, de afianzamiento del poder, así que el hecho de que se haga de esta forma tiene todo el sentido porque es una advertencia colectiva y de disciplinamiento social a todas las mujeres”, añade. Para Serra, los actos son una manera de “intentar marcar territorio y ejercer poder” frente al avance de derechos y apunta a que no constituyen un hecho aislado, sino “un ataque contra el feminismo en general, contra todas las mujeres. Por eso lo que atacan son símbolos políticos y públicos”.

En este sentido, Anduiza circunscribe la ola de ataques en el marco de un fenómeno común en sociología, el backlash, un término inglés que hace referencia a una respuesta negativa por parte de grupos o personas en contra de algo que ha avanzado o ganado popularidad. “Cuando hay un momento de movilización feminista progresista” siempre trae consigo “un contramovimiento conservador y antifeminista”. A nivel político “macro” sería la aparición de Vox, en cuyo discurso “juega un papel muy importante el feminismo”, pero también a nivel individual “con actitudes sexistas más sutiles, que vienen a decir que las protestas no están justificadas porque no hay discriminación o que las leyes perjudican a los hombres”. Un discurso que “está más presente o se ha visibilizado más”, señala la catedrática de Ciencias Políticas.

El “shock” o punto de inflexión fue 2018, año en el que las protestas feministas por el 8M empezaron a ser multitudinarias y se combinaron con el foco puesto en la violencia sexual, con el movimiento MeToo o el caso de 'la manada'. Al principio “la reacción fue 'esto es un grave problema', pero después ha aparecido el backlash, que seguramente estamos viendo cómo se intensifica ahora”.

La cascada de ataques, uno a uno

Frente al mural de Ciudad Lineal (Madrid) vandalizado con gigantes borrones de pintura negra, un joven mojaba una escoba en una cubeta de pegamento para colocar un póster encima. Mientras tanto, expresa algo en lo que, en la mañana siguiente al ataque, muchos otros coincidían: “esto da idea del empoderamiento de los grupos fascistas, apoyados en los partidos políticos de la derecha”. Quién hubiera “reivindicado” el acto les importaba poco a los allí presentes. No pensaban que hubiera un único responsable. El del polidedeportivo de La Concepción no fue el primero ni el último. El día antes, su réplica en Alcalá de Henares apareció mancillado de la misma manera y, al día siguiente, la copia creada en Getafe, también. Los tres habían sido dibujados por el colectivo UNLOGIC. El Ayuntamiento de Getafe, institución que había realizado el encargo y que había sido ejecutado apenas unos días antes, el 6 de febrero, ha anunciado en su cuenta de Twitter que “recuperará el mural tantas veces como sea necesario”.

Los ataques contra el feminismo no se han limitado a la presencia del mural en el que están representadas mujeres como Rosa Parks, Frida Kahlo, Angela Davis o Chimamanda Ngozi, también se han dirigido a los símbolos. En el pueblo de Colmenarejo (Madrid), un 8M de flores y mariposas realizadas en croché por la pequeña Asociación Tejiendo, apareció quemado en la mañana del 7 de marzo en una ventana del centro cultural. Las autoras publicaron en las redes sociales: “No lograrán detenernos. Las rosas y las mariposas volverán a nacer de las cenizas”. Al día siguiente, cogieron de nuevo las agujas y empezaron a reconstruirlo, colgando a su lado un cartel que dice: “8M: el movimiento pacífico más largo de la historia”. En total han sido cinco ataques a murales feministas en cinco días, con la jornada del Día Internacional de la Mujer en el centro.

