“Tú lo que eres es una lesbiana de tomo y lomo”. Empar Pineda (Hernani, 1944) recuerda estas palabras más de medio siglo después de que se las dijera la compañera de universidad que le ayudó a ponerle nombre a eso que sentía y le abrumaba tanto. “Fue una liberación”, dice esta histórica activista feminista con voz pausada y una vida entera a sus espaldas dedicada a defender los derechos humanos. Entonces tenía poco más de 18 años y acababa de trasladarse a Madrid a estudiar Filología Románica. Poco después, acabaría convirtiéndose en una de las pocas caras visibles del colectivo LGTBI en una España en blanco y negro que reprimía la diversidad.
Probablemente sería más rápido enumerar qué no ha hecho Empar Pineda en el mundo del activismo político que detallar las movilizaciones en las que estuvo y organizaciones en las que participó. Militante comunista ya desde su primer año de Universidad, peleó contra la dictadura franquista en la clandestinidad. Se encontró con el movimiento feminista en un momento efervescente y estuvo detrás de las luchas por el derecho al aborto, la libertad sexual y la autonomía de las mujeres. Siempre desde un feminismo que reivindica abierto e inclusivo y que no ha dejado nunca de defender.
Contundente y directa, llegó a reivindicar en público cosas tan disruptivas entonces como el derecho de las mujeres al placer o el fin de la heterosexualidad “como norma”. Así lo hizo en la revista Interviú en 1985, en la que apareció entrevistada con el titular “soy lesbiana porque sí”. Era la respuesta a la eterna pregunta, a la reacción más común de quienes no repudiaban a los que encarnaban orientaciones sexuales diversas, pero sí les miraban con extrañeza. “Estábamos hasta el gorro de que se nos preguntara ¿y tú por qué eres lesbiana? Se buscaba una razón relacionada con que no habíamos tenido relaciones sexuales satisfactorias con hombres, no nos daban validez”, afirma.
Atesora de aquella época unas cuantas anécdotas que cuenta divertida, como cuando su tía se despreocupó al ver a Amparito, así la conocían en su pueblo natal, en Interviú. “Mi madre me contó que había acudido avergonzada al quiosco a compararla después de que todo el mundo le dijera que salía, pero cuando la abrió dijo 'chica, qué tranquilidad, pensé que había salido en tetas'”. Por entonces, fueron muchos los programas y debates en los que se sentó frente a quienes aún asociaban la homosexualidad a una enfermedad, algo que en ese momento, aunque a punto de cambiar de posición, todavía la Organización Mundial de la Salud declaraba.
-¿Le preocuparía que alguno de sus hijos tuviera un amigo o una amiga homosexual?
-Yo me preguntaría lo contrario. ¿Y a nadie le preocuparía que tuviera amigos heterosexuales?
Así respondió Empar a la pregunta del presentador Francisco Caparrós en el programa 'Y usted qué opina', de TVE, que en mayo de 1987 trató el tabú de la homosexualidad. Entonces, como integrante del Colectivo de Feministas Lesbianas, estaba acompañada de Jordi Petit, otro histórico activista catalán por los derechos LGTBI. Tras la emisión del programa, recuerda la conversación que tuvieron dos señoras de Hernani en la panadería. “Estaban comentando entre ellas. 'Claro que lo vi', decía una. 'Cómo no la voy a reconocer, si es Amparito, la hija de la carnicera. Oye, y por cierto, ¿qué fue de ella? ¿se casó?”, cuenta entre risas.
“Una hora entera hablando de homosexualidad y lesbianismo y todavía preguntaban por eso... Era una sociedad profundamente heterocentrada”, explica Empar. La activista rehúye de lamentarse sobre lo que suponía afrontar este tipo de preguntas y hablar del tema con quienes les consideraban depravados. Su objetivo, asegura, era “ser pedagógica” y su mayor preocupación, “que se entendiera el mensaje”, que no era otro que intentar hacer ver que el lesbianismo “era algo tan propio, normal y natural como la heterosexualidad” y esta última “una norma de obligado cumplimiento”. “Esta sociedad machista no acepta que las mujeres tengan gozo y satisfacción sexual si no hay un hombre de por medio”, llegó a decir en Interviú.
La lucha contra los estereotipos que asociaban vicio y corrupción a la comunidad LGTBI o la denuncia del acoso que sufrían profesores gays o lesbianas “por pensar que pervertían a sus alumnos” fueron algunas de las cuestiones por las que peleaba el colectivo, dice Empar, y que recuerdan demasiado a los prejuicios a los que hoy dan pábulo los sectores ultra. Al margen de ello, con la vista puesta en el hoy, hay dos cosas que considera urgentes: por un lado que la educación en diversidad “entre en las aulas”, por otro, “que deje de rechazarse peticiones de asilo a personas LGTBI que han tenido que marcharse de sus países por ser perseguidas. Es un crimen del que somos responsables”.
