No hay dudas de que Margarita del Val (Madrid, 1959) es una de las personas en España que más sabe sobre el coronavirus. Doctora en Bioquímica, está dirigiendo estos meses la plataforma del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que reúne a 200 grupos de investigación alrededor de la pandemia. Es multidisciplinar: en uno de esos 200 se desarrolla una de las vacunas contra la COVID-19 más avanzadas del planeta, pero también cuenta con equipos de especialistas en sociología, economía, medio ambiente o inteligencia artificial, todos abordando el desafío que supone esta crisis e intentando aportar algo para que se resuelva cuanto antes.
La plataforma se llama Salud Global, y Del Val aspira a que no quede limitada al coronavirus: “Internacionalmente nos hemos visto todos vulnerables ante los problemas de salud. Ahora buscamos una mejor reacción a la segunda ola de coronavirus, pero luego podrán surgir otras pandemias, un ataque biológico o el reto que tenemos a la vuelta de la esquina, que es la resistencia a antibióticos. Queremos que esto se convierta en una estructura para el CSIC, y sobre todo para nuestro país”. Cuenta que van ampliando ese número de 200, pero por ahora solo están financiados unos 60 proyectos, principalmente a partir de donaciones privadas de empresas y particulares. En marzo recibieron una inyección estatal selectiva para los grupos provenientes del Centro Nacional de Biotecnología. A los mecenas les agradece mucho, pero opina que “la financiación pública debería ser suficiente, y no lo es”.
¿Tenemos que dar por hecho una segunda ola de COVID-19? ¿Puede llegar antes del otoño?
Sí, va a haber una segunda ola de COVID-19. Que haya olas depende de que haya población vulnerable de infectarse: al principio, el 100% de la población lo era; ahora, los más optimistas hablan de que el 80% seguimos siéndolo [el 95%, según el estudio de seroprevalencia del Ministerio presentado unas horas después de esta entrevista]. Hay más en Murcia que en Madrid, pero en general sigue habiendo mucha población vulnerable en todo el mundo. Lo hemos visto en Singapur, llevan ya dos o tres olas: subida de casos, control, de nuevo subida de casos, y de nuevo control. Y en Hong Kong, Alemania, Corea del Sur y en China, en una provincia distinta a Hubei.
Pero para responder a si puede ser antes del otoño, diría que tenemos que aprender de la última pandemia. La vivimos todos: fue la de gripe A, en 2009. La gripe A se expandió explosivamente con circulación libre durante el verano de 2009 porque había mucha gente vulnerable, todos los menores de 50 (los mayores tenían cierta protección por los anticuerpos de virus de previos a la pandemia de gripe del 57). Es decir, el verano no la paró. Y luego la gripe A pasó a ser estacional, se quedó con nosotros.
¿Quiere decir eso que no podemos confiar en la estacionalidad del coronavirus, en que el verano y las altas temperaturas lo atenúen?
Frente a la estacionalidad, prima la cantidad de gente vulnerable. El calor atenuará un poco el golpe, pero en el momento en el que dejemos circulación libre será de locos otra vez, una segunda ola. Ha sido así con todas las pandemias. Los coronavirus que ya existían sí son estacionales. No es que los destruya el calor, sino especialmente que con calor hacemos más actividades al aire libre, y la transmisión se produce sobre todo en entornos cerrados y aglomerados. Este parece que también es así: en el mapa de España, las zonas más machacadas por la COVID-19 son Madrid y las dos Castillas, la meseta, zona fría. Pero repito, prima sobre eso la cantidad de gente vulnerable.
¿Por qué esta vez sí se ha optado por esta estrategia del confinamiento mundial y con la gripe A no?
A la gripe A se llegó tarde, y además resultó ser mucho más benigna. La primera vez que se intentó algo así fue con el SARS en 2003, y no fue internacional porque se logró parar con un confinamiento de este estilo solo en el sudeste asiático. Así que cuando aparece el SARS-CoV-2, un virus hermano, China, inteligentemente, decide seguir exactamente la misma estrategia. No contaban con que fuese tan contagioso y hubiese tantos asintomáticos, pero hubiese sido lo mismo. Esto no es tan letal como el SARS de 2003, pero es tan letal que sin confinamiento tendríamos un colapso absoluto del sistema sanitario, y por tanto también del económico. Además de un comportamiento ético fatal, habiendo dejado morir a mucha gente de golpe sin darles la oportunidad de tener en un tiempo vacuna y tratamiento.
