“Enfría tu trozo de cielo por diez euros”: llega la geoingeniería a la carta para engatusar a particulares

Inyectar partículas de dióxido de azufre (SO2) en la estratosfera para que reflejen la luz solar es uno de los viejos sueños de la geoingeniería, una medida pensada como último recurso en caso de no ser capaces de detener el aumento de temperaturas reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. 

La estrategia se inspira en un fenómeno que ocurre ocasionalmente de forma natural, cuando grandes erupciones volcánicas transportan tal cantidad de estos aerosoles hacia la parte superior de la atmósfera que producen un enfriamiento temporal de unas décimas de grado. Y ha sido investigada por instituciones rigurosas como la Universidad de Harvard, aunque su proyecto para estudiar esta posibilidad (SCoPEX) ha sido recientemente cancelado.

Ahora, una empresa con sede en Dakota del Sur (EEUU) llamada Make Sunsets (Hacer atardeceres) se ha convertido en la primera compañía en ofrecer esta estrategia de geoingeniería a particulares. Desde hace algo más de un año, sus responsables venden “créditos de enfriamiento” a sus clientes que equivalen al vertido de un gramo de SO2 en las alturas.

“Compense una tonelada de CO2 al año con solo 9,95 euros”, anuncian. El transporte se produce mediante globos de helio que ascienden por encima de los 20.000 metros de altitud y liberan pequeñas cantidades de dióxido de azufre en estas regiones remotas del cielo con la intención de que reflejen parte de la luz del sol y ayuden a bajar la temperatura. 

¿Una ‘nube' para calmar conciencias?

Según los creadores, cada gramo de estos aerosoles compensa el calentamiento de una tonelada de dióxido de carbono liberado por la quema de combustibles fósiles. Desde febrero de 2023 han vertido 53 kilos de estos aerosoles y presumen de que es el equivalente en términos de enfriamiento a plantar 2,5 millones de árboles. “Los globos liberan diminutas partículas en la estratosfera, creando una fina capa reflectante que reduce la cantidad de calor que llega a la superficie de la Tierra y evita que el planeta se sobrecaliente”, escriben. Y apelan a la conciencia de quienes quieren compensar las emisiones producidas por sus actividades cotidianas.

El nombre de la empresa (Hacer atardeceres) hace referencia a una de las consecuencias más llamativas de la inyección estratosférica de estos aerosoles, la que llevó al descubrimiento de este fenómeno a finales del siglo XIX. En 1883, tras la erupción del volcán Krakatoa, corresponsales de todo el mundo informaron a los científicos de una serie de espectaculares atardeceres que se estaban registrando en diferentes regiones del planeta. Esto les ayudó a comprender la gran cantidad de material que la explosión había puesto a circular por la atmósfera y fue determinante para el inicio del estudio del papel de los aerosoles en el equilibrio radiativo de la Tierra. 

Los responsables de Make Sunsets juegan con esta idea romántica de crear una nube en la estratosfera, una nube que se puede observar fugazmente en los vídeos del ascenso de los globos estratosféricos: al explotar, se queda suspendida durante unos instantes la pequeña cantidad de dióxido de azufre que han colocado previamente en su interior.

“Desplegamos nuestras nubes reflectantes a más de 20 kilómetros de la superficie de la Tierra utilizando globos”, escriben. “Permanecen arriba durante aproximadamente un año reflejando algunos de los rayos del sol al igual que las nubes naturales que se encuentran debajo. Piense en ello como aplicar protector solar en aerosol para proteger su piel del sol”. 

Sin embargo, son muchos los expertos en ciencias atmosféricas que ponen en duda esta estrategia, así como su seguridad. 

“Una cantidad ridícula”

“Técnicamente sí, si pones estas partículas en la estratosfera evitas que llegue una parte de la radiación”, admite Francisco J. Tapiador, catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), a elDiario.es. “El problema es que estas cantidades tienen un efecto muy pequeño y más bien estamos ante un negocio que ofrece lavar conciencias pagando unos dólares”. A su juicio, iniciativas como esta son “una barbaridad”, sobre todo porque ponen en riesgo los esfuerzos serios y colectivos en materia de geoingeniería, como los que se apunta en el informe One Atmosphere (Una atmósfera), bajo el paraguas de la ONU, que defiende una gobernanza internacional de la estratosfera. “Van a crear mala prensa a iniciativas que en algún momento quizá tendremos que utilizar, aunque lo tendrán que hacer los gobiernos”.

