Los colegios e institutos tienen ordenadores, pizarras digitales, wifi. Los profesores tienen blogs o páginas web en las que cuelgan apuntes, ejercicios o información general e interactúan con sus alumnos. Algunos centros hasta tienen apps para pasar lista y comunicar a los padres ausencias injustificadas de sus hijos. Pero si se rasca un poco la escuela sigue teniendo una estructura básicamente decimonónica, anclada en tiempos pasados. No se ha acabado de modernizar en su conjunto más allá de introducir elementos modernos.
Pero la tecnología avanza cada vez más rápido y todo acaba llegando. Así lo creen al menos expertos de todo el mundo, que vaticinan grandes cambios desde ya mismo —algunos más visibles, otros menos— que configurarán una nueva escuela para el año 2030. Una escuela que perderá su papel preponderante como principal fuente de conocimiento frente a internet, donde las tradicionales clases magistrales desaparecerán, el profesor cambiará su rol —de impartir conocimientos a ejercer de guía de los alumnos—, el curriculum será más individualizado para cada estudiante y los conocimientos académicos perderán peso en favor de las habilidades personales y las competencias.
Esta es la escuela que imagina para dentro de 15 años la organización WISE (Cumbre Mundial por la Innovación en Educación, en sus siglas en inglés, creada en 2009 por la Fundación Qatar), según el resultado de una encuesta llevada a cabo entre 645 de sus miembros, expertos en educación entre los que destacan nombres como el lingüista Noam Chomsky o el profesor Sugata Mitra o ex políticos de primer nivel.
De escuelas, métodos y docentes
Quizá uno de los cambios de futuro más importantes que se avecinan en la escuela es el que sufrirán los centros. El 93% de los encuestados por WISE sostiene que los colegios evolucionarán hacia métodos más innovadores. La tradicional clase en la que un maestro se sitúa frente a sus alumnos y les “suelta un rollo” ya no sirve. Más aún, como sostiene Elena Martín, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación, “las clases organizadas en filas y columnas deberían ser inadmisibles”.
Antonio Moreno, catedrático de Didáctica y Ciencias Experimentales de la Universidad Complutense de Madrid, cree que “el sistema educativo está agotado, no da más de sí. La escuela tradicional es un aburrimiento, por eso hay tanto fracaso”. Muchos comparten análisis. “Los alumnos hace diez años escuchaban, ahora ya no”, explica Manuel Jesús Fernández, director del instituto Virgen del Castillo de Lebrija (Sevilla). Motivo por el que decidió implantar el aprendizaje por proyectos y le está funcionando. Se ha vuelto a ganar a sus alumnos.
John Mahaffie, uno de los principales estudiosos de la educación del futuro y miembro de WISE, añade que “la gente suele pensar que para innovar hay que gastar dinero y dar a cada estudiante una tablet o notebook, pero hay enfoques no tecnológicos mucho más interesantes. Por ejemplo, cambiar la rigidez del sistema actual de clasificar a los niños por su edad”.
El propio papel de las escuelas se intuye como otro de los grandes campos de discusión y cambio en un futuro. Algo menos de la mitad (un 43%) de los 645 expertos de WISE considera que los contenidos online pasarán a ser la primera fuente de conocimiento frente a la escuela física o el entorno social y personal del alumno. Nuria Miró, directora del colegio Montserrat de Barcelona y miembro de WISE, coincide en que “se discute mucho sobre si la escuela debe pervivir como el lugar de aprendizaje. Yo no creo que vaya a desaparecer, será un ámbito más”, opina. Miró entiende la escuela como “un catalizador de los intereses de los alumnos, los intereses sociales, de lo que pasa en el barrio, etc. para que todo sea una comunidad de aprendizaje”.
En esta línea se manifiesta también Moreno. “A la escuela hay que descargarla de tanta responsabilidad. Yo hablo de municipio o el barrio escolarizado, transferir a estos entornos competencias del ámbito extraescolar”, explica. Según este experto, “dar más participación a las familias, a las instituciones locales, dará más sentido social a la escuela, que es lo que debe tener”.
El rol de los profesores es otro de los cambios que verán las escuelas, según WISE. Los expertos de esta organización apuestan mayoritariamente (73%) por un docente que pasará a ejercer de mentor o guía de un alumno que construirá su conocimiento a partir de diferentes fuentes y no como transmisor casi único del conocimiento como sucede hasta ahora (19%).
Moreno, profesor de futuros profesores, coincide: “El maestro es una persona que colabora en este proceso, en que la formación vaya dirigida en este sentido. Administrando también los saberes, a ser un orientador además de un promotor de saberes. De técnicas de estudio, etc. para que aprendan a manejar la información”, asegura. Sin embargo, José Antonio Martínez, presidente de honor de la Federación de Asociaciones de Directivos de Instituto Fedadi, matiza que “se podrá cambiar la metodología, meter ordenadores, etc. pero al final siempre hay un momento de transmisión”. Para este ex director de instituto, a los maestros siempre les quedará la labor de “inculcar el sophos, el amor a la sabiduría, a saber algo”.
