Ernesto Cardenal: el adiós del cura poeta que nunca se supo arrodillar
La imagen dio la vuelta al mundo y fue el símbolo de lo inflexible de un pontificado. El 4 de marzo de 1983, Juan Pablo II llegaba a Nicaragua, y su ministro de Cultura, el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, lo recibió arrodillado. Con gesto duro y el dedo índice señalándole, Wojtyla reprendió públicamente al religioso por formar parte (como también su hermano Fernando, otro sacerdote) del Gobierno sandinista.
El Papa que odiaba a los comunistas no podía soportar a dos curas, integrantes de la Teología de la Liberación, formando parte de un Gobierno 'rojo'. “Usted debe regularizar su situación”, le amonestó Wojtyla. Cardenal sólo pudo callar, sonreír y seguir hacia adelante. Ese cura arrodillado, que jamás postró sus ideas, acaba de morir, a los 95 años, en Managua.
Ernesto Cardenal nunca fue un cura al uso. Poeta, político, intelectual reconocido en todo el mundo, fue condenado por el Vaticano pocos meses después de aquella visita de Wojtyla y debió esperar 35 años para ser rehabilitado por la Iglesia. Tuvo que ser Francisco, el primer Papa latinoamericano, quien volviera a permitirle celebrar la Eucaristía.
Un guía moral
En cuanto se conoció la muerte de Cardenal, las condolencias no tardaron en llegar. El también escritor nicaragüense y premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez, afirmaba que “al morir Ernesto Cardenal pierdo a un hermano mayor, amigo entrañable y vecino de muchos años, un guía moral, un modelo literario. Con él se va parte esencial de mi propia historia”.
El fallecimiento fue anunciado por su compañera, la poetisa Gioconda Belli. “Les escribo para avisarles que Ernesto Cardenal, nuestro gran poeta, acaba de morir a sus 95 años después de una vida de entrega a la poesía, la lucha por la libertad y la justicia”, afirmó Belli, añadiendo que el poeta será enterrado en la comunidad que él mismo fundó, Solentiname, e invitó al pueblo nicaragüense a participar, este lunes, en el funeral en la catedral de Managua.
No adoro dictadores
Por su parte, el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, que según algunas fuentes dio la extrema unción a Cardenal, dio su último adiós al amigo, quien ahora puede cantar su Salmo 15 delante de Dios: “No hay dicha fuera de ti. Yo no rindo culto a las estrellas de cine, ni a los líderes políticos y no adoro dictadores”.
“Mi poesía tiene un compromiso social y político, mejor dicho, revolucionario. He sido poeta, sacerdote y revolucionario”, se definió Cardenal en 2012, al ser reconocido con el Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía.
Merton y Solentiname
Nacido el 20 de enero de 1925 en Granada, en el seno de una de las familias más respetables del país, el futuro sacerdote creció en una de las casonas más emblemáticas de la capital conservadora de Nicaragua. Aunque su familia había decidido para él la carrera de Derecho, pronto se rindió ante su vocación literaria. Viajó a México y Estados Unidos y en 1957 ingresó en el monasterio trapense de Gethsemaní, en Kentucky. Allí el religioso conoció a su mayor influencia literaria: Thomas Merton, quien fue su maestro de novicios. Su influencia fue decisiva para la fundación en 1966 de la comunidad de Solentiname.
Solentiname se convirtió desde muy pronto en un refugio para los líderes guerrilleros que luchaban contra la dictadura de Somoza. Tras el triunfo de la revolución en 1979, Cardenal fue nombrado ministro de Cultura, cargo en el que permaneció hasta 1987. Su hermano Fernando fue titular de Educación hasta 1990.
“Mi fe es en Cristo, no en el Vaticano”
“El cristianismo tal como lo vemos en el Vaticano, no es el que Cristo quiso para la iglesia; pero mi fe es en Cristo, no en el Vaticano; si el Vaticano se aparta de Cristo, yo sigo con Cristo”, explicaba Cardenal a la BBC en 2007. Sin embargo, la llegada de Francisco y su idea de Iglesia pobre y para los pobres volvió a acercar al teólogo a la cúpula vaticana. Y si Juan Pablo II le condenó, Bergoglio rehabilitó al poeta revolucionario.
No ocurrió lo mismo en lo político. Desencantado por la corrupción sandinista, Cardenal se apartó de Daniel Ortega, convirtiéndose en su mayor crítico después de su regreso al poder en 2007. De hecho, los últimos meses del poeta estuvieron marcados por una creciente persecución. Hace justo un año, el sacerdote trapense exigió la salida de Ortega y de su mujer, Rosario Murillo. “Queremos simplemente que la pareja presidencial se vaya, no hay nada que dialogar (…). Ellos deberían saber lo que está pasando sin que yo se los diga. No tengo libertad para decirlo, no hay libertad de ninguna clase. Cualquiera puede sufrir la represión. Ni yo estaría libre tampoco”.
Sin embargo, al conocerse el fallecimiento del poeta, el Gobierno ha decretado tres días de duelo nacional, calificando a Cardenal de “gloria y orgullo” de Nicaragua.
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