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Sue Black, antropóloga forense: “Quiero ser diseccionada y que mis huesos se expongan en clase”

La antropóloga forense Sue Black

Antonio Martínez Ron

31 de agosto de 2023 22:21 h

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Es imposible escuchar o leer a Sue Black y no quedar fascinado por su personalidad y sus conocimientos. A sus 62 años, la antropóloga forense más famosa y prestigiosa del Reino Unido publica dos de sus libros más recientes en español, Todo lo que queda (Paidós) y Escrito en los huesos (Capitán Swing), una profunda reflexión sobre la muerte de los seres queridos y un extraordinario ensayo divulgativo sobre la anatomía humana. En sus páginas, Black nos habla con sensibilidad y sentido del humor de uno de los temas tabú para la sociedad contemporánea y nos describe la muerte desde la experiencia de alguien que la ha tratado de tú a tú en numerosas ocasiones.

La anatomista escocesa ha participado en las tareas de identificación de las matanzas de Kosovo, en 1999, y de las víctimas del tsunami en Indonesia de 2004, además de otros escenarios de conflicto como Irak, la isla de Granada o Sierra Leona. A lo largo de su dilatada carrera, Black ha contribuido a mejorar los sistemas de colaboración entre policía y servicios forenses, y su conocimiento específico sobre la anatomía infantil le ha llevado a participar en la identificación de decenas de pedófilos. Un trabajo que le ha valido todo tipo de distinciones, desde la Excelentísima Orden del Imperio Británico a su reciente incorporación como miembro de la Royal Society.

A pesar de estar sumergida a diario en el horror de la muerte, Sue Black consigue mantener la cordura colocando su trabajo y su vida en “habitaciones separadas”. Y, sobre todo, es capaz de describir, como nadie, la belleza que hay en lo que queda de nosotros cuando se apaga la luz y nos ponen una etiqueta en el dedo gordo del pie. Charlamos con ella por videoconferencia desde su despacho en el Saint Johns College, de Oxford, la universidad que preside.

En cuanto vean que hablamos de la muerte, muchos lectores desconectarán. ¿Por qué cree que se produce ese efecto?

Creo que se debe a que en el pasado formaba parte de nuestras vidas diarias y era aceptada, pero a medida que hemos conseguido vivir más y hemos ido retrasando la fecha de la muerte, la vemos como algo que debe ser evitado. 

No es lo mismo tener miedo a morir que sentir un fuerte deseo de no estar muerto, ¿verdad?

Hay varios procesos, el miedo a hacerse viejo, al acto de morir y al proceso de estar muerto. Son las tres caras de la muerte: llegar allí, cumplir la tarea y lo que sucede después.

Pero lo de estar muerto es para siempre y lo otro es solo un ratito… 

No, pero es lo primero lo que da miedo, pensar si vas a tener un accidente o una muerte dolorosa. Eso es horrible. Una vez que estás muerto, ya no importa nada. 

Uno de los aspectos más interesantes de la anatomía humana es que nuestros huesos se van fusionando. ¿Somos una especie de puzzle que se va completando con los años?  

Efectivamente. Solemos pensar que el esqueleto es algo muerto y, sin embargo, está vivo y evoluciona con nosotros. Y además nos cuenta historias sobre lo que hemos estado haciendo y, una vez que estamos muertos, sobre cómo morimos (si fue una muerte traumática), así como sobre lo que le pasó a nuestro cuerpo (si fue enterrado, movido o si lo mordisquearon los animales). Es por eso por lo que hablamos de sucesos ante mortem, peri mortem y post mortem

Solemos pensar que el esqueleto es algo muerto y, sin embargo, está vivo y evoluciona con nosotros

Si hemos tenido un trauma, ¿nuestros huesos guardan un registro como el de los anillos de los árboles? 

Puede suceder. Si has tenido una enfermedad crónica, por ejemplo, tu cuerpo es tan listo que decide dónde van los nutrientes, y la parte más demandante es tu cerebro, que se lleva los recursos mientras el esqueleto se tiene que esperar. Cuando los nutrientes regresan, vuelven a alimentar el hueso y deja esas pequeñas marcas que indican que algo pasó, aunque no sepamos exactamente qué.