¿Mientras no haya vacuna nuestro destino es esto? ¿confinamiento, control, nueva ola, y nuevo confinamiento?
Creo que habrá que ir hacia un confinamiento más selectivo, de personas vulnerables, con más posibilidades de contagiarse, diferenciando por trabajadores esenciales… acompañado de un seguimiento muy cercano de contagiados y sus contactos. Una aplicación en el móvil sería superbarata y permitiría que el confinamiento no fuera de toda la sociedad. Pero sobre todo nos tenemos que dar cuenta de que para que no vuelva a haber confinamiento tenemos que seguir siendo responsables, como hasta ahora lo ha sido la mayoría. Y saber que la desescalada no es el final del túnel. El virus sigue circulando a muy alto nivel en muchos países, en España también, y todavía hay mucha gente que se puede contagiar.
¿Se ha empezado la desescalada en España demasiado pronto, si atendemos solo a los criterios estrictamente sanitarios?
Es difícil decirlo. Está claro que en los hospitales ya no hay tantos enfermos, pero también que no estarían preparados para una liberación total. Si están preparados para la desescalada, no lo sabemos. Igual que nunca habíamos tenido una pandemia tan potente en la que cada gobierno, y cada uno de nosotros, ha intentado hacer lo que era más sensato, hay que entender que tampoco nunca hemos tenido una desescalada. En Corea van por delante, y han abierto bares, fallado, y corregido. Todos estamos haciendo prueba y error con la desescalada, y ojalá que acertemos.
A lo mejor podríamos haber hecho como en China, que esperó a tener 0 casos en Hubei, pero tampoco sabemos si eso es lo mejor. Y Hubei tenía el apoyo de todo el resto de China y aquí no tenemos esa potencia, es normal que se intente abrir por razones económicas y sociales, hay gente que no puede aguantar más por muchos motivos. Pero precisamente por eso tampoco podemos permitirnos un segundo confinamiento y debemos ser responsables para evitar que la segunda oleada no sea como la primera. Hay que ganar tiempo, se trata todo el rato de eso. Hacer todo lo más atenuado posible para que nos dé tiempo a investigar, a preparar servicios, tratamientos, a desarrollar aplicaciones en el móvil y entender que no van a afectar tanto a nuestra privacidad y van a ser mucho más eficaces que que un rastreador vaya a tu casa a preguntarte... Ganar tiempo para todo.
¿No afectarán a nuestra privacidad esas aplicaciones?
Es una preconcepción que no es cierta. Será ceder un poco de privacidad, la del día que me contagio, y bastará con que alguien lo desencripte. Es muchísimo menos que que Google sepa todo lo que compras, y una app sabe identificar con quién has estado cerca en el supermercado si te ha dado un ataque de tos, tú no.
¿Cuáles son los plazos razonables para los que podemos esperar una vacuna?
Son desconocidos. Hay decenas de iniciativas en el mundo que la buscan, algunas ya probándose. Se le ha dado mucha importancia, el esfuerzo ha sido proporcional al daño. Más que a otras vacunas, porque la investigación no es infinita, y particularmente en España, desde 2008, es precaria. Hay que tener presente que también se ha investigado mucho una vacuna contra el SIDA y no se ha conseguido; tampoco la de la malaria, pero esa quizá no se ha investigado tantísimo. Por el lado bueno, el SARS-CoV-2 muta mucho menos que el virus del SIDA, por lo que se le presupone menos complicación. Pero no sabemos plazos. En 2021 no sé si la tendremos, lo que sí tendremos en 2021 es más idea de por dónde irán las cosas. De distribución, tampoco hay plazos. La primera población en recibirla será la sanitaria y la de riesgo, no será masiva.
¿Cree que habrá problemas de patentes que harán que, cuando se descubra, sea muy cara o no esté disponible para todos los países?