La lucha antifranquista
Innumerables manifestaciones, besadas LGTBI, Orgullos, pancartas, proclamas o panfletos y reuniones clandestinas llenan la vida activista de Empar, que dio comienzo en plena dictadura franquista. “Luchábamos por una sociedad diferente y democrática”, lo que en un primer momento, en los años de universidad, cristalizó en la creación de los llamados Comités de Nacionalidades con compañeros de Catalunya, Galicia o Euskadi y en la Federación de Comunistas (FCO). “Nos preocupaban la opresión de la cultura, las tradiciones y las lenguas de las diferentes naciones del Estado, pero batallábamos contra la dictadura en todas su vertientes”, aclara.
FCO acabó derivando en el Movimiento Comunista en 1968 al unirse con una escisión de ETA que se llamó ETA Berri y otros muchos grupos políticos comunistas de toda España. La reunión clandestina, programada en Burgos, a medio camino entre Madrid y Euskadi, en la que pretendían hacer formal la fusión, terminó con la detención del grupo por parte de la Brigada Político Social de Franco y unos cuantos días “hostia va, hostia viene” en los calabozos. “Nos acusaban hasta de haber planeado volar la catedral de Burgos, con lo que a mí me gustaba”, recuerda entre risas la activista.
El antes y el después del feminismo
El aterrizaje en el feminismo fue “un antes y un después” y llegó de la mano de su traslado a Barcelona por necesidades del partido. Acababa de morir Franco y la ciudad acogía entonces la celebración de las primeras Jornades Catalanes de la Dona, en las que Empar participó “muy activamente”. Había en esos momentos mucho terreno que ganar y lo demostraron las 4.000 mujeres que asistieron y convirtieron aquellos días en toda una declaración de intenciones: “No era difícil encontrar objetivos porque veníamos del franquismo, en el que la consideración de las mujeres era de no reconocimiento y sumisión, nuestro destino era estar dedicadas al hogar y, en el terreno de la sexualidad, la maternidad y dar placer a los varones”.
A su vuelta a Madrid, Empar cofundó el Colectivo de Feministas Lesbianas y la Comisión por el Derecho al Aborto, las dos organizaciones a las que más tiempo y esfuerzos dedicó. Recuerda como una de las movilizaciones más transformadoras la campaña estatal por las llamadas “11 de Basauri”, que en 1979 iban a ser juzgadas por abortar cuando hacerlo era todavía un delito. Una ola de solidaridad feminista logró poner sobre la mesa del debate público el tema del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, hasta entonces silenciado, y se la considera detonante de la ley de 1985 que aprobó el Gobierno de Felipe González para despenalizarlo parcialmente en caso de tres supuestos.
Fue algo “totalmente insuficiente” y una “cobardía” a ojos del movimiento feminista, que mostró su descontento convocando una manifestación con velas encendidas desde el barrio madrileño de Argüelles hasta La Moncloa. El mismo año, abrió sus puertas en Madrid la clínica de abortos Isadora, una de las pioneras, a la que Empar entró a trabajar y de la que se convirtió en portavoz. Allí tuvo que afrontar el acoso ultracatólico que las llamaba “asesinas” y pintaba de insultos la fachada del centro y que alcanzó el punto culmen en 2007, cuando la clínica fue víctima de un montaje a expensas de una denuncia de un grupo antiderechos que fue archivado finalmente dos años después.
Defensora de un feminismo que se ha topado con posiciones encontradas dentro del propio movimiento, Empar es una firme creyente del “debate sosegado y reflexivo” frente a la cruenta división. Y reclama memoria: “En las jornadas feministas de ámbito estatal que se celebraron a principios de los años 80 ya había una mesa sobre transexualidad. Era una realidad desconocida para muchas, pero desde entonces formó parte de nuestro bagaje feminista y fue un elemento más de nuestra lucha. Parece mentira que ahora nos encontremos con la humillación que están sufriendo a manos de una parte del feminismo”, lamenta.
Pero pese a todo, pese a la oscuridad y la represión, Empar encarna un mensaje esperanzador. No han podido con ella ni los grises de Franco ni la homofobia y el machismo que a ella misma le llevó en un principio a ocultarse hasta que su compañera universitaria de batallas pronunció la palabra lesbiana. “Desde entonces viví mi lesbianismo encantada de la vida”, asegura. Ya lo dijo en Interviú, entre denuncia y denuncia, hace 37 años: “Las lesbianas que hemos llegado a asumir satisfactoriamente nuestra sexualidad somos gente enormemente feliz. A pesar de las dificultades”.
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