En su último libro hace un ejercicio de valentía y habla de esas marcas que encontrarán en sus huesos, ¿qué delatarían?

Fue algo que surgió de forma espontánea durante la escritura, que no planeaba contar. Cuando hablo de la radiografía de un niño que había muerto de forma inesperada y tenía estas marcas en los huesos, y me pregunto si, cuando tenía su edad, yo habría generado las mismas marcas, porque abusaron de mí sexualmente y me violaron cuando era niña. Sospecho que con el tiempo, porque fue hace muchos años, esas líneas se habrán remodelado y me parece una idea bonita, que tu esqueleto haya lavado ese trauma, aunque permanezca en tu cerebro. 

Quizá quedaron marcas en mis huesos, porque abusaron de mí sexualmente y me violaron cuando era niña

¿Se fija el abuso sexual en el esqueleto?

Puede hacerlo, si hay un trauma repetido en el que tu cuerpo entra en shock, se quedan estas “líneas de estrés”. Al final, las personas en las que nos convertimos son fruto de las adversidades a las que nos enfrentamos, somos un producto de eso. Si alguien me dijera que si quiero cambiarlo, por supuesto que lo haría, porque nadie querría pasar por eso, pero al mismo tiempo reconozco que es algo que me hizo fuerte. 

Muchas personas que se hacen tatuajes desconocen que su cadáver tendrá un pequeño caleidoscopio por dentro. ¿Cómo sabe un antropólogo forense si alguien se tatuó en vida? 

Es un poco como cuando estás en la ducha y se van quedando los pelos en el desagüe. Tenemos algo parecido en nuestro sistema linfático, que va drenando fluidos. Si tienes un tatuaje, por ejemplo en el brazo, el sistema recoge todos los restos de tinta, que viaja y se queda atrapada en los ganglios linfáticos de la axila. Si los examinas, son del mismo color que tu tatuaje. Incluso si no tenemos los brazos de alguien, que ha sido desmembrado, puedo decirte que estaba tatuado. No te puedo decir el motivo representado, pero sí de qué color era. Es algo que le conté a mi hija con su primer tatuaje, debe ser horrible ser la hija de una anatomista (risas).

Algunas profesiones también pueden dejar su marca en el esqueleto, como la de arquero, ¿no?

Justo encima del hombro hay una pequeña protuberancia que llamamos el acromion, que comparte raíz con la palabra acrópolis, porque sobresale. Cuando analizamos los cuerpos de unos arqueros que viajaban en el barco Mary Rose que se hundió en el siglo XVI, vimos que este hueso no se había soldado de adultos por la fuerza que ejercían al tensar los arcos. Esa parte aparecía diferente en sus cuerpos por el estrés al que la habían sometido. Así que sí, a veces tus huesos pueden decir cosas sobre la profesión a la que te has dedicado.  

Además de situaciones terribles, ha vivido usted situaciones dignas de una película de Tarantino. Hábleme de aquella vez que viajó en avión con dos cabezas humanas en un par de maletas. 

A veces suceden historias tan increíbles que parecen inventadas. Teníamos un caso en Verona, trataban de identificar los cuerpos de unas prostitutas en una época en que la ciencia forense no estaba tan desarrollada. Tenían fotografías de las posibles víctimas y la única manera de identificarlas era sobreponerlas sobre sus cráneos, pero para eso las teníamos que traer al Reino Unido. Viajé hasta allí y me dieron las cabezas en dos bolsas de plástico, que a su vez iban metidas en dos maletas de una lujosa marca italiana. Así que imagina llegar al aeropuerto y que te pidan que pases las maletas por el escáner. Inmediatamente le dije al operario “creo que antes debes leer la carta” (llevaba dos cartas de autorización, una en inglés y otra en italiano) porque lo último que quería era que alguien mirara a la pantalla y viera dos cabezas. Y me dejaron pasar de inmediato. Lo mismo pasó cuando llegué al avión y la azafata me dijo que no podía llevar dos maletas conmigo. Le expliqué el asunto y me llevó inmediatamente a primera clase para aislarme. Al llegar al aeropuerto de Heathrow, había un hombre muy aburrido en un mostrador, que al ver las dos maletas me dijo: ‘dígame, ¿son para su propio consumo?’. Y cuando iba a mirar le dije “no, no, no, primero debe leer la carta”. Por supuesto, quedó tan horrorizado que me dejó pasar. Y así fue como llegué desde Verona hasta Londres con dos cabezas en el equipaje, sin que nadie mirara las maletas (risas). Por suerte, dos mujeres fueron identificadas y el viaje mereció la pena.

