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España se adentra de lleno en el “ensayo y error” internacional de la desescalada

Nuevas señalizaciones en las calles de Granada al entrar en la Fase 1 de la desescalada frente al coronavirus.

Marta Borraz / Belén Remacha

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La desescalada ha inaugurado en España una nueva y larga etapa de la pandemia. A medida que avanza y ya con todos los territorios entre la fase 1 y 2 se van abriendo nuevos resquicios sociales y económicos que pondrán a prueba la contención del virus. Los alivios exigirán un continuo proceso de evaluación en el que cualquier rebrote puede implicar dar marcha atrás. Los desconfinamientos nos convierten en una especie de experimento en el que probar qué funciona y qué no y tomar medidas en base a ello: el método científico de 'ensayo-error' a escala global.

Los analistas saben que, dentro de la absoluta complejidad de esta crisis, el confinamiento era la parte “fácil”. Fue un shock generalizado, pero las instrucciones estaban claras: no se podía salir de casa. La desescalada requiere de una coordinación, planificación y estructuración “sin precedentes”, confirma Francisco Javier Puerto Sarmiento, miembro de la Real Academia de la Historia y de la de Farmacia y catedrático en Historia de la Ciencia. Margarita del Val, coordinadora científica del CSIC, lo resumía así: “Igual que nunca habíamos tenido una pandemia tan potente, hay que entender que tampoco hemos tenido nunca una desescalada. (...) Todos estamos haciendo prueba y error, y ojalá acertemos”.

Porque los ejemplos ya se están sucediendo. En España lo más parecido es lo que ha ocurrido en la Comunitat Valenciana, que ha postergado el paso a la fase 2 de los departamentos de salud que ya llevan 15 días en la 1 debido a un ligero repunte. En algunos países las medidas están siendo más drásticas. Esta semana Francia se ha visto obligada a clausurar 70 escuelas infantiles reabiertas, y en la ciudad china de Shulan se ha confinado de nuevo a los ciudadanos en sus casas. En Seúl, los bares se reactivaron y luego volvieron a cerrarse tras un contagio masivo en una zona de ocio nocturno.

“No se puede hacer de otra manera que probando y retrocediendo si es necesario. Y ahí está España ahora”, explica Salvador Macip, doctor en Genética Molecular y Fisiología Humana. Si siguiéramos solo el criterio científico, prosigue el experto –autor del recién reeditado Las grandes epidemias modernas (Destino)– “deberíamos encerrarnos a cal y canto durante meses” porque el confinamiento “funciona”. Sin embargo, “no es posible mantenerlo indefinidamente” y la transmisión actual del virus justifica el alivio. A principios de marzo, cada persona infectada llegó a contagiar a otras tres o cuatro; ahora a menos de una, de acuerdo con la 'tasa R0'. Ello, dice, nos coloca en una situación “de ver hasta dónde podemos llegar y en qué medida va funcionando”.

Lo explicaba Gabriel Leung, epidemiólogo y decano de Medicina en la Universidad de Hong Kong en un reciente artículo en The New York Times: hasta que haya inmunidad de grupo gracias a la vacuna “todos debemos prepararnos para varios ciclos de 'suprimir y levantar' durante los cuales se aplican y relajan restricciones, se aplican nuevamente y se relajan de nuevo”. Es decir, tras controlar la curva de la epidemia, los países considerarán medidas de alivio, pero “deben estar listos para volver a imponer restricciones drásticas” si las cifras aumentan. Es, ilustra Leung, “parecido a conducir un automóvil por un camino largo y tortuoso”: “Hay que pisar los frenos y soltarlos una y otra vez para seguir avanzando sin chocar y con la vista puesta en alcanzar el destino final de forma segura”.

Que subirán los contagios es un horizonte esperado por los especialistas, pero “lo ideal” es que sea “muy poco a poco” y de forma controlada, explica Macip. Fernando Simón, director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, se ha referido a ello este viernes al asegurar que “la idea” es que los brotes se atajen de forma “localizada” y en “territorios pequeños” que no comprometan los avances a gran escala. Ha advertido de que, si la difusión se convierte otra vez en incontrolable, “se podrían plantear de nuevo restricciones”. En este sentido, Macip apuesta por que las autoridades públicas “expliquen a la población que este es el escenario, porque si se genera frustración o sensación de engaño, puede haber efecto rebote. La pandemia es real y está aún aquí”.

Que durante la desescalada o 'nueva normalidad' va a haber algún rebrote es algo que asumen todos los expertos. Pero el objetivo es controlarlo a tiempo para que no estalle, porque un nuevo confinamiento, como dice Milagros García Barbero, exdirectora de Servicios Integrados de Salud de la OMS, “sería un mazazo psicológico. Para la gente y también para las empresas que se han gastado tanto dinero en medidas de protección y adaptado los negocios. Es lo que tenemos que evitar”. Por eso es un proceso progresivo y asimétrico. Requiere de “grandes dosis de sentido común, conocimiento científico y cumplimiento” por parte de la población, apunta Macip. Y de “mensajes claros y estructurados” por la de los gobernantes, añade García Barbero. Avanzar sobre seguro implica un refuerzo de la vigilancia epidemiológica: detección precoz con pruebas PCR en 24 horas a todos los sospechosos y rastreo de contactos. Y, quizá en algún momento, pisar el freno.