Van a crear mala prensa a iniciativas que en algún momento quizá tendremos que utilizar, aunque lo tendrán que hacer los gobiernos

“Sabemos que si cargas la atmósfera con aerosoles de ese tipo la insolación solar se reduce”, asegura Luis Bañón, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). “Otra cosa es qué efectividad puede tener meter en un globo un kilo de aerosoles y subirlo a 20 km de altitud”. A su juicio este tipo de empresas aprovechan los resquicios legales y han visto una oportunidad de mercado para ofrecer un producto. “La filosofía de esta empresa es ‘haz y luego pide permiso’, aunque en Europa no creo que pudieran hacer algo como esto”. 

Otro aspecto en el que inciden los expertos es el escaso alcance que puede tener la emisión de 50 kilos de aerosoles a la estratosfera frente a un problema global como el calentamiento. “Cualquier emisión de un volcán mediano tiene mucho más impacto; esto es más un gesto o un negocio que otra cosa”, indica Bañón. “Es una cantidad ridícula”, añade José Luis Sánchez, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de León. “Para hacerse una idea, una central térmica de carbón emite varias toneladas de SO2 cada hora”. 

Una enorme incertidumbre

En cualquier caso, por mucho que sean cantidades pequeñas de aerosoles, siempre existe una gran incertidumbre sobre cómo actuarán estas partículas y cómo interferirán con otros procesos, advierte Sánchez. “No sabemos cómo se van a comportar en el futuro, con lo cual lo único que estás haciendo es enredar”. El principal problema es que el material que se deposita en la estratosfera se queda mucho tiempo allí, pues no hay precipitaciones, y cuando es muy masivo —como en el caso de las erupciones— llega a dar la vuelta al globo. 

A mí me da mucho miedo que este dióxido de azufre intervenga en otros procesos naturales como la formación de ozono

“A mí me da mucho miedo que este dióxido de azufre intervenga en otros procesos naturales como la formación de ozono”, afirma el experto. “El agujero de ozono en la Antártida se produce porque se alteran los procesos de creación de ozono durante el invierno, porque no llega el sol, una situación muy parecida a lo que quieren crear con estas nubes. Me parece totalmente desafortunado el apostar por una posible tecnología con una cantidad de incertidumbre tremenda”.

“No conocemos los posibles efectos adversos”, añade Tapiador. “En la estratosfera hay un montón de procesos que apenas conocemos, jugar a aprendiz de brujo inyectando aerosoles allí es muy peligroso, pueden ocurrir cosas que no sabemos porque nunca se ha hecho, como una reacción en cadena a nivel atmosférico que cambie el régimen de lluvias o el patrón de vientos en determinados lugares”. Por otro lado, advierte Sánchez, hay que tener en cuenta otros aspectos, como que la producción de helio es costosa desde del punto de vista de emisiones de CO2. “Es muy difícil determinar el balance total entre lo que tú pretendes hacer para evitar la entrada de radiación solar y el efecto que tiene todo el proceso en conjunto”, asegura.  

La lógica perversa del mercado

A Jon Sampedro, investigador del Basque Centre for Climate Change (BC3) y experto en transición energética, le preocupa que la proliferación de este enfoque individual lance el mensaje equivocado respecto a la forma efectiva de luchar contra el calentamiento. “Si ya sabemos cuál es un modelo de transición energética sin riesgos, un cambio a energías renovables reduciendo el consumo de energía y las emisiones, ¿por qué vamos a entrar en estos grados de incertidumbre?”, plantea.

Sampedro también considera que fomentar estas vías de compensación sigue una lógica perversa y puede desincentivar los esfuerzos de reducción de emisiones. “Puede servir para que las empresas que quieran compensar por estas vías no reduzcan suficientemente las emisiones”, señala. “Estas soluciones no pueden ser una excusa para no hacer los deberes”.

Puede servir para que quienes quieran compensar por estas vías no reduzcan las emisiones. Estas soluciones no pueden ser una excusa para no hacer los deberes

Para Francisco Tapiador, el problema puede llegar sobre todo si este modelo prolifera en otros países grandes y con menos regulación como China, Brasil o Argentina. “A fin de cuentas es una muestra del espíritu emprendedor de EEUU”, resume. “Creas un mercado de emisiones y la gente busca la manera de beneficiarse de esto y sacar partido del interés de mucha gente de paliar el cambio climático en la medida en que puedan”, subraya. Y también es una forma de seguir contaminando con la conciencia tranquila. “El problema es que hemos construido una sociedad cuyo bienestar se basa en el petróleo barato”, concluye. “Cambiar todo eso va a ser muy complicado”.