Antes del conocido objetivo de lograr la inmunidad de grupo en verano, la lucha contra la pandemia tiene otro más alcanzable: conseguir vacunar contra la COVID-19 a la población de riesgo. Es tan o más importante como el primero porque así se reducirían notablemente las hospitalizaciones, las ocupaciones de UCI y las muertes. El Ministerio de Sanidad ha fijado para finales de febrero la meta de tener inmunizada al 80% de la población de residencias y sanitarios, y a finales de marzo o principios de abril, al 80% de la de alto riesgo. Por ahora solo está definido que tras residencias, sanitarios y grandes dependientes irán, a partir de marzo, mayores de 80 años, lo cual comprende en total a unas 7 millones de personas, según estimaciones del Ministerio. Si se suma a los mayores de 70 y 65, previsiblemente los siguientes, ascienden hasta los 11 millones de ciudadanos. No es un reto fácil, pero sería viable si no fuera porque para ello harían falta entre 14 y 22 millones de dosis, y el suministro de las farmacéuticas ya ha dado este enero varios sustos.
A principios de 2021, cuando la vacunación comenzó tan lenta en España, los profesionales y especialistas temían que las metas no se alcanzasen por falta de planificación. Ahora, con el dispositivo algo más encauzado, la preocupación principal es no tener vacunas, las que están precompradas por la Unión Europea. Es así después de la primera reducción de Pfizer/BioNTech, un retraso en el envío de Moderna –cuya vacuna es testimonial por ahora en España–, y, sobre todo, tras las tensiones entre la Unión Europea y AstraZeneca –la farmacéutica, que espera la luz verde para su ensayo esta semana, dice ahora que no puede comprometerse a enviar las cantidades acordadas previamente y quizá solo son el 40%–. De AstraZeneca, además, faltan datos públicos sobre su eficacia en mayores de 65. En nuestro país hay ahora mismo 1,7 millones de dosis y se han puesto 1,35, el 76,7% –la última remesa de Pfizer es del lunes–. Madrid y Catalunya ya han alegado que no tienen más para paralizar durante una semana la campaña. No hay datos pormenorizados acerca de a cuánta gente se ha alcanzado por ahora en geriátricos –son 380.000 ciudadanos en total–, solo los que aporta cada comunidad: Castilla-La Mancha afirma que ha puesto una dosis, de las dos necesarias para completar la protección frente al virus, al 94% de usuarios; Canarias y Galicia que prácticamente al 100%; Catalunya que a más del 80%. Madrid, a preguntas de elDiario.es, asegura que al 97%.
“No depende del ritmo al que vamos, depende de las dosis que recibimos”, admitió Fernando Simón. Y es “más importante”, en opinión del portavoz de Sanidad, ese 80% en abril de población de riesgo que el 70% total y con él la inmunidad de grupo. “El problema que tenemos es la ralentización del ritmo de vacunas. Es insoportablemente lento”, resume Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV) y participante en la elaboración de la estrategia estatal del Ministerio. “Soy incapaz de dar una referencia temporal sobre si es posible alcanzar a los mayores para abril, hay muchas variantes que no controlas y la más importante es el suministro. Los sanitarios pondrán toda la carne en el asador, pero nos tiene que llegar primero el producto. Y luego tener en cuenta las comunidades que tienen mejor y peor la Atención Primaria y que han comenzado más lento”, sigue. García Rojas es de todos modos optimista y ve “un horizonte en el que el suministro se normalizará”.
En España se vacunó en dos meses de otoño, por la campaña de la gripe, a más de diez millones de ciudadanos, pero es una operación más sencilla por el tipo de manipulación de las dosis, por disponer de entrada de todas las necesarias, y por solo requerir cada paciente un pinchazo en vez de dos. La parte actual de la del coronavirus, en las residencias y entre sanitarios, es además la parte 'fácil', ya que comprende a una población acotada en centros y que no se tiene que desplazar; en marzo entran en juego las citaciones y la Atención Primaria. “Alcanzar al 80% de los mayores es factible siempre que recibamos las vacunas en tiempo y forma. Luego, capacidad sanitaria al ritmo actual desde luego hay, aunque consiste en que la gente trabaje mucho más y quizá haya que posponer otros tratamientos”, añade José Antonio Forcada, presidente de la Asociación Enfermería y Vacunas –también implicada en el plan estatal– y secretario general de AEV. “Si llegan las vacunas, dependerá de que haya suficientes personas contratadas, porque no todo el mundo puede poner una inyección. Pero el primer cuello de botella es el límite de vacunas”, añade el doctor Javier Álvarez, miembro del Comité de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría.
La de AstraZeneca, útil si se aprueba para ir a domicilios
El conflicto con AstraZeneca puede cambiar los planes por un segundo factor más allá de los números: los sueros con los que se contaba son mucho más fáciles de manejar que los de Pfizer y Moderna. No requieren de ultracongelación y son más simples de transportar, de conservar y de manipular en casas particulares o en centros de salud. Amós García Rojas, que es también director del operativo en Canarias, la comunidad que mejor velocidad lleva en estos momentos, precisa que pinchar en domicilios a grandes dependientes a partir de febrero o personas muy mayores en marzo con Pfizer “es posible pero hay que tenerlo todo muy planificado, saber exactamente a cuántas personas vas a vacunar y llevar los viales justos para no desperdiciar. Con la de AstraZeneca, siempre a falta de aprobación de la Agencia Europea, es mucho más fácil en ese sentido”. Los especialistas creen además que puede haber otro punto de inflexión importante si se aprueba la de CureVac, también sin complicaciones para manejar, y sobre todo la de Janssen, la única de entre las que son candidatas a estar aprobadas en la Unión Europea en 2021 que requiere una única dosis para la completa inmunización del paciente. Pero hasta que no terminen los ensayos, nada se puede dar por hecho.
Los profesionales también coinciden en que abarcar a la población de riesgo será “un golpe duro”, “tal vez no a la epidemia, pero sí a su parte más dura, las hospitalizaciones y la letalidad”, apunta Forcada. “No se verá en el número de casos, ni en la Atención Primaria. Pero la gente que pasará a infectarse será gente joven, con poco riesgo de acabar en el hospital”. “Será un golpe fuerte a la parte más tenebrosa, pero luego también habrá que llegar a la gente con patologías de base [son 8 millones de personas entre 0 y 64 años las que las tienen, con más y menos riesgos]. Pero contribuirá mucho a que la COVID-19 sea una enfermedad más asumible”, sigue García Rojas. “Tendría lógica que vayamos a por eso y que los jóvenes de entre 20 y 25 años sean los últimos en vacunarse”, según Javier Álvarez.
El primer objetivo mencionado es todavía más inmediato, pero depende más del suministro actual: llegar a al menos el 80% de las residencias a finales de febrero. Pere Godoy, ex presidente de la Sociedad Española de Epidemiología, pronosticaba que si se consigue, aunque “nos queda un mes por delante duro”, “en febrero pueden empezar a bajar la mortalidad y las hospitalizaciones por este motivo”. Que los primeros efectos positivos de la vacunación no tardan tanto en llegar se está viendo ya en Israel, y las residencias fueron todavía durante la segunda ola el lugar en el que se producían la mitad de las muertes por COVID-19. García Rojas sostiene también que esto “se va a notar, pero menos que llegar a toda la población de riesgo. El número de personas mayores de 90 años fuera de residencias que sigue siendo sensible a padecerlo es una barbaridad. Con las residencias la presión en febrero podrá disminuir un pelo, pero no dos”.