Viajé desde Verona hasta Londres con dos cabezas en el equipaje, sin que nadie mirara las maletas

Tiene una amplia experiencia en analizar desmembramientos, ¿se puede conocer algún rasgo de personalidad del asesino por cómo corta el cadáver? 

No es mi especialidad, pero es lo que me dicen los psicólogos. El desmembramiento es muy poco frecuente en general. Cuando alguien mata a alguien no suele ser planeado, muchos salen huyendo y otros deciden deshacerse del cuerpo. Y aunque mucha gente piensa que es fácil, en realidad es muy difícil. Normalmente el cuerpo se corta en cinco partes, seis si le quitas la cabeza. Pero quitar la cabeza es un gran desafío, sobre todo porque la cara es la parte más personal del individuo y tenerla delante es delicado. Si se ha cortado por detrás, es más fácil psicológicamente, pero en realidad físicamente es más sencillo cortarla de frente. 

Dice usted que el desmembramiento nos produce una repugnancia moral extra, ¿por qué cree que es así?

Es una profanación. Creo que todo es una cuestión de decencia y respeto. Puedes cometer el acto y arrepentirte, pero si das el paso adelante de desmembrar el cuerpo, en Reino Unido es un agravante y tendrás una sentencia mayor. Porque lo mataste y luego hiciste algo más, añadiste otra ofensa al crimen que ya habías cometido. 

A pesar de saber que son una cáscara vacía, tiene usted un respeto reverencial hacia los restos de las personas, ¿es por eso que iniciativas como las ‘granjas de cuerpos’ o las exposiciones de cadáveres le parecen una atrocidad?

Me siento muy incómoda, aunque puedo entender por qué otras personas no se sienten así. No soy una persona excesivamente religiosa, pero creo en los principios cristianos, y que hay que tener un respeto a las personas que están vivas, pero también a los muertos. Pienso si fuera mi madre y si estaría conforme con que la llevaran a una granja de cuerpos para estudiar el proceso de descomposición, y no lo estaría. Y si no me parece bien para mi madre, ¿por qué debería parecerme bien que lo hicieran con la tuya o con la de cualquier otra persona? Tengo un profundo sentido de la responsabilidad de cuidar de las personas cuando ya no pueden cuidar de sí mismas. Como dijo Gladstone, creo que la altura de una civilización se mide por cómo trata a sus muertos. 

Sería muy hipócrita si diseccionara los cuerpos de otros y no estuviera dispuesta a que diseccionaran el mío

Su intención es ser conservada para las clases de disección anatómica de su universidad, ¿qué cree que sentirán sus estudiantes?  

Espero que eso suceda dentro de mucho tiempo, cuando no haya ningún estudiante que pueda reconocerme. Pero sería muy hipócrita si estuviera preparada para diseccionar los cuerpos de otros para enseñar y no estuviera dispuesta a que diseccionaran el mío. Por eso quiero ser completamente diseccionada, creo que es el acto más maravilloso de generosidad que puedes hacer. Yo ya no necesitaré este cuerpo, pero los estudiantes pueden aprender de él y, si lo hacen, pueden continuar y con ello cambiar el mundo. También espero que puedan sacar todo, cada músculo, pedazo de piel y la grasa, que lo quemen y que después se queden con los huesos y me encantaría que los utilizaran para enseñar en las clases. Soy una presbiteriana escocesa que cree mucho en la ética del trabajo, y solo porque te mueras no significa que tengas que dejar de trabajar.  

Si tuvieran que recuperar un solo hueso de su cuerpo, ¿cuál cree que sería el más significativo?