Hay países que van por ahí. India y EEUU ya han dicho que ellos van primero, que no hacen tratados con nadie y, una vez que funcione y la usen en su población, verán si la venden. España tiene un acuerdo con varios países mediante el cual, quien la desarrolle, la compartirá con todos de manera equitativa. Y eso nos da una cierta seguridad. Va a haber dificultades no solo para encontrarla, sino para producirla a gran escala, son materiales biológicos que no son fáciles de conseguir… por eso tardará mucho en llegar a gente sin riesgo adicional. Nos tenemos que acostumbrar a que los que vienen van a ser los años de la pandemia. Algunas cosas tendrán que cambiar, el teletrabajo desde luego será una parte importante y habrá que optimizarlo. Estos meses ya hemos aprendido algo, pero aún no todo.
¿Es una posibilidad real que la vacuna se descubra y desarrolle en España, como dijo el ministro Pedro Duque?
Es lo suficientemente real como para que estemos poniendo toda la carne en el asador desde el CSIC. Y tenemos que contar con que será mejor si la desarrollamos aquí. Sobre todo porque tenemos opciones muy buenas. El primer grupo del CSIC que recibió financiación del Ministerio de Ciencia fue el dirigido por los doctores Luis Enjuanes e Isabel Solà para su vacuna, y científicamente es de altísimo nivel, de las mejores del mundo, aunque quizá más difícil de producir a gran escala que otras. Tenemos también la del grupo de Mariano Esteban y Juan García Arriaza, basada en la de la viruela, y otra tercera no tan mediática pero muy avanzada incluso a gran producción, del de Vicente Larraga, una adaptación de la de la leishmania en perros. Vamos muy bien, y vamos con todas porque si funcionase más de una sería un exitazo y cada una podría ser útil en un momento distinto.
¿Es más fácil que llegue un tratamiento efectivo, antes que una vacuna?
Sí, porque son más rápidos de probar, de producir en grandes cantidades… no son tan eficaces pero atenúan la mortalidad. Pero el control total llegará con la vacuna.
¿Hay que temer consecuencias a largo plazo para quien ha pasado el coronavirus? Están saliendo casos de trombos, hay quien habla de secuelas para los niños…
A quien tema eso le diría que ese miedo no es productivo, porque no puedes combatirlo con nada. No tenemos evidencia de que haya muchas secuelas hoy por hoy. Si hay síntomas inusuales, sean secuelas o no, como siempre, hay que consultar a la médica. Los investigadores clínicos están siguiendo todo para ver cuánto de frecuente es cada circunstancia, y ellos tendrán que estar siempre pendientes: hay infecciones cuyas secuelas surgen a los 10 años. A los niños se les investiga especialmente por ser una población muy especial, y sí sabemos que lo sufren más los menores de dos años por tener el sistema inmunológico menos desarrollado, pero también que su curso por lo general es leve y su capacidad de contagio es como la de cualquier otro asintomático.
¿Qué sabemos de la inmunidad? ¿Los anticuerpos nos protegen de verdad de volver a contraer la enfermedad?
Conocemos la inmunidad para los otros dos coronavirus graves en humanos, y dura varios años. Frente a este, no podemos afirmarla más allá de varios meses. Casi todos la acabaremos desarrollando, ya sea inmunidad por anticuerpos o celular, y probablemente sí dure varios años. Seguramente no será tan tremenda como la de la varicela, que dura toda la vida, pero las segundas infecciones observadas para otros coronavirus siempre son más benignas. Si sobrevives a la primera vez que pasas la COVID-19, es muy probable que de la segunda ni te enteres. En eso estoy tranquila, creo que no hay que asustarse. Aunque a nivel de población, aún no la tenemos.
¿Pero podemos aspirar a una inmunidad de grupo natural? ¿No es algo completamente descartado?
La mejor forma de lograr la inmunidad de grupo es la vacuna. De manera natural, necesitaríamos al menos 20 años, durante los que se vería también afectada la economía y la sociedad. Ya solo con la gripe se llega al límite del sistema cada año, y esto contagia más y lleva a más gente al hospital. Los que vienen serán los años de la pandemia, pero no serán 20 buscando la inmunidad de grupo, sino menos buscando la vacuna: lo haremos más rápido y en condiciones más duras. Ningún país lo está consiguiendo con inmunidad de grupo natural, tampoco Suecia. Solo ha habido dirigentes populistas intentándolo, ignorando la ciencia, y que cuando se han dado cuenta de la realidad han tenido que rectificar.
