ENTREVISTA

Erika Lust, directora: “El porno está pensado para mayores de 18, lo que los jóvenes necesitan es educación sexual”

Erika Lust (Estocolmo, 1976) lleva casi dos décadas produciendo y dirigiendo películas eróticas. Lust se hizo conocida como una directora de porno feminista que buscaba hacer una pornografía diferente, cuidada, cinematográfica y muy alejada del mainstream y sus estereotipos sexistas y racistas. Desde hace ya tiempo la directora reside en Barcelona y es ahí donde hace unos días presentó su último proyecto: The Porn Conversation, unas guías online de educación sexual para niñas y niños, sus familias y para la comunidad educativa. Las guías están divididas por edades y comienzan a los ocho años. Lust, madre de dos hijas adolescentes, vuelca en este proyecto su convicción de que infancia y adolescencia necesitan urgentemente una educación sexual de calidad, y los adultos, menos pudor para afrontarla.

Se le suele definir como una directora de porno feminista, pero ¿cómo se define usted?

Depende un poco de las circunstancias. 'Porno' sigue siendo una palabra muy estigmatizada, complicada de usar. Si estoy recogiendo a mis hijos en el cole y se acercan unos padres y me preguntan seguramente no les voy a decir que hago pornografía feminista. Normalmente digo que soy directora de cine erótico e intento reivindicar el hecho de que las películas que hago son cinematográficas, son más de lo que la gente entiende cuando dices 'porno'. La palabra 'porno' en la sociedad ahora mismo se entiende básicamente como las plataformas gratis online. Y mis películas están bastante alejadas de esas imágenes tan poco elaboradas y tan sexistas que la gran mayoría transmite. La palabra feminismo sigue siendo complicada también para mucha gente, y para muchos la combinación de porno y feminista parece una contradicción.

El problema ahora mismo respecto a la sexualidad es que el único discurso que está permitido en las redes online es el discurso sexista, el clásico de siempre, pero estamos tan acostumbrados a este tipo de imágenes que no reaccionamos

Esa adaptación que hace de su definición de sí misma, ¿significa que se siente o se ha sentido a veces estigmatizada por su profesión?

Por supuesto. Creo que todas las personas que trabajamos en el sector adulto nos sentimos muy estigmatizados, pero también la gente que está en el sector relacionado con el sexo. También veo esto en gente que trabaja como educadores sexuales y que sienten que la sociedad les frena. Lo vemos claramente en las redes sociales. Yo hace un año tenía una plataforma en Instagram relativamente grande, de medio millón de followers. Primero me banearon, la plataforma no dejaba de crecer, y después directamente me quitaron la cuenta. Y esto no lo hicieron porque yo estuviera publicando imágenes explícitas, sé perfectamente los límites de lo que podía publicar y lo que no.

El problema ahora mismo respecto a la sexualidad es que el único discurso que está permitido en las redes online es el discurso sexista, el clásico de siempre, pero estamos tan acostumbrados a este tipo de imágenes que no reaccionamos. Pero cuando cambias un poco esa mirada y empiezas a contar historias de sexualidad desde otras perspectivas, desde perspectiva de las mujeres, la comunidad LGBTIQ... entonces nos cortan, nos banean, nos desplazan. Un influencer que está mostrando ejercicios de culo se puede sexualizar a tope, pero si tú estás hablando sobre otros temas que tienen que ver con salud sexual o deseo, entonces, prohibido. Eso justo está resultando en una cultura muy pornográfica, porque es el único espacio donde tenemos ahora mismo derecho de expresarnos sobre sexo.

Es decir, que justo en un momento en el que se está poniendo mucho el foco crítico en el porno, ¿se está impidiendo al mismo tiempo que haya conversaciones y publicaciones abiertas sobre sexo, sexualidad, deseo o placer desde diferentes puntos de vista?

