El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, ha dejado clara muchas veces su ignorancia científica. Ha minusvalorado el cambio climático o ha arremetido contra las vacunas. Todo ello en el país líder mundial en investigación que invierte más de 400.000 millones de euros al año en ciencia, según los datos de la OCDE. EE UU dedica el 2,8% de su PIB a la ciencia y produce más de 500.000 artículos especializados al año.
Para reforzar su posición política, Trump nombró a Mike Pence compañero de candidatura. Pence, que se define a sí mismo como un conservador cristiano, encarna a la perfección la santísima trinidad de la anticiencia republicana: asegura que la teoría de la evolución es pura palabrería, es muy crítico con la investigación con células madre y, cómo no, ha puesto en duda la existencia del cambio climático.
Decía el rey Salomón que “donde hay soberbia, allí habrá ignorancia”. Una cita bíblica que el candidato republicano debería tener bien presente. El magnate norteamericano ha hecho gala de su ignorancia científica en tantas ocasiones, que a su lado los deslices del presidente del Gobierno Mariano Rajoy parecen pequeños errores fácilmente justificables.
De hecho, en el poco probable caso de se diera un debate sobre ciencia entre Trump y Hillary Clinton, la candidata demócrata sería declarada como clara ganadora y no precisamente por ser una erudita de la ciencia, sino por incomparecencia de su rival.
Trump contra la ciencia: el videojuego
Tal es la situación, que un equipo de desarrolladores ha creado un videojuego en el que se repasan todas las incorrecciones científicas que el candidato republicano ha vociferado durante los últimos años. Afirmaciones tan sorprendentes como que el cambio climático es un invento de los chinos, que los parques eólicos son la mayor amenaza para las águilas en EEUU o que las vacunas provocan autismo, son solo algunas de las muchas barbaridades que ha afirmado Trump.
Ahora bien, aunque es cierto que gran parte de sus incendiarias proclamas, científicas o no, pueden interpretarse como meras fanfarronadas con el objetivo de enardecer a sus posibles votantes y obtener réditos electorales, cabe destacar que algunos de sus movimientos en este sentido empiezan a ser preocupantes.
Adiós al acuerdo de París
El rechazo de los republicanos a las medidas aprobadas por Obama en su plan de lucha contra el cambio climático no son ninguna novedad. El propio Trump dijo en Instagram el año pasado que era una “ridiculez” que el presidente se preocupara por el calentamiento global teniendo una crisis mundial de terrorismo.
Sin embargo, el magnate estadounidense pretende ir más allá y el pasado 26 de mayo se comprometió a deshacer las regulaciones medioambientales de Obama, que calificó de “totalitarias”, y, lo que es más importante, a retirar a EEUU del acuerdo sobre el clima de París.
A pesar de que los acuerdos alcanzados en París parecen insuficientes para hacer frente a los posibles efectos del cambio climático, es innegable que sin EEUU, uno de los principales emisores gases de efecto invernadero a nivel mundial, el acuerdo será inútil.
El racismo pone en riesgo el modelo científico
Pero si hay algo que preocupa a la comunidad científica norteamericana es la retórica racista de Trump. El modelo científico internacional se basa en la gran movilidad de los investigadores y el americano en particular se ha destacado históricamente por atraer y contratar a los mejores investigadores de cada campo, independientemente de su origen.
Sin embargo, el pasado mes de diciembre, Trump se jactó de que prohibiría a los musulmanes la entrada al país si es elegido. Aunque en marzo matizó sus declaraciones, éstas no han sentado bien entre la comunidad científica de EEUU. “Siempre hemos sido una nación que ha acogido la capacidad intelectual científica de otros países y no queremos que eso cambie ahora”, aseguró a la revista Nature Mary Woolley, presidenta de la organización Research America.
Pero el discurso de Trump sobre los inmigrantes también ha estado trufado de infamias que la ciencia ha demostrado falsas, como que la inmigración es una de las principales causas de la propagación de enfermedades infecciosas. Unas acusaciones a las que también se han sumado otros políticos republicanos, que han relacionado los brotes de sarampión de los últimos años con los inmigrantes indocumentados, algo que los científicos ya han desmentido.
El último de los desatinos del candidato presidencial ha sido presumir de que solo duerme “3 o 4 horas diarias”, algo científicamente improbable. Aunque, visto lo visto, esto explicaría muchas cosas, ya que numerosos estudios han demostrado que las personas que no descansan lo suficiente son más propensas a tomar malas decisiones, tienen problemas de concentración y de memoria y suelen ser más impulsivas y paranoicas. Quizá esta vez haya dicho la verdad.