Atención al parto sin una preparación adecuada y poniendo en riesgo las vidas de la madre y el feto. Separación del padre, demonización de la práctica ginecológica y sus hallazgos e incluso recomendaciones como la ingesta de la placenta. El Consejo General de Enfermería ha documentado la proliferación de la actividad de las doulas, unas parteras sin amparo legal como profesión sanitaria que se ha extendido en España en los últimos dos años.
“Se trata de mujeres que han recibido un cursillo sin más, de unas 10 semanas”, ha contado este lunes Emilia Redondo, matrona de la Región de Murcia, para calibrar el grado de preparación de estas parteras. Según el Consejo, su forma de actuar “sectaria” atenta contra la salud, además de desarrollarse “en la economía sumergida. ”Nunca hacen una factura“, ha asegurado el presidente de la institución, Máximo González. Han detectado 547 de estas asistentes al parto sin cualificación que consideran que actúan al margen de la ley.
La principal preocupación de las enfermeras es que se pone en manos de personas sin cualificar un proceso que puede presentar casos peligrosos. Así, han relatado una batería de situaciones en las que ven claros riesgos: desde posiciones arriesgadas del feto en el útero hasta consecuencias posparto como “la inversión del útero o la no contracción de este tras el alumbramiento”, que pueden derivar en hemorragias muy graves “y la muerte” de la madre. Según las sanitarias: “Para nada de esto están preparadas. Ni para detectarlo ni para corregirlo”.
En su denuncia, reseñan cómo suelen “atender a partos en casa pero también se cuelan en los hospitales pidiendo a las madres que las presenten como una amiga, para evitar problemas”. El presidente del Consejo General de Enfermería se ha lamentado de que “sabemos que hay matronas que están dando amparo y formación a las doulas”. También ha expuesto que en julio pasado se trasladó al Ministerio de Sanidad esta situación pero que “hasta el momento han hecho caso omiso”.
También consideran que estas doulas son incapaces de detectar ictericias por picos de bilirrubina, “un tóxico para el cerebro” –aseguran–, o paladares hendidos que se “agravarían al mamar”. “Ellas se describen como sacerdotisas, renacedoras que provienen de la danza, el periodismo o las artes marciales”.
A las matronas se les encendió la luz de alarma hace unos tres años. La enfermera Redondo cuenta que le llegó a la consulta una mujer con claros síntomas de estar bajo la influencia de “un grupo sectario que no la dejaba ni ir a trabajar porque, decían, un bebé tiene que estar todo el rato con su madre”. Así, han ido acumulando foros, academias, tarifas y maneras de trabajar de las doulas. “Cobran 1.500 euros por la formación de parteras, la asistencia al parto tiene un precio de 500 euros o 1.200 si es el proceso completo, incluido los meses posteriores”, recuentan en el informe que han redactado en el Consejo.
En este documento se relatan incluso prácticas como la ingestión de la placenta –placentofagia–, que es recomendada por algunas de estas parteras. “O hacer que los bebés sigan con el cordón umbilical hasta que se pudra”, prosiguen. Otra matrona, Isabel Molina, ha contado cómo las doulas ofrecen sus servicios para desecar la placenta y convertirla en cápsulas. “Piden que se les envíe la placenta por mensajería y luego ellas la devuelven una vez pulverizada”.
Son prácticas “que van en contra de la salud pública”, exponen tajantes las sanitarias. Este grupo de parteras también carga contra la acciones como “la revisión ginecológica” o “la episiotomía”, que, en algunos de sus textos, comparan “con la mutilación femenina o incluso con la ablación”.