Claro. Para mí eso es un gran problema, que no ponemos el foco en la educación sexual y en el derecho de simplemente intercambiar ideas e impresiones sexuales. De repente están pasando cosas en nuestra sociedad y todos miran a la pornografía y dicen “de ahí los jóvenes han sacado sus ideas, ahora sexualizan a niñas pequeña”. Pero es que la violencia sexual hacia las mujeres ha existido desde el comienzo de la humanidad. Esto no es una cosa nueva de la masificación de la pornografía. La pornografía que tenemos es un resultado de los valores que tenemos como sociedad. La pornografía es un espejo. Y por eso también creo que es importante que haya espacio para una pornografía alternativa.

¿Cómo se hace porno alternativo en un momento en el que el acceso al porno mainstream parece tan fácil?

A la misma vez que el porno masivo, comercial y online ha crecido mucho, ha crecido también el porno indie, de gente que tiene otras ideas y que lo crean desde sus valores y sus puntos de vistas, desde una manera diferente de tratar a la gente involucrada. Al fin y al cabo todo tiene que ver con la participación y la representación: quién lo hace y cómo lo hace. Se habla ahora mucho de porno ético, para hablar de las condiciones de trabajo o de cómo se representa a esas personas en las pantallas, qué se ve en la dinámica entre géneros, cómo se distribuye ese contenido... Una de las cosas que yo he criticado mucho con las plataformas online es la manera en que clasifican a las personas, a las que dividen por sus principales rasgos físicos o raciales.

¿Y cómo se sostiene el porno ético en un momento en el que ver porno gratis es tan común?

Es un porno por el que la gente paga por ver. Es un modelo de negocio muy distinto a los sites online que se sostiene por subscripciones y por publicidad. Básicamente ese es un modelo de negocio donde lo que quieren es una gran cantidad de tráfico y exponen este tráfico a anuncios a veces absurdos o al límite de lo que es falso.

Empecé a hacer mis primeras películas por una inquietud personal, porque no encontraba pornografía que me pareciera interesante y quería algo que me funcionara a nivel de mis valores

Su último proyecto son las guías educativas para hablar de sexo y porno que van dirigidas a familias y a educadores. Usted es madre de dos hijos adolescentes de 12 y 15 años. ¿Parte esta iniciativa de una inquietud personal sobre la manera en que sus propios hijos se enfrentan al porno?

Muchas de las cosas que hacemos parten de inquietudes personales. Yo empecé a hacer mis primeras películas por una inquietud personal, porque no encontraba pornografía que me pareciera interesante. Sin embargo, me gustó la idea de poder ver un contenido y de expresarme haciéndolo y quería hacer algo que me funcionara a nivel de mis valores. Fue una decisión personal y esto también, porque mis hijos van creciendo y veo la necesidad, no solo de ellos. Al final ellos me tienen a mí y yo no tengo miedo de hablar de estas cosas y tienen una información muy privilegiada. Para mí, la educación sexual es poder y cuando tú ganas eso, eres capaz de tomar decisiones en tu vida. Si no la tienes, no tienes opción, puedes acabar en situaciones donde no sabes cómo manejarte.

Esto viene también de la decepción que tengo con el sistema educativo, donde el tema no se ha tocado lo suficiente, sino de manera muy superficial. Ha sido sobre todo sobre la reproducción humana, cómo funcionan nuestros órganos y un poquito sobre los riesgos del sexo.

Cuando llegan a 12 años ya tenemos a un 50% de los niños que ya han estado en contacto con pornografía y probablemente los adultos a su alrededor no han hablado ni tres minutos sobre qué significa esto

¿El placer o el disfrute siguen fuera de la poca educación sexual que hay?

Sobre eso no se habla, y se sigue perpetuando esta idea de que el sexo es vergonzoso, incómodo. Se habla muy poco de la tecnología, lo cual me parece un escándalo, porque han pasado 15 años desde que los móviles entraran en nuestros bolsillos y se los hemos dado a nuestros hijos. Los padres están dando aparatos a sus hijos sin absolutamente ningún tipo de conocimiento sobre cómo protegerlos. Las estadísticas muestran que acceden a pornografía a partir incluso de los ocho años, aunque la media son once años. Cuando llegan a 12 años ya tenemos a un 50% de los niños que ya han estado en contacto con pornografía y probablemente los adultos a su alrededor no han hablado ni tres minutos sobre qué significa esto.

