España llegó con una década de retraso a la protección de sus ríos más vírgenes. A finales de 2015 se declararon las primeras 136 reservas naturales fluviales. La figura de protección había nacido en 2005 pero el retraso acumulado en los planes hidrológicos las había dejado en papel mojado durante diez años. Además, se quedaron en el cajón 77 reservas propuestas por el Consejo Nacional el Agua que no pasaron el filtro por detalles legales.
Sin embargo, la renovación del Reglamento de Dominio Público Hidráulico, aún en trámite, ha dado una prórroga a esos y otros ríos para quedar a salvo de la degradación. Ese texto abre una última oportunidad de incorporar tramos y masas de agua al catálogo de reservas.
Lo que no entre en esa lista quedará vulnerable a la acción humana y los efectos del cambio climático. Las previsiones son que la demanda de agua para consumo, regadío e industria en España crezca un 10% en los próximos años, según los planes de las confederaciones hidrográficas. Mientras, los recursos hídricos siguen una tendencia a la baja: el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (Cedex) ha calculado una caída media global en torno al 20%.
Los ríos son los ecosistemas más degradados y afectados por la acción humana. Por ejemplo, España es el país europeo con más presas por millón de habitantes con un total de 1.538. De ellas, 43 son gigantescos muros de más de 100 metros. Otras 148 superan los 60 metros de altura, según el Inventario de Presas del Ministerio de Medio Ambiente.
Las reservas naturales fluviales blindan los ríos más naturales de actividades lesivas. Se trata de ejemplos donde los impactos no han alterado significativamente su estado. Están pensadas para abarcar las diferentes tipologías de cursos: de montaña, medios, encajonados, abiertos, desérticos, estacionales... No tienen por qué ser grandes y célebres cursos. A los ríos Noguera (Aragón) o Cenia (Castellón) les basta con un tramo de dos kilómetros para ser preservados. Igual que el pequeño río Milagro, que se salva con un par de saltos en los Montes de Toledo. De hecho, el tramo más largo reconocido a día de hoy no llega a los 90 kilómetros en el río Almonte (Cáceres). En el listado hay muchos segmentos de 4.000 ó 5.000 metros.
Demarcaciones sin una reserva
Físicamente, la reserva se circunscribe al dominio público hidráulico, esto es, el cauce del río que se limita en cinco metros por encima de la mayor crecida del curso. De hecho, declararlo reserva obliga a deslindarlo –decir por dónde va y hasta dónde crece– y amojonarlo para delimitar la zona protegida. La protección legal impide que se autoricen concesiones o actividades que pongan en riesgo las características que hacen valioso el río. Con todo, la ley prevé que si su agua es necesaria para abastecer a la población puede disponerse de ella.
El rastreo y elección de estos hábitats en muy buen estado recae, por ley, en las confederaciones hidrográficas. El panorama ha sido muy variopinto. De manera que en algunas como en Baleares o Canarias no se ha declarado ninguna reserva. En el Júcar se han dejado de evaluar el 27% de las masas de aguas de la demarcación porque, al ir a verlas, estaban secas por ser ríos temporales (que sí corren en otoño o primavera). Otras como en el Segura o el Guadiana apenas hicieron una propuesta cada una para incorporar al listado de zonas protegidas.
En una confederación tan extensa como la del Ebro, actualmente, solo hay 14 reservas de las 87 masas de agua consideradas en muy buen estado ecológico. Suman 200 kilómetros de ríos. En la del Tajo, que se vertebra en torno al río más largo de la península, el Gobierno declaró 15 reservas y 325 kilómetros.
Rául Urquiaga es miembro de Ecologistas en Acción y se ha pasado casi dos años recorriendo ríos para rellenar los huecos que la administración estaba dejando. “En general hemos convencido para que se incorporaran reservas”, dice. Y pone el ejemplo del Guadiana o el Segura donde sus propuestas terminaron por incrementar el número de reservas de ambas demarcaciones. También en Baleares donde, asegura Urquiaga, se va a corregir el rumbo: allí hay 18 masas de agua en muy buen estado y el plan hidrológico no reconocía ningún tramo.
Tras la exploración de su ecologista, la organización ha propuesto otras 28 nuevas joyas fluviales para su protección integral durante esta prórroga legislativa. Suman 386 kilómetros. “Hay que aprovechar el momento, lo que se quede fuera corre el riesgo de perderse”.