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La empresa española no quiere investigadores

Estas ayudas se desarrollan en el marco de actuaciones del VI Plan Regional de I+D+i y en conexión con la RIS3 Extremadura.

Daniel Sánchez Caballero

22 de abril de 2022 22:02 h

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La investigación en España cojea por la pata de la empresa privada. Tanto por el lado de la inversión bruta, aunque esta ascienda a la mitad del total de la I+D+i que se realiza en el país, como en el uso del talento humano y los resultados que se obtienen de los proyectos, según algunos indicadores recogidos en el informe Investigación e innovación en España y Portugal, elaborado por el Observatorio Social de la Fundación La Caixa.

“Las empresas españolas gastan poco en I+D y contribuyen también poco con los investigadores del país”, explica Laura Cruz Castro, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y autora de una de los artículos que incluye el informe. “Adicionalmente”, tercia Luis Sanz Menéndez, profesor de Investigación del CSIC, “el problema es que los niveles de colaboración y apalancamiento del esfuerzo investigador de las empresas son limitados y la colaboración con la academia es escasa en relación a otros países”.

Con esas inercias, “los beneficios desde el punto de vista económico y social son pocos. De momento la academia y la empresa son dos mundos separados, cada uno con su visión, con estructuras e incentivos que a veces dificultan esa convergencia”, expone el profesor San Menéndez.

Indicadores de todo tipo confirman estas afirmaciones. Dice la estadística que las empresas españolas gastan en investigación, comparativamente, la mitad que las francesas o un tercio que las alemanas, por ejemplo. La inversión en I+D empresarial en España está en torno al 0,75% del PIB, mientras en Alemania supera el 2% y en Francia roza el 1,5%, cifra que también se corresponde con la media europea.

De igual manera, las empresas contribuyen menos a la publicación de artículos científicos en colaboración con el sector público, por ejemplo, o a financiar investigación en las universidades: en el primer apartado, en España la colaboración público-privada es responsable de la publicación de 50 artículos al año, cuando la media europea roza los 100; la financiación privada de actividades universitarias también señala a España: solo cinco de cada 100 euros que se utilizan para la investigación en los campus tienen un origen empresarial (cifra que además está en retroceso desde 2007, cuando rozaba el 10%) frente al 8% europeo o el casi 15% de países punteros como Alemania.

La evolución de las solicitudes de patentes, un indicador clásico del nivel de innovación de un país, incide en la misma línea: en España la proporción de las patentes que pidieron instituciones públicas (universidades u organismos públicos de investigación, OPI) es notablemente superior a la media europea (más del 15% en España, menos del 10% en la UE de los 27). Este dato habla bien del estado de la investigación pública, pero no tan bien del de las empresas, que por lógica solicitan muchas menos patentes que en el resto de países punteros europeos. En Alemania la academia apenas pide el 5% de las patentes; el resto queda para la iniciativa privada.

“España se está quedando rezagada”

Hay más: solo el 6% de los doctores en España trabaja en el sector privado. Si se abre el arco a lo que el informe llama “investigadores” –que no define–, el porcentaje asciende al 38%. La situación mejora respecto a principios de los 80, cuando apenas eran el 20%, pero ambos siguen lejos de la media europea, que se sitúa en el 55%, y aún a más distancia de los países punteros, como Austria, Finlandia o Alemania, donde los investigadores en empresas privadas llegan al 60%. “En España, el principal desafío consiste en aumentar el número de investigadores que trabajan en el sector privado, dado que la I+D en la empresa impulsa la innovación. España se está quedando rezagada respecto a sus socios europeos”, sostiene el informe.

Y la cuestión no es simbólica, aseguran en su artículo Laura Cruz Castro y Luis Sanz Menéndez, del CSIC (Madrid); Tiago Santos Pereira, del Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad de Coímbra; y Cláudia Sarrico, de la Escuela de Economía y Gestión de la Universidad del Miño y Centro para la Investigación en Políticas de Educación Superior, los dos últimos de Portugal: “Mejora la capacidad de absorción de las empresas; es decir, su potencial para absorber las tecnologías y el conocimiento disponibles e incorporarlos a sus procesos de producción y comercialización con miras a aumentar la productividad. El desafío de incrementar el número de investigadores empleados en el sector privado resulta evidente al constatar que los gastos en I+D como porcentaje del PIB en España y Portugal equivalen aproximadamente a la mitad de la media de la EU-27”, describen.

¿Qué echan en falta las empresas?

El proyecto europeo DocEnhance indagó en las competencias que las empresas esperan de los doctorados y qué habilidades valoran. Concluyó el estudio que las compañías consideran que a los doctores y doctorandos les falta, al menos en su formación inicial, capacidad para entender la cultura empresarial y las estructuras de la organización, y también la habilidad para dirigirse a diferentes públicos.

Otro de los aspectos que más echan en falta las empresas en los doctores, según las conclusiones de DocEnhance, son las competencias del trabajo en equipo y las dotes comunicativas, como consecuencia de que el doctorado se realiza en solitario (aunque guiado por un director de tesis).

Además, los responsables empresariales señalan la integración en la cultura de empresa como un gran debe entre los recién doctorados. También apuntan a su diferente sentido de la gestión del tiempo: debido al tipo de trabajo realizado durante el doctorado, estos trabajadores no se plantean la gestión del tiempo desde el punto de vista empresarial, sostiene DocEnhance, sino que buscan la perfección antes que la adaptación a objetivos, plazos y costos reales.

Una investigadora –con el doctorado– que ha probado los dos lados del sector productivo tiene su propia explicación de por qué a las empresas no les acaban de encantar los doctores, sobre todo cuando han estado trabajando previamente en lo público. “Cuando empecé a buscar trabajo desde EEUU para volver a España, todo lo que encontraba en la industria era la misma respuesta: 'Llevas demasiado en la academia y eres menos interesante para nosotros porque eres cara desde el principio y tienes menos espacio para moldearte de la manera que necesitamos'. Te consideran poco fiable porque los tiempos de la academia son más lentos, son más personales y te organizas a tu manera, mientras que en industria tú no decides tus tiempos. La gente en la industria no se fía mucho de la gente de la academia porque creen que los académicos se relajan”, explica.

Otro elemento que apunta esta investigadora, aunque este es desde el punto de vista del investigador y no de la empresa, es el carácter más anónimo de trabajar en una compañía. “En la academia, a pesar de que investigas para los demás, todo lo que haces tiene la necesidad de ponerte a ti como una persona importante en tu ambiente porque si no, no vas a conseguir las becas [en el futuro] y se las van a dar a otro. Por mucho que la investigación sea para la sociedad, necesitas crear un currículum propio muy competitivo para seguir trabajando. En la industria quién eres no importa. Trabajas en un equipo en un proyecto que tiene que salir, no tienes la necesidad imperiosa de poner tu nombre en cosas”, añade.

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