No podemos escondernos, no podemos pretender que la pornografía no les va a impactar. Cuando empiezas a ver pornografía a una edad en la que ni siquiera has tenido sexo es más importante que nunca la alfabetización mediática. Ellos saben que cuando ven una película de un superhéroe ellos no van a poder subir el edificio como Spiderman, pero con la pornografía no lo separan a la realidad, piensan que es la manera en que los seres humanos tenemos sexo. La pornografía es una ficción exagerada, no es una representación real de la sexualidad humana. Y me preocupa que no están recibiendo este mensaje, que necesitan para poder interpretar los valores que la pornografía está emitiendo.

Para mí, la educación sexual es poder y cuando tú ganas eso, eres capaz de tomar decisiones en tu vida. Si no la tienes, no tienes opción, puedes acabar en situaciones donde no sabes cómo manejarte.

Hablamos de la crítica al sistema educativo, pero ¿hacen las familias lo que tienen que hacer?, ¿es la vergüenza propia lo que hace que padres y madres no aborden conversaciones que deberían tener?

Al 100%. Es nuestra propia vergüenza, hablamos de una generación de padres que nunca recibieron la educación sexual adecuada. Hemos llegado a sexualizar el desnudo, estar desnudos delante de nuestros hijos, y eso es simplemente mostrar quiénes somos. Saber que los niños tienen derecho a entender palabras claves de su cuerpo: pene, vagina, clítoris, boca, nariz, orejas. Si no, la vergüenza y la acusación sexual empieza muy temprano. Saber que los niños se tocan y que si les dices que no lo hagan es un claro mensaje para ellos de que eso está mal y está prohibido. Por eso es mejor conectar y explicarles las cosas. Que si se tocan lo hagan en su habitación, en su privacidad. Que es su cuerpo y nadie más tiene derecho de tocarlo. Lo que hacemos cuando les damos esta educación es darles control sobre su propia vida.

Me parece una vergüenza lo que estamos haciendo con nuestros hijos, es como si no habláramos con ellos sobre tabaco, alcohol o drogas y dejamos que simplemente lo descubran por ahí. Sin nada de información van a estar en desventaja. Si queremos que tengan experiencias bonitas cuando empiecen a descubrir el sexo necesitan información, necesitan saber qué es consentimiento, necesitan saber cómo comunicar sus deseos a otras personas, necesitan saber que si habían dicho que querían hacer algo y cambian de opinión, tienen derecho.

Las guías que proponen en su proyecto empiezan a los 8 años y hasta los 16. ¿Hay que empezar a hablar de porno ya a los 8 años?

Cuando decimos hablar de porno no es entrar en profundos detalles sobre cada acto sexual, sino hablar sobre la existencia del porno, que es un género cinematográfico que existe online y que quizá Google en algún momento te manda a páginas de sexo explícito. Hay que explicarles que si les pasa y se sienten incómodos, lo compartan con un adulto a su alrededor para que no se cree una situación traumática o para que los empiece esa sensación de vergüenza. Lo que yo quiero es que los padres entiendan es que hay que abrir un canal donde ellos sepan que pueden confiar en sus padres, que pueden hablar de cosas incómodas, pedir ayuda, pedir que les expliquen cosas que oyen en los pasillos

Mi experiencia como madre me hace ver que cuando damos educación sexual a nuestros hijos, después son capaces de actuar como agentes de cambio en sus entornos, son capaces de reflexionar delante de los demás sobre, por ejemplo, si lo que ven es machista

¿Y qué hacer si ya sabes que tus hijos adolescentes consumen porno?

Yo expresaría mi opinión para que ellos tengan claro qué opino yo sobre esto, porque lo que me da miedo es que ellos no reflexionan sobre lo que están viendo. Sin embargo, si tú como madre les dices que imaginas que alguna vez ha visto porno, que tú misma lo has visto, y que quizá te incomodan algunas cosas que sientes muy alejadas de su valores o que el sexo mostrado tenía poco que ver con una relación respetuosa entre dos adultos... Es darles tu punto de vista. A veces pensamos que a los jóvenes no les importa lo que opinan sus padres, pero creo que eso no es así, que se fijan mucho. Y es posible que si les ayudamos a analizar, a darles otro punto de vista, la próxima vez ellos también puedan verlo de otra forma o hacer otra interpretación. Mi experiencia también de ser madre me ha hecho ver que cuando damos educación sexual a nuestros hijos, ellos después son capaces de actuar como agentes de cambio en sus entornos, son capaces de reflexionar delante de los demás sobre, por ejemplo, si eso que están viendo es machista.

