Al final del verano la Comunidad de Madrid se ha vuelto a situar en el foco de la pandemia de COVID-19 en España, donde ya estuvo en primavera. La incidencia actual en Madrid es de 479,44 casos diagnosticados por 100.000 habitantes en los últimos 14 días mientras la media española –que por su peso poblacional la capital sube mucho– es de 212,41, menos de la mitad. Por municipios, 15 de los 30 con más incidencia del país son madrileños. Han sido 31.947 confirmados en las últimas dos semanas en la región. Las circunstancias son muy diferentes: ahora hay muchísima más capacidad de detección de asintomáticos y leves por lo que los pacientes que no sufren complicaciones representan una parte mucho mayor del total diagnosticado.
Pero hay un porcentaje en ascenso de esos 100.000 que sí son pacientes más o menos graves, y se ve en que la tasa de ocupación de camas de hospitales es ahora mismo en Madrid del 15%, mientras la media nacional es del 6%. Hace apenas diez días, el 20 de agosto, la tasa en Madrid era del 9,5%. Ha escalado casi 6 puntos, aunque este martes se ha visto una leve bajada de un punto, ha bajado desde el 16%.
Según el último informe del Ministerio con datos de los gobiernos regionales, hay 2.029 personas hospitalizadas por COVID-19 en la Comunidad de Madrid, lo que supone casi un tercio de los 6.957 que hay en España. En las últimas 24 horas se ingresó a 247 y se dio de alta a 250; el lunes a 221 y se dio de alta a 99. El lunes, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) relató algunos de estos datos –también que alrededor del 40%, 63 de 159, de las muertes de la última semana han ocurrido en Madrid– y fue acusado por ello por la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, de “ensañamiento” hacia su territorio. Hace unas semanas era Aragón la región que más ocupación de hospitales tenía y la que desde Sanidad repetían que más les inquietaba, junto a Catalunya. Ahora la tasa de Aragón está en un 14%, con una tendencia decreciente, pero, con un índice aún muy superior a la media, todavía preocupa.
Sanidad comenzó a dar datos diarios acerca de la ocupación hospitalaria hace muy poco, apenas diez días. Simón ha reconocido que ese 5-6% en el que se mueve la media nacional es una “cifra importante” para una sola patología, pero a su vez “no tiene nada que ver” con lo que se llegó a tener en marzo y abril. Según los documentos del CCAES, el máximo de camas que llegaron a estar ocupadas por COVID-19 se alcanzó entre el 29 de marzo y el 5 de abril, casi 50.000 –7 veces las casi 7.000 actuales–. Eran alrededor del 55% del total de plazas sanitarias disponibles. De UCI, por las mismas fechas, 5.500 tenían a pacientes COVID. El CCAES aporta datos nacionales, no por comunidades, pero es con esa referencia con la que trabajan. “Aquello nos permitió saber nuestra capacidad de reacción”, decía el técnico
Sí reconocía Simón que era más preocupante ver cómo la tendencia iba “in crescendo”, como en Madrid. Tampoco negaba que en algunos hospitales “puntuales” sí empiece a haber problemas: en el Doce de Octubre, el Gregorio Marañón y el de Móstoles, algunos de los más grandes de la región, ya comenzaron a mediados de agosto a retrasar operaciones para aliviar la atención.
No hay un porcentaje “asumible”
No existe un dintel concreto a partir del cual el porcentaje de camas ocupadas pasa a ser inasumible, depende de muchas circunstancias y de la capacidad de reacción. “No hay un porcentaje concreto a partir del cual no es aceptable la ocupación hospitalaria por COVID o por una patología concreta. Pero lo que no es aceptable es que el nivel de ingresos impida realizar las tareas habituales en un hospital”, responde Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). Es decir, “en cuanto se tienen que suspender o retrasar actividades habituales hay un problema. Actividades que además aún seguimos recuperando, hay retrasos en listas de espera arrastrados de primavera”.
Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Publica., apunta a lo mismo: “No hay un umbral específico, pero lo que tenemos que entender es que mientras se sigan multiplicando los contagios veremos un incremento no escalonado, sino drástico, de la necesidad de hospitalización. A este ritmo, en semanas podríamos estar al 30%. Y además de ser un problema que crezca, es un problema que las camas que están siendo ocupadas por pacientes COVID no puedan ser ocupadas por otros pacientes. Se posponen las operaciones y todo tipo de intervenciones. Se deja de atender de manera regular, se alargan las listas de espera y volvemos a la dinámica de entre marzo y mayo que generó el exceso de fallecimientos de mortalidad del MoMo, que también reflejaba muchos fallecimientos no por COVID pero relacionados. Hay que atajar antes por el coste de oportunidad sanitaria”.
El colapso en la Atención Primaria acaba repercutiendo
Hay un problema añadido en esta segunda ola más difícilmente medible que la ocupación hospitalaria pero directamente relacionado: la saturación de la Atención Primaria. Ahí no hay un indicador tan claro ni tan accesible como cuántas camas están disponibles y cuántas no. Profesionales de los centros de salud de Madrid llevan semanas denunciando que no dan abasto y que hacen falta nuevos contratos, muchos atendiendo a más de 60 pacientes al día. Las citas se están retrasando y hay un tapón de miles de PCR por falta de materiales. “Cada vez más gente dice ‘así no aguanto más de unas semanas’ y uno viene al trabajo pensando ‘a ver cuántos tengo hoy’, sabiendo que batirá su récord del día previo”, resume un facultativo que trabaja en un ambulatorio de la capital.
Pedro Gullón, médico de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y coautor del libro Epidemiocracia, reconoce: “nos equivocamos un poco con la narrativa de marzo y abril de que el momento agudo de hospitalizaciones es lo único que marca la saturación del sistema. Pero con el cambio de forma de presentar los datos, ahora está en la Atención Primaria y hay que prestarle atención. Porque además un nivel repercute al otro: una patología no atendida, por ejemplo, una diabetes descompensada, termina llegando días después al hospital”, porque el paciente acaba acudiendo a urgencias. También se da el caso de que si no hay diagnósticos de coronavirus, las transmisiones en el entorno se descontrolan. Ildefonso Hernández añade: “Si se desborda la primaria, en dos semanas se desbordan los hospitales. Ni se puede hacer bien el rastreo, ni se pueden atender otros problemas. Lo dijimos durante la desescalada: si queremos que la sanidad funcione, ha de hacerlo como un reloj de precisión. Si no funciona una parte, al cabo de un tiempo no funciona nada”.
Daniel López Acuña piensa que todavía no es tarde si se actúa con determinación, ni en la Comunidad de Madrid ni en ningún otro sitio. Debería haber, en su opinión, en “plan de choque” que incluyese planes de contingencia en hospitales, pero también refuerzo de consultas de atención primaria, y medidas más drásticas de prevención: confinamientos perimetrales y cribados en 'zonas calientes' que ayuden a que “no se extienda el fuego”. Luego viene la segunda parte: facilitar el aislamiento, porque en distritos del sur de Madrid es muy complicado que se guarden las cuarentenas por las malas condiciones habitacionales y la falta de teletrabajo. “El abordaje no puede ser ‘voy a comprar respiradores , ampliar UCIs y construir hospitales de campaña'. Tiene que ser anticiparse a la transmisión e interrumpir las cadenas de contagio para que los hospitales no se desborden. Es lo que debería entender las autoridades de la Comunidad de Madrid”, zanja el exdirectivo de la OMS.