Una apacible jornada de diversión en alta mar es, en realidad, una partida pesquera a la búsqueda de beneficios. España tiene un cada vez mayor problema ecológico de pesca furtiva en sus mares que pone en riesgo especies muy codiciadas por su rendimiento económico. Y la creciente pesca recreativa actúa de camuflaje para esta pesca ilegal. Así lo reconoce el Ministerio de Agricultura y Pesca en un proyecto de decreto que admite que “se ha constatado la necesidad de desarrollar mejores mecanismos de control para evitar que la pesca recreativa sea utilizada para, en realidad, realizar una actividad comercial encubierta”.
Sin el posible control aplicable a la pesca profesional, “hay problemas gravísimos de furtivismo en muchas zonas. Obviamente no son pescadores recreativos, sino que usan licencia recreativa para enmascarar su actividad”, explica Raúl García, coordinador de pesquerías en WWF. “Se trata de pesca ilegal con mayúsculas, como si fuera comercial a gran escala y, además, basta con que un pequeño porcentaje del sector de ocio no se dedique al autoconsumo como debe para hacer muchísimo daño”.
La cuestión es que, desde la costa o saliendo a navegar, con cañas o con varillas subacuáticas, muchas especies y ejemplares son capturados ilegalmente para luego ser vendidos en un circuito black. Algunas con especial interés económico como los besugos, los atunes, las lubinas o los meros.
La norma que prepara el Ejecutivo insiste en que “conviene establecer claramente que los buques y personas dedicadas a la pesca recreativa en ningún caso pueden estar equipados, llevar instalados a bordo, utilizar o tener artes, aparejos, útiles o instrumentos propios de la pesca profesional”.
“Competencia desleal”
El problema ecológico tiene, también, una dimensión comercial: los pescadores artesanales se quejan de que se les ha creado una “competencia desleal” ya que la licencia y normativa de ocio es mucho menos exigente. Precisamente cofradías de Huelva, Cádiz o Canarias han protestado y pedido en estos últimos meses una revisión de la norma que ahora llega.
El objetivo de los furtivos son especies que luego puedan colocar en un mercado que demanda sin freno: el atún rojo, el blanco, el patudo, la merluza o el pez vela ya eran trofeos muy codiciados, por lo que constituían un listado de “protección diferenciada” desde 2011, pero el incremento de las capturas ha colocado en ese estatus también al mero, el besugo o la lubina. “Un grupo de submarinistas ilegales puede sacarte 15 meros –es decir, dos o tres por persona– entre todos, que son varios miles de euros por marea. Más luego el resto de capturas que pueden ser sargos, pargos o urtas, por ejemplo”, explica García.
Agricultura y Pesca admite que hace falta mucho más control. El articulado establece que todo lo que se pesque por ocio tiene que desembarcarse para poder inspeccionarse. Hasta ahora, “sí ha habido una especie de cuotas, pero no un control en los puertos. Lo que se pesca como pasatiempo no pasa por una lonja, no hay registro. Y ahí viene parte del problema, porque no declaras ante nadie al ser, en teoría, para autoconsumo”, cuenta Pep Arcos, coordinador de la campaña marina de SEO-Birdlife. Es decir, uno podía salir a la mar con la caña o el fusil submarino y regresar a casa sin dar muchas explicaciones de lo que se había sacado del agua. “Eso ha favorecido el furtivismo”, remata Arcos.
Cuando esta normativa entre en vigor, los pescadores recreativos tendrán la obligación de cortar “el lóbulo inferior de la aleta caudal” de todas sus presas. La idea es que, si luego apareciera ese pez en el circuito comercial, esa cola seccionada sería el aviso de que proviene de la pesca ilegal. “Y en el sector, mostrar la pieza antes de cocinarla es símbolo de calidad y frescura, con lo que puede ser una medida efectiva”, reflexiona Eneko Aierbe, de Ecologistas en Acción.
Además, el Gobierno se ha puesto deberes: el decreto establece que el Ministerio podrá dictar el volumen máximo de capturas diarias permitidas por cada modalidad de licencia y marcar las zonas donde se puede pescar con esa modalidad
Mientas tanto, el máximo general está en los cinco kilos por persona y día, tengas las licencias que tengas. En el caso de las especies con más protección, como son los atunes y el pez vela, los máximos son por piezas. “La verdad es que lo de los cinco kilos es algo hecho un poco a bulto”, matiza Raúl García.
Se desconoce la mortalidad real
Más allá del furtivismo, la pesca recreativa en el mar vive un boom: “Ha experimentado un considerable aumento, en gran parte ligado al desarrollo del sector turístico”, describe el Ministerio. Esta pesca, en principio a pequeña escala, al multiplicarse, se está convirtiendo en un impacto agregado casi desconocido sobre las especies marinas españolas.
“Es una actividad poco regulada que puede tener impacto considerable en algunas especies como, por ejemplo, las típicas de la pesca submarina”, afirma Pep Arcos. “Para algunas variedades este problema es gordísimo”, insiste Aierbe. “Son tantas capturas que no pasan por una lonja que no se sabe cuál es el nivel de afectación”.
El mismo Gobierno viene a coincidir con estos análisis y admite que se desconoce cuánto se mata realmente. De hecho, inlcuye normas de cuantificación para que “se pueda estimar cuál es la mortalidad debida a la pesca recreativa”.
“Si no sabes lo que se pesca en el sector recreativo no tienes idea real de cómo están las especies”, sentencia Raúl García. El Instituto Catalán de Investigación de la Gobernanza del Mar calculó el año pasado que, en 2019, la pesca deportiva capturó 1.360 toneladas de pescado en el litoral de Catalunya (un 5% del volumen de la pesca comercial). También estimó que un 10% de los pescadores de ocio, “altamente voraces”, acapararon cerca del 50% de las capturas totales del sector. En Balares, la organización Oceana ha calculado que la práctica deportiva llegaba al 25% de todo lo que se pesca en el archipiélago.
En algunos puntos más localizados, las extracciones del sector deportivo son tan cuantiosas o mayores que la comercial. Y como muchas de las especies objetivo son las mismas para los profesionales y los aficionados, los impactos se acumulan según las conclusiones del análisis llevado a cabo por el proyecto LIFE-Indemares sobre 10 Lugares de Interés Comunitario. Pero aún faltan datos de calidad.
Ahora, los pescadores deberán dar cuenta de todas las capturas de alguna de las especies permitidas y si son de las de protección especial “cumplimentar una declaración de captura o de captura y suelta”. Todo lo que pesquen fuera de esos listados deberá volver de inmediato al mar.
Eneko Aierbe comenta que era el momento de tener “una regulación actualizada ya que la que había se había quedado anticuada: hay muchas más licencias y nuevas tecnologías”. El borrador de decreto concede que “este tipo de actividades, tanto por su propia naturaleza como por la incidencia en los recursos pesqueros, exigen un régimen de control específico y unas limitaciones específicas”. “Está bien que se endurezcan las normas, pero si no hay quien las haga cumplir estaremos en las mismas”, advierte Aierbe. Aviso para navegantes y pescadores.