Decía al principio que el porno refleja los valores de la sociedad que tenemos, pero también hay mucho reflexionado sobre hasta qué punto está construyendo también el sexo que tenemos y el deseo que tenemos.

Por supuesto, lo hace, sobre todo en una edad joven donde tu experiencia no vienen de haber tenido muchos encuentros con los demás, sino de lo que ves. Y esto es lo que está creando mucha ansiedad, por ejemplo, en una generación donde los chicos piensan que tienen que comportarse como unas máquinas atractivas de fuerza porque es lo que han visto. Pero no es solo la pornografía, que es una pieza en la construcción social, también está la industria de la música, la televisión, las series, las imágenes de las redes sociales... La pornografía mainstream sigue siendo muy heteronormativa, estamos mejorando un poquito, estamos incluyendo otras sexualidades e identidades, pero sigue siendo así.

Para mí, lo más fácil es que la pornografía estuviera detrás de un muro pago donde necesitas una tarjeta de crédito para poder acceder

¿Debe buscarse la manera de limitar el acceso al porno de los menores de edad y cómo?

Sería positivo, la pornografía está pensada para personas mayores de 18 y así debería ser. Lo que los jóvenes deberían tener es educación sexual, no pornografía servida gratuitamente de cualquier manera y con cualquier tipo de valores. Para mí, lo más fácil es que la pornografía estuviera detrás de un muro pago donde necesitas una tarjeta de crédito para poder acceder. Se está investigando en muchos países las maneras de limitarlo. Es difícil porque Internet es global y las leyes son nacionales y es muy complicado lo que gira alrededor de la tecnología. También hay riesgos para la privacidad porque nadie quiere que se construya un registro donde estén sus hábitos pornográficos.

¿Le preocupa que esta conversación sobre porno, muchas veces relacionándolo directamente con la violencia sexual y muchas veces sin una alternativa en positivo, esté fomentando un discurso que de alguna manera es conservador, en el que la conversación sobre sexo solo gira alrededor de lo malo y en el que tampoco hay propuesta más allá de prohibiciones o limitaciones?

Está pasando y es difícil. Hay mucha gente dentro de la industria que sienten que yo soy demasiado crítica cuando hablo de la problemática con la pornografía, que preferirían que no hable tanto con los medios porque dicen que esto solo va a llevar a una estigmatización y una censura más fuerte. Pero yo creo que realmente no tenemos opción, necesitamos llevar este debate a la conversación e intentar encontrar soluciones.

Se puede hacer una pornografía de otra perspectiva, con otros valores. Y creo que hay una necesidad enorme de hablar sobre el deseo femenino, de qué queremos nosotras y cómo vivimos nuestra sexualidad, que tenemos derecho a eso

Termino retomando el tema del comienzo. Para mucha gente hablar de porno y feminismo es incompatible... ¿Qué diría?

Si haces la deconstrucción de lo que es cada cosa, no lo es. Al fin y al cabo el porno es expresión sexual explícita. Y feminismo es otra cosa completamente distinta que habla sobre los derechos de las mujeres, nuestras oportunidades y posibilidades en esta sociedad. Se puede hacer una pornografía de otra perspectiva, con otros valores. Y creo que hay una necesidad enorme de hablar sobre el deseo femenino, de qué queremos nosotras y cómo vivimos nuestra sexualidad, que tenemos derecho a eso. Las mujeres no han tenido el derecho a su sexualidad básicamente nunca, ha sido un servicio a los hombres en formas diferentes, a veces en forma de sexo, con un pago en compensación, y a veces en forma de matrimonio, donde se ha intercambiado por seguridad o donde se dijo que se hacía en nombre del lado del amor total.