Lo tengo clarísimo. La clavícula, que es el primer hueso que empieza a formarse cuando eres un feto dentro de tu madre y es el último que deja de crecer. Me encanta el hecho de que te acompañe durante todo el proceso, desde antes de nacer hasta bien avanzada la veintena. Es un hueso que sobrevive muy bien, porque es muy denso y por eso es uno de los que esperamos encontrar en las exhumaciones. Pero es un hueso que no necesitas, puedes operarte para quitártelo, como hacían los jockeys para evitar fracturas. Y justo debajo de él están los vasos que conectan el cuello y la axila, de modo que si se fractura corres el riesgo de que los seccione y te mate. Así que es un hueso que crece contigo, que te puede matar si te lo rompes y que tiene la forma de cuando se genera en el feto. Creo que es un hueso fascinante. 

¿Cómo es eso de que pueden inducir el pulso o hacen respirar a un cadáver?  

Es gracias al método Thiel, que facilita un embalsamamiento suave. Nos permite manejar el cadáver casi como si fuera un paciente, gracias a su flexibilidad. Lo que hemos podido hacer es conectar el cuerpo con respirador para que infle y desinfle artificialmente los pulmones. Esto es una cosa muy rara de ver, un cadáver que ‘respira’, pero muy práctico para el entrenamiento de los cirujanos. También pudimos rellenar algunos de sus vasos sanguíneos con un fluido para crear una especie de pulso, lo que sirve a los cirujanos para tener una experiencia lo más real posible. Y, si alguien me tuviera que operar a mí, desearía que tuviera mucha experiencia (risas). 

En la era de los gemelos digitales y la realidad aumentada, los cuerpos de cadáveres reales seguirán siendo necesarios, ¿verdad?

Creo que se pueden hacer muchas cosas con ordenadores, pero no hay nada, absolutamente nada, que pueda reemplazar la sensación cuando diseccionas el tejido humano y lo separas, y ves el tamaño de la aorta o el nervio ciático, y eso fija en tu cerebro cómo es en el paciente. Y te recuerda que no tienes pacientes en una realidad alternativa, sino pacientes reales. Estoy convencida de que los cirujanos que practican con cuerpos reales están mejor preparados.

Odio esos programas [como CSI]. No los veo, porque gritaría a la televisión

¿Cuánto daño a la visión de su profesión han hecho series como CSI?

Definitivamente los odio. Y no los veo, porque gritaría a la televisión. Entiendo que, efectivamente, se trata de entretenimiento y dan algo de información al público general. El problema es que genera unas falsas expectativas. Por un lado, en las personas jóvenes que creen que la carrera de antropólogo forense se parece a eso. Y, por otro, condiciona a los jurados en los juicios, que creen que comprenden algo del proceso porque han visto estos programas. Y la diferencia entre fantasía y realidad en este caso es extrema, así que, a veces, durante los juicios, nos toca reeducar a nuestros jurados. Mientras lo tomes como entretenimiento está bien, el problema es que hay quien piensa que tienen un contenido educativo que no tienen.

Dice que es capaz de mantener la cordura manteniendo su trabajo y su vida en habitaciones separadas, ¿ha tenido algún momento de debilidad?  

Es algo de lo que estamos muy pendientes. Tienes que cuidarte, porque si no, no puedes trabajar en el caso. Somos muy conscientes de la importancia de la salud mental y trabajamos apoyándonos unos a otros. Mi ayudante y yo llevamos más de veinte años juntas. La única vez que se rompieron mis compartimentos mentales fue una vez que vi a mi hija adolescente bailar con un hombre que no conocía. Creí que estaba en riesgo y sentí que perdía la cabeza. Por suerte, era el padre de una amiga y era una falsa alarma. Por un instante mis dos vidas se solaparon, pero lo racionalicé y lo superé.

¿Sigue teniendo más miedo de los vivos?

Por supuesto. Los vivos son terribles, ¡son tan impredecibles! No sabes lo que van a hacer, mientras que los muertos son perfectamente predecibles. Cuando los tumbas en un lugar sabes que se van a quedar ahí, que no se van a levantar, no se mueven, no hablan, no se te aparecen. Los muertos se portan increíblemente bien, son los vivos los que te dan sustos.   

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