¿Qué es lo que ha fallado? ¿No había planes en Europa para afrontar una pandemia?
No estábamos preparados. El sudeste asiático tuvo un ensayo general con el SARS de 2003, pero aquí no estábamos entrenados. Nadie: ni gobierno, ni sanitarios, ni investigadores, ni ciudadanos. Si una semana antes de lo que se hizo nos dicen que nos confinan a todos, no hubiésemos hecho ni caso. Lo veíamos en China y pensábamos “qué exóticos, estos chinos están locos”. ¿De verdad podíamos creer que China iba a hacer maniobras así para fastidiar su economía? Los chinos son personas razonables, como todos nosotros. Pero el 99% no se lo creía. Y llegó a Italia, aquí al lado, y seguíamos sin creérnoslo. Actuamos una semana después que Italia, igual de mal, y los debates eran sobre qué le estábamos haciendo al turismo, a los bares… cuando nadie nos estaba haciendo nada, era el virus. Seguíamos sin entenderlo.
Por eso no hemos reaccionado y por eso quiero que, ahora que nos hemos dado cuenta de lo que supone una pandemia, aprendamos de la primera ola para que la segunda sea mucho más suave. Sí confío en que hemos adquirido ya una rutina, que es un rollo pero que debemos mantener, por ejemplo como digo en la manera de trabajar. Y sobre todo que no caigamos en errores del principio, cuando hubo gente que pensó que iban a ser dos semanas y luego se agobió. Nos será mucho más fácil asumir que estos son los años de la pandemia, que tenemos que ir adaptándonos, alegrándonos de cada relajación… el final del túnel solo llegará cuando haya vacuna y con ella inmunidad de grupo.
¿Va a cambiar nuestra relación con los virus, la ciencia y entre nosotros mismos a largo plazo? Incluso después de la vacuna, ¿viviremos con la inquietud de que un virus u otra amenaza biológica nos arrase otra vez?
Cambiaría la pregunta: ¿va a cambiar nuestra relación con la investigación y con los científicos? Por favor, que cambie. Sobre lo otro, habría que preguntarle a los sociólogos. Pero miraría al pasado y a la pandemia de gripe de 1918. Ocurrió casi a la vez que la I Guerra Mundial, y en la guerra había héroes, ganadores y perdedores. Pero tras la pandemia, invadió una sensación brutal de que no habían sido capaces, de fracaso. No había héroes. Así que desapareció. Y eso que en 1918 la gente se caía muerta en mitad de la calle. Un montón de países desarrollaron la seguridad social porque en ese momento entendieron la necesidad de estar organizados, pero a nivel colectivo se optó por el olvido: vemos películas, leemos novelas y biografías de aquella época, y por lo general no se refleja la pandemia. Habría, como digo, que preguntar a sociológos, pero creo que eso es lo que hay que evitar. Creo que es más difícil que actualmente pase, pero para eso tenemos que controlarlo, tomar buenas decisiones y aprender de ellas, para sentirnos capaces.
Decía que tenemos que cambiar nuestra relación con la investigación, también que solo unas decenas de grupos en el CSIC están financiados públicamente… Tras este shock, ¿será inaceptable para la sociedad que un gobierno vuelva a recortar en Ciencia y Sanidad?shock
No es que se nos pueda volver a recortar o no, es que seguimos recortados. Se invirtieron 30 millones dirigidos a esto en marzo, algo ridículo en comparación con el impacto que puede tener para la economía. Y fue una inyección específica para investigación clínica, pero para los años que vienen hace falta inversión en todo: sociología, demografía, economía, biomedicina, psicología… todo hará falta. Está bien que las donaciones privadas existan, son un gran apoyo para priorizar determinadas acciones. En los países anglosajones tienen mucha cultura del mecenazgo, la fundación Bill & Melinda Gates y el Club Rotario son espectaculares. En España no tenemos esa cultura y es bueno que se instale, pero nunca puede sustituir a la financiación pública porque de ese modo quedamos vendidos a los grandes filántropos, y los científicos tenemos que ser independientes. Aunque esté bien que los mecenazgos existan, la financiación pública debería ser suficiente. Y no lo es.