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El acoso ultracatólico en las clínicas: “Una señora con rosario me agarró pensando que iba a abortar y me dijo 'no lo hagas'”

Rocío (nombre ficticio).

Marta Borraz

Si no hubiera salido de la clínica no le hubiera pasado, pero tuvo que ausentarse un momento para hablar por teléfono. Tras colgar, se dispuso a volver a entrar, pero una mujer con un rosario en la mano que se había colocado en la acera de enfrente se dirigió a ella y le cortó el paso. Ocurrió hace unos nueve meses en la clínica Iris, de Albacete, donde habitualmente se practican abortos. Rocío (nombre ficticio) no acudía para eso, pero la mujer con la que se topó creyó que sí. “Cuando iba a entrar, la señora me agarró del brazo pensando que iba a abortar y me dijo 'no lo hagas'”, cuenta esta joven en conversación con eldiario.es.

Aunque solo era una persona la que esperaba a las puertas de la clínica, el caso ilustra lo que ocurre semanalmente en varios centros médicos que practican abortos en España, donde grupos de ultracatólicos interceptan, hostigan e intentan convencer a las mujeres que entran para que no aborten. La Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción Voluntaria del Embarazo (ACAI) lleva años denunciando la situación y ahora el Defensor del Pueblo ha comenzado a investigar y recabar información sobre ello. De hecho, el caso de Rocío forma parte de sus indagaciones. Esta semana, el aborto ha vuelto a ponerse sobre la mesa después de que el número dos de la candidatura de Pablo Casado, Adolfo Suárez Illana, haya asegurado que “los neandertales también lo usaban: esperaban a que nacieran y les cortaban la cabeza”.

“Yo no tenía muy claro a qué se refería, pero empecé a encontrarme muy incómoda”, cuenta Rocío, que prefiere no hacer público su nombre real. –“¿Qué no haga qué?”, le preguntó. –“Que no abortes”. –“Ah, ¿Qué no vienes a eso?”, prosiguió la mujer al ver su cara de sorpresa. La joven, que vive en Valencia pero en esos días se encontraba en su Albacete natal, explica que, entre asustada y descolocada, no le quiso responder y le preguntó si trabajaba en la clínica. “La señora, muy indignada me dijo que no, que pertenecía a una asociación provida y que ayudaban a las mujeres que están embarazadas para que no aborten”.

Las ayudas a mujeres embarazadas suelen ser ofrecidas por asociaciones antiabortistas, que utilizan buena parte del contenido de sus páginas web para inducir temor, mediante afirmaciones falsas y exageraciones, a las mujeres respecto a la interrupción voluntaria del embarazo, actualmente regulada por una ley de 2010 que permite el aborto libre hasta la semana 14. Es el caso de Red Madre, la organización de la que precisamente es patrono Suárez Illana y que en los últimos días varios líderes del PP, entre ellos Casado, ponen como ejemplo al hablar de su propuesta de una Ley de Apoyo a la Maternidad.

Según cuenta Rocío, la mujer le dijo que en su asociación tenían recursos económicos, ropa de bebé y abogados –“para tramitar las adopciones”, explica que le comentó–. “La mujer no utilizó la violencia en ningún momento, pero yo sí me sentí violentada y juzgada”, señala la joven. Cuando regresó a su casa, comenzó a buscar información sobre este tipo de grupos y recordó las noticias que había leído sobre lo que suelen hacer a las puertas de las clínicas, algo que además de en Albacete ocurre en ciudades como Madrid, Málaga o Córdoba, según denuncia ACAI.

¿Y si hubiera ido a abortar?

“Entré en distintas páginas web y me pareció increíble lo que allí decían. Soy química y creo que tengo formación científica suficiente como para saber que lo que aseguran estas mujeres sobre el aborto es mentira”. Rocío se puso entonces a pensar qué hubiera ocurrido y cómo se hubiera sentido si efectivamente hubiera estado embarazada y a lo que hubiera acudido a la clínica fuera a abortar. “Lo último que me apetecería sería encontrarme a una señora rezando el rosario que me coja del brazo y me diga 'no lo haga' y que puede ayudarme con ropa y un abogado. Tú has tomado una decisión difícil y que has pensado mucho y que de repente venga alguien a cuestionarte creo que es duro e indignante”.

Ante ello, y “por la incomodidad que yo había sentido y la que no me quería ni imaginar que habrían sentido otras mujeres”, decidió interponer una denuncia ante la Policía Nacional. Así que, sobre las 21.00 horas del día 4 de julio del año pasado, según consta en la misma, Rocío se dirigió a la comisaría de Albacete, donde contó lo que había vivido. Según relata la joven, los agentes le comentaron que no veían ningún delito en los hechos, pero “tras mucho insistir” tramitaron la denuncia. No volvió a saber nada de ello hasta hace unas semanas, cuando se dirigió de nuevo a la comisaría para preguntar sobre el estado.

“Me dijeron que había cambiado la ley hace poco y que como no había autor conocido no podían enviarla al juez”, dice Rocío refiriéndose a la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, modificada en 2015 para introducir este cambio –salvo en el caso de algunos delitos graves–. Este medio se ha puesto en contacto con el gabinete de prensa de la Comisaría Provincial de Albacete para preguntar por el caso sin obtener por el momento respuesta. Rocío, por su parte, ha registrado recientemente una comunicación ante la Subdelegación del Gobierno para solicitar información sobre el estado de la denuncia.

Su caso forma ahora parte de la investigación que está llevando a cabo el Defensor del Pueblo, que está solicitando información a ACAI y en los últimos días le ha pedido a Rocío una copia de la denuncia. La joven espera que las pesquisas tengan su efecto porque la puerta de una clínica –“en la que las mujeres deciden libremente”, asume– “no es un lugar en el que hacer esto y menos de esa manera, dando por hecho que toda persona que pase por allí va a abortar y sin buscar explicaciones (que tampoco son de su incumbencia) sino siguiendo el principio ultraconservador de que toda mujer que quiera abortar simplemente no debe hacerlo”, esgrime Rocío en un escrito que ha enviado al Defensor del Pueblo.

ACAI celebra que la joven haya querido hacer público el caso, puesto que hay mucha dificultad para que mujeres que “ante todo quieren preservar su intimidad” y “huir del estigma asociado al aborto” denuncien. Esto no significa que no sufran las consecuencias, como ha puesto de manifiesto la asociación en la primera investigación realizada al respecto, para la que entrevistó a más de 300 mujeres que abortaron en diferentes clínicas. “Me han hecho sentir como una asesina, me han dicho que iba a ir al infierno, que estaba matando a mi hijo (el niño venía mal), horrible, no sé si esto es legal” o “se ponían delante y no me dejaban tranquila” son algunos de los testimonios recopilados. Un 89% y un 66% de las mujeres declararon haberse sentido acosadas y amenazadas, respectivamente.

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