Tampoco ha sido Madrid la única comunidad autónoma donde se han registrado. Otro mural titulado 'Dones en lluita per la igualtat', con rostros de mujeres referentes como Simone de Beauvoir, María Zambrano, Violeta Parra, Clara Campoamor o Victoria Kent, entre otras, fue pintado con esvásticas y pintura roja en la localidad de Gandía. Este mural está ubicado junto al Instituto Ausiàs March, el cual también recibió pintadas en el mismo sentido en su patio. Esto sucedió el 5 de marzo; unos días después, este lunes 8, las lonas publicitarias ubicadas en el paseo Germanías anunciando la exposición 'Donart', que recoge la obra de más de 50 mujeres, aparecieron rajadas. No es la primera vez que Gandía sufre este tipo de ataques, el 'Mural de la Diversitat', en el que aparecen dos mujeres besándose, viene siendo objeto de pintadas desde hace tres años. Y también en Huelva: este 9 de marzo, el mural que Cynthia Veneno había pintado en el parque Moret por un encargo de la asociación Mujeres 24H, el pasado día 6 apareció cubierto de esvásticas.

En Cuenca, el puente Mariano Moreno, que fue significado por colectivos feministas de la ciudad el pasado 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia, renombrándolo como “puente Vivas Nos Queremos” apareció cubierto de tachaduras y pinturas con espray el 6 de marzo. Durante la manifestación del 8M en Barcelona, el bloque no mixto de trabajadoras del hogar del sindicato Sindillar/Sindihogar sufrió una agresión por un hombre provisto de un envase de gas pimienta que quiso entrar en esta zona acotada compuesta únicamente por mujeres y descargó el espray sobre los ojos de seis de ellas. Y en Sevilla, la pancarta que la Diputación había colocado de la verja de su sede, apareció echa jirones un día antes del 8M. Ni siquiera los pueblos más pequeños se libran: el Ayuntamiento onubense de Cañaveral de León, de apenas 400 habitantes, denunció en su página de Facebook la quema de los adornos de punto tejidos en lana morada que una vecina había hecho para la Fuente de El Botón, un patrimonio que forma parte del catálogo BIC de la Junta de Andalucía.

Los grupos que orbitan en la ultraderecha

Revolutio, el grupo que se ha atribuido parte de la acción sobre el mural de Ciudad Lineal, es una organización desconocida cuyo dominio en internet fue comprado el 20 de noviembre de 2020, según ha señalado el analista de inteligencia Marcelino Madrigal. “No es más que uno más de los cincuenta mil que pululan en la órbita de la ultraderecha y los ultracatólicos” dentro de un movimiento que “está desatado”, explica. Este grupo es, para Verónica Fumanal, “una sociedad pantalla” que esconde el verdadero origen, que es “el que tiene la legitimidad política, que solo se consigue con la representación parlamentaria o la institucional”. “Dentro del ideario sociopolítico e incluso psicopolítico no se puede comparar en absoluto un grupo que tiene la legitimidad social de haber emergido como representante de una sociedad, con estos señores de esta pantalla que están ahí para que la responsabilidad no llegue a donde tiene que llegar, que es quienes señalaron y quienes pusieron en la picota un cartel”.

Para Madrigal, hay una falta de transparencia que nos impide ver quién está financiando a estos grupos. “Posiblemente todo este tema de la desinformación y la manipulación la estemos pagando con dinero público”, dice el tecnólogo. “Yo no hablaría de partidos políticos, pero se ven los reflejos en algunos de los que están en el Congreso”. Los grupúsculos de ultraderecha aluden a lo que ellos llaman “la batalla cultural” en la que hoy entienden al feminismo como el enemigo, “como hace una semana era la inmigración y antes la hostelería”; en realidad tienen “una resistencia al cambio” y se dedican a “explotar el descontento”, según el análisis de Madrigal, que se dedica a estudiar de cerca la actividad en redes de los emisores de estos mensajes. “Hay formas de comunicación que han llegado para quedarse, y una de ellas es el odio”, alentado en las redes sociales: “el negocio antes consistía en que nosotros les dábamos los datos y ellos dejaban que nos comunicáramos, y ahora consiste en que nosotros les damos nuestros datos y ellos nos dejan que nos odiemos”, comenta con amarga ironía.

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