Qué ocurrió antes

En parte, esta incertidumbre viene provocada por la total ausencia de precedentes de esta envergadura. Francisco Javier Puerto Sarmiento cuenta que en antiguas epidemias, como las del cólera, las salidas solían comportar los llamados “cordones”, es decir, protección militar alrededor de focos de los que no se podía entrar ni salir –pasó en Andalucía y en Madrid en el siglo XIX– y, sobre todo, cuarentenas de los enfermos, que morían en mucha mayor proporción que ahora. Así que en realidad los mecanismos siempre han sido parecidos, porque para una enfermedad que se transmite en el grado y vía que lo hace la COVID-19 “no existen otros”: limitación de movimiento y aislamiento físico.

Pero dos características hacen a esto tan grande. La primera, la escala global: “Las epidemias siempre se han transmitido entre países. Los españoles llevamos a América cosas como la ganadería, pero también la viruela y el sarampión, y nos trajimos frutos y vegetales, y la sífilis. Siempre ha ocurrido, pero, cuanto más aumenta la capacidad de ponernos en contacto, aumentan las pandemias. Sin la globalización, esto sería muy distinto”. La segunda, que sabemos algo más de la COVID-19 de lo que nuestros ancestros sabían de sus enfermedades: “Cuando las epidemias de peste, ni siquiera sabían que el bicho viajaba en las pulgas de las ratas. De poco servía prohibir el paso a viajeros, era imposible pararlo solo así”.

Quien sabe también del pasado, aunque más reciente, es Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública. Fue director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad de 2008 a 2011; es decir, le tocó gestionar la anterior pandemia, la de gripe A. Y cuenta que el confinamiento y la desescalada son tan inéditos que no estaban ni en los manuales de Salud Pública: “Sí se habló del cierre de algunas congregaciones, aislamientos de grupos concretos, recuerdo que se valoró cancelar el Viña Rock... había un plan logístico por la gripe de 2005 que nos sirvió de mucho, pero el cierre completo de una sociedad y su posterior reapertura no estaba en ningún plan de respuesta, ni siquiera en nuestro imaginario”.

Mantener el equilibrio

En 2020 conocemos al coronavirus mejor que en el siglo XVI a la peste, pero no lo suficiente. Esa es la principal razón que Milagros García Barbero argumenta para explicar que todos los países vamos a ir “dando tumbos” durante una buena temporada, como mínimo mientras no haya vacuna. “Las hojas de ruta de la Unión Europea y de la OMS de febrero se basaron en la trayectoria de virus que no se comportan igual. De este conocemos varios problemas: su alta contagiosidad, que hay muchos asintomáticos, y que los tiempos de incubación varían mucho. Vamos a hacer la desescalada a la vez que hacemos ensayos clínicos con el virus. Si nos enfrentáramos a una gripe, ya sabes cómo funciona. Con este se trata de acertar, casi con una bolita de cristal”.

Los países que fueron afectados primero por la epidemia y antes han iniciado sus procesos de transición, como China y Japón, pueden mostrar algo de luz. “No hay más experiencia que esa”, remarca Ildefonso Hernández, pero ni eso puede servir del todo de guía porque “todo hay que adaptarlo a cada contexto. Es imposible que las políticas de un país sirvan exactamente igual para otro. Se puede aprender, pero ni las formas culturales, ni las economías son las mismas. Por ejemplo, la importancia que se le da aquí a la restauración, la hostelería y a las reuniones de amigos no es la de otros países. Incluso dentro de España no habrá las mismas prioridades en Canarias que en Castilla-La Mancha”.

Lo que también sostiene Hernández es que no hay muchas alternativas más allá de la incertidumbre. La científica Margarita del Val señalaba que en Hubei (China) esperaron a los 0 casos, pero ahí “tenían el apoyo de todo el resto de China”. España no es tan fuerte como China y no puede sostener a una comunidad que permanezca cerrada mucho más tiempo. Y además, sigue Hernández, esos 0 casos, por las características del coronavirus, “no los va a haber. Y en el momento en el que se abran las fronteras, cualquier situación puede generar una importación. Hay que asumir esa variable y mantener la actividad con ese equilibrio”.

Conseguir “ese equilibrio” es la obsesión de todos. Tener “la pandemia bajo control, pero a un coste social y económico aceptable”, describe Leung en su columna. Los platos de la balanza son los contagios, los efectos en la economía y el empleo y también las consecuencias emocionales y psicológicas del encierro. Hernández pide que no se plantee como un dilema: “Salud y economía no están contrapuestas. Solo una buena inversión en salud te asegura todo lo demás. E incluso a nivel práctico: solo un sistema sanitario fuerte te garantiza que la gente quiera venir de visita”. “Mantener la economía paralizada afecta a muchísimas personas y tener cerrados los colegios influye en el desarrollo de los niños. Y aliviar el desconfinamiento incrementará el riesgo sanitario. El equilibrio es lo más difícil porque implica tomar decisiones con muchos factores”, concluye Macip.

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