El verano ya está aquí. Las playas se preparan para recibir a millones de personas. Al fin y al cabo son el pilar del turismo en España. Los destinos de sol y playa generan el 70% del dinero que produce la principal industria del país, según calcula la asociación empresarial del sector Exceltur. Eso se traduce en unos 70.000 de los 97.000 millones de euros anuales asociados a esta actividad.
“En la costa, en general, cada vez gana más el turista y pierde el medio ambiente”, reflexiona la portavoz de Ecologistas en Acción, Ana Aldarias. Y, aunque no lo parezca, las playas son un espacio natural y, en muchas ocasiones, un ecosistema calificado como “prioritario” por la ley, es decir, merecedor de ser conservado.
En España hay 8.000 kilómetros de costa y unas 3.500 playas. Las de arena suman 1.500 kilómetros. Los documentos oficiales del Ministerio de Transición Ecológica explican que tienen estas funciones:
- La defensa del litoral ante temporales, que la crisis climática hace cada vez más frecuentes y potentes.
- Hábitat para la flora y fauna silvestres –un ejemplo es la anidación del chorlitejo patinegro o la llegada de más tortugas para desovar–.
- Zona de esparcimiento y uso social.
Cuando llega la época estival se publicita la marca bandera azul como certificado de calidad. Un reclamo turístico que da una entidad privada, la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor. Este año la pidieron 689 playas y la obtuvieron 627.
En la costa, en general, cada vez gana más el turista y pierde el medio ambiente
Pero la organización Ecologistas en Acción recuerda que, en realidad, el litoral soporta la presión de una urbanización que “invade en ocasiones el Dominio Público”, de los vertidos por deficiencias en los sistemas de saneamiento de aguas, la acumulación de basura marina, la contaminación lumínica o las ampliaciones portuarias. Cada año, a las banderas azules les contraponen los problemas que acucian a las playas y los marcan con banderas negras. No les cuesta hallar ejemplos.
La organización recopila casos y señala dos de los más severos en cada comunidad autónoma, Ceuta y Melilla. Lo que se configura es un mapa que ilustra la batería de agresiones. Algunas playas repiten bandera negra, otras se incorporan. El mapa muestra una red de puntos oscuros con su tipo de problema y su historial desde que comenzaron estas evaluaciones. Permite un viaje por el litoral que subraya las necesidades de mejora costera.
“Lo que vemos es que todavía hay mucha urbanización costera que mira por la comodidad del turista incluso más allá de lo que pide el propio turista”, insiste Aldarias.
Por su parte, la asociación empresarial Exceltur ha sostenido que “los destinos de sol y playa han tenido una especial sensibilidad por el cuidado y puesta en valor de las playas y las primeras líneas de costa como su principal atractivo, siendo un activo clave a mantener y reforzar”.
“La mayoría de las playas españolas ha experimentado una importante regresión, especialmente los sistemas playa-duna, que son las principales víctimas”, explica el catedrático de Geografía Física de la Universidad de Granada José Gómez Zotano. “Los cordones dunares se han visto reducidos a reductos de lo que fueron antes de la llegada del turismo de masas a nuestro país en la década de los 50 y 60 del siglo XX”. De hecho, en la costa de Andalucía se pasó de unas 9.400 hectáreas a algo más de 6.200 (un tercio menos) en la primera década del siglo XXI, según una investigación de Gómez Zotano.
La mayoría de las playas españolas ha experimentado una importante regresión, especialmente los sistemas playa-duna que son las principales víctimas. Los cordones dunares se han visto reducidos a reductos de lo que fueron
“Lo que nos choca es que cada vez hay más demanda de turismo sostenible y con menos impacto”, matiza la investigadora del IEO, quien considera que el listado de banderas negras permite “que el ciudadano pueda mirar dónde se hace un turismo de ese tipo y no un engaño”.
Más allá de las impresiones –o las banderas de cualquier color– el 75% de los hábitats de dunas monitoreados en España presenta un estado “inadecuado” o “malo”, según el último informe de resultados sobre el estado de conservación general de los tipos de hábitat publicado en 2019.
El análisis del catedrático sostiene que “la urbanización de la costa, amparada por una legislación muy poco conservacionista, ha sido la principal causa del deterioro de las playas”. Y añade que, “además, la agricultura también ha ejercido una importante presión sobre los sistemas playa-dunas, tanto la tradicional como la intensiva o bajo plástico”.
Desnudos e inermes sin playas de verdad
“Allí donde se pueda, se deberían retirar infraestructuras y viviendas de la primera línea de playa del Mediterráneo y trasladarlas hacia el interior”. La frase no es de un activista ambiental sino del Colegio de Geólogos. Se hizo en enero de 2020, cuando el temporal Gloria había destruido infraestructuras y viviendas en la costa del Levante.
Aldarias repite que “el ecosistema de las playas que incluye las dunas de arena en muchas ocasiones ha desaparecido porque se ha construido ahí un paseo marítimo”.
La situación en este tipo de playas arenosas es tan obvia que la propia modificación del Reglamento de Costas de 2022 reconoce respecto del cambio climático que “la amenaza para la segunda mitad de este siglo es tan grave que todas las dunas pueden ser necesarias para garantizar la estabilidad de la playa y la defensa de la costa” por lo que hizo menos permisivas las construcciones que ocupan la arena.
También estos últimos años se han incrementado las operaciones de deslinde del litoral con el objetivo de delimitar cuál es la franja de costa que pertenece al Dominio Público Marítimo-Terrestre, una zona a salvo del urbanismo. “Aún es pronto para saber si el reglamento o los deslindes ayudarán realmente a mejorar”, avisa Aldarias.
Gómez Zotano entiende que el nuevo reglamento servirá “siempre y cuando se aplique”. En su opinión “amplía el dominio público marítimo terrestre y considera públicos todos los sistemas dunares que han quedado desprotegidos con los reglamentos anteriores”. Con eso puede garantizarse el buen estado de lo que –subraya– “es el principal recurso turístico de nuestro país”.
Preguntada sobre qué otras presiones preocupan, Aldarias habla de los vertidos al mar: “Hay zonas de playa donde se triplica la población en verano y sus depuradoras no se adaptan sino que siguen funcionando con las exigencias de una población mucho menor así que, ahí tienes un emisario subterráneo que se lleva el agua para descolapsar la depuradora y empezar de cero”.
Las playas, en definitiva, son una línea de encuentro entre el continente y el mar. Por eso han acabado por convertirse en un escaparate de la generación de residuos humanos que no se gestionan. Basura que, aunque pueda producirse tierra adentro, termina en la costa. En las playas se acumulan desechos, ya sean arrojados allí directamente, arrastrados hasta la arena o devueltos por las olas desde el mar.
La última campaña del Progama de seguimiento de basuras marinas en las playas del Ministerio de Transición Ecológica refleja que, en 2022, se recogieron una media de 273 objetos por cada 100 metros de playas controladas (en 2019 fueron 327). La zona más sucia fue la del Estrecho y Alborán (509 objetos de media por 100 metros de playa) y la más limpia la demarcación Sudatlántica (55). El 82% de la basura es de plástico. La actividad que más basura deja es, según las cifras, “el turismo en playas”.