La energía nuclear se pinta de verde como solución al cambio climático: “Es un pensamiento mágico, no tiene futuro”
Tras años de intentar colarse entre las soluciones para atajar la crisis climática, la energía nuclear está consiguiendo una pátina cada vez más verde. Y en esta Cumbre del Clima Cop29 en Bakú ha dado un paso más.
La industria de la energía atómica siempre ha visitado la cumbre del clima para presentarse como alternativa a las emisiones de CO2 de los combustibles fósiles. Pero, a pesar de su márketing, la estrella sin discusión han sido las energías renovables.
Sin embargo, hace un año se constató un cambio de rumbo en la Cumbre del Clima de Dubái cuando el Primer Balance Mundial del Acuerdo de París mencionó expresamente, a continuación de las energías renovables, “la energía nuclear” entre las “tecnologías de emisión cero o de bajas emisiones” cuyo “despliegue” había que “acelerar”. La Agencia Internacional de la Energía Atómica llamó a esto “un testimonio del creciente reconocimiento del papel nuclear en la transición hacia las energías limpias”.
Impulsado por esa inercia, el pasado 12 de noviembre –con la COP29 ya en marcha– el Gobierno de EEUU publicó sus objetivos para “expandir la energía nuclear en el país”. Y no un poco: la idea es triplicar la capacidad de sus plantas atómicas en 2050. “Una llamada de atención para que la industria se ponga en acción”, explica la hoja de ruta. El documento incluye “la construcción de grandes y pequeños reactores, agrandar los ya existentes y mejorar los procedimientos de licencia”. La Casa Blanca ligaba este plan a “la urgencia de la lucha contra el cambio climático”.
Solo un día después, seis países anunciaron en la misma COP29 que se unían a la declaración realizada por más de 20 estados hace un año en Dubái para “reconocer el papel crucial que la energía atómica tiene en el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5ºC”. En esa declaración, los firmantes “se comprometen a triplicar su capacidad nuclear”, a “movilizar inversiones en plantas nucleares” y a “apoyar la construcción de reactores”. El grupo está formado, entre otros, por Francia, Japón, Canadá, Finlandia, Hungría, Chequia, Polonia, Eslovaquia, Suecia, Países Bajos, Turquía, Reino Unido o Marruecos.
En la conferencia de jefes de Estado y Gobierno de esta cumbre, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, también hizo un discurso en defensa de la energía nuclear. “Actualmente, no hay una única alternativa a los combustibles fósiles. Debemos tener una visión realista y utilizar todas las tecnologías disponibles, no solo las renovables”, dijo.
La directora general de la Asociación Nuclear Mundial, Sama Bilbao y León, ha destacado en Bakú que estos movimientos “destacan el rol esencial que la energía atómica juega para conseguir los objetivos del Acuerdo de París de manera equitativa y económica”.
“La nuclear cuenta ahora con los mayores bancos mundiales para respaldar su crecimiento –ha abundado Bilbao y León–; ha atraído las inversiones e interés de las mayores compañías tecnológicas y ha aumentado su apoyo por parte de la población”.
Un 9% de la electricidad mundial, el mínimo histórico
Esta organización presenta su producto como “energía limpia” y asegura que solo la hidroeléctrica genera más electricidad sin emisiones en el mundo. En realidad genera un 9% de la electricidad mundial que es su nivel más bajo desde su máximo del 17,5% en 1996. El director del programa de Atmósfera y Energía de la Universidad de Standford (EEUU), Mark Jacobson, explica a elDiario.es que “la nuclear está en declive, no en ascenso y ningún impulso por parte de lobistas va a cambiar ese hecho”. “No importa cuánto lo repitan algunas personas, no existe una solución nuclear. Es un pensamiento mágico”, remacha.
La nuclear está en declive, no en ascenso y ningún impulso por parte de lobistas va a cambiar ese hecho. Emite entre 9 y 37 veces más CO2 que la eólica así que no importa cuánto lo repitan algunas personas, no existe una solución nuclear. Es un pensamiento mágico
Y, sin embargo, los nuclearistas abundan en que es una vía para conseguir la neutralidad climática: “En 2023, los reactores nucleares ayudaron a evitar la emisión de 2.000 millones de toneladas de CO2 si se hubiera generado esa electricidad con carbón”. Y aseguran que, actualmente, se están “construyendo 64 reactores en 15 países”. Mencionan como futuros socios de este club a Polonia, Filipinas y Ghana.
Jacobson, profesor de Ingeniería Civil y Medioambiental, replica que, en realidad, “la energía nuclear emite entre 9 y 37 veces más CO2 que la eólica”. El cálculo se hace teniendo en cuenta todo el ciclo que implica obtener electricidad: la obtención del uranio, la fabricación del concentrado, la construcción de las centrales y su posterior desmantelamiento y gestión de residuos. Todo eso “utiliza grandes cantidades de combustibles fósiles”. Y remata: “Sin mencionar los riesgos de seguridad, de residuos y de salud de la minería de uranio”.
“Está claro que la derecha y la ultraderecha apuestan por la nuclear dentro de los discursos retardistas ante el avance de las renovables”, argumenta el consultor ambiental Julen Rekondo. Y añade que, “sus defensores tienen que aprovechar la COP, como hacen los lobistas de los combustibles fósiles, pero decir que esta energía es una solución al cambio climático es una falacia total. No es rentable y nadie va a meterse en proyectos si no hay ayudas públicas. No tiene ningún futuro”.
Está claro que la derecha y la ultraderecha apuestan por la nuclear dentro de los discursos retardistas ante el avance de las renovables pero decir que esta energía es una solución al cambio climático es una falacia total. No tiene ningún futuro
Con todo, la industria ha recibido algunas buenas noticias desde varios frentes. Antes de estos empujones en las cumbres del clima, la Unión Europea ya les facilitó la vida al catalogar la energía nuclear como energía verde en 2022.
Cuando se estaba dirimiendo esta taxonomía la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, aseguró que “ni la nuclear ni el gas cumplen los criterios científicos y legales para ser consideradas sostenibles ni recibir el mismo tratamiento que tecnologías incuestionablemente verdes”.
Pero esa batalla se perdió y el Europarlamento acabó por votar a favor de esa nueva catalogación. Avaló la idea de la Comisión de considerar que la inversión privada en gas y energía nuclear tiene su papel en la transición ecológica y contribuye a mitigar el cambio climático.
Una vez votada esa decisión, la misma Ribera, en su examen para convertirse en vicepresidenta de la Comisión en noviembre de 2024, respondió a un eurodiputado que “cada país tiene potestad para elegir cómo quiere su mix eléctrico, unos han apostado por la nuclear, y otros por otras tecnologías. Todas las opciones son válidas y merecen respeto”.
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