Conocimiento y financiación
El informe de WISE también se refiere a los currículos y las características de los alumnos. Los expertos de la organización opinan que las habilidades personales como la capacidad de conectar y empatizar con los demás o tomar decisiones, junto al saber hacer frente al saber a secas —las competencias— ganarán peso en la educación en detrimento de los conocimientos académicos que se valoran ahora. El saber hacer frente al saber tradicional.
Moreno pone un ejemplo muy básico. “Los alumnos ya no escriben, lo hacen en el ordenador. Emperrarse mucho en la escritura y la ortografía tiene los años contados, lo mismo que el cálculo. ¿Por qué ir contra la calculadora?”, empieza. “Otra cosa es la comprensión lectora, esto es diferente. Hay que saber leer y entender. Y escribir en el sentido de utilizar el pensamiento para expresar algo, saber discutir, argumentar”, sostiene.
También opinan los expertos que los curriculum tenderán a la individualización, a adaptarse a los perfiles de cada estudiante. Esta tendencia ya se da en algunos centros. Miró, directora del Montserrat, explica que en su centro basaron todo el cambio en este concepto. “Buscamos formas para atender a cada alumno, hacer un aprendizaje más personal”, explica. “Creemos en las inteligencias múltiples y en que cada alumno en inteligente en algo”, añade. De esta manera, introdujeron nuevos temas como la emprendeduría social, “el ajedrez, la robótica, el huerto escolar... Trabajamos todas las inteligencias, no sólo las matemáticas o la lengua como se venía haciendo”. Han conseguido que el centro se considere de referencia en innovación educativa.
Por último, siete de cada diez expertos de WISE opinan que la financiación de la educación dejará de ser cosa fundamental de los Estados para pasar a las familias o incluso las empresas. Respecto a las compañías, la encuesta también prevé que vayan adquiriendo paulatinamente un rol importante en la certificación de los conocimientos o habilidades, igualando en importancia a los títulos académicos que expiden las organizaciones educativas como las universidades.
Sin necesidad de echar la vista tan hacia delante como 2030 también se vislumbran otros cambios en los centros educativos, quizá más palpables, con un horizonte temporal de entre un año y cinco, según la edición anual del informe Horizon Report del instituto NMC de Austin (Texas, EE UU), que aglutina a cientos de universidades, museos y centros de investigación.
A corto plazo —un año— los centros educativos verán introducirse cambios metodológicos como el aula invertida (flipped classroom). Con este método, una realidad ya en algunos centros españoles, los alumnos hacen el trabajo de obtención de información en su casa para luego utilizar la hora de clase en ponerlo en común o plantear dudas al profesor, de manera que se aprovecha mejor el tiempo en el aula con los docentes. Otro de los cambios más próximos es la introducción del llamado Learning Analytics en la educación. Esto es, la utilización del big data (cantidades masivas de datos de cuyo análisis se extrae información y conclusiones) para por ejemplo detectar las decisiones tomadas en diferentes sectores educativos que, cruzadas con el rendimiento de los estudiantes, puedan traducirse en proporcionar aprendizajes personalizados o identificar problemas: qué funciona y qué no.
A dos o tres años vista NMC apuesta por la impresión 3D y los videojuegos y la llamada gamification. El uso de impresoras 3D en el sector educativo estará reducido por su coste, pero las ventajas son evidentes: poder reproducir y estudiar en clase elementos que de otra manera serían inaccesibles para los alumnos. O plasmar físicamente el resultado de un proyecto. Respecto a los videojuegos, Horizon Report justifica que “la cultura del videojuego ha crecido hasta llegar a una porción sustancial de la población. Jugar ha dejado de ser meramente recreacional”. En este sentido, la gamification se presenta como la introducción de “elementos, mecánicas y contextos de los videojuegos en situaciones ajenas a ellos”. Y a los videojuegos se les reconoce que fomentan la implicación en el pensamiento crítico, en la resolución creativa de problemas y en el trabajo en equipo, habilidades todas ellas que los educadores defienden como básicas.
Por último, en un horizonte temporal de cuatro o cinco años aparecen el Quantified Self. A partir de esta “automedición” o monitorización de datos con tecnologías portátiles (como ya hacen los móviles o está a punto de hacer la ropa inteligente, los wearebles), NMC asegura que “resulta fácil imaginar” que la combinación de la información obtenida del learning analytics con estos datos personalizados “podría revelar cómo las modificaciones del contexto mejoran los resultados del aprendizaje”.