Emmanuel Macron dio el paso la semana pasada de decretar el confinamiento domiciliario para toda Francia por sus altas tasas de incidencia de COVID-19 y ha abierto un camino por el que ningún país europeo quería volver a transitar. Le han seguido Boris Johnson para Inglaterra, Antonio Costa parcialmente en Portugal, y actuaciones parecidas de los gobiernos de Alemania y Bélgica. En España –en mejor situación epidemiológica que Francia y Bélgica pero peor que Reino Unido– lo ha pedido Asturias, pero el Ministerio de Sanidad lo rechaza porque prefiere esperar a ver si medidas como el toque de queda surten efecto. Es decir, unos optan por un encierro casi total que frene en seco los contagios y solucione en parte la situación de manera más o menos rápida, y otros por dar tiempo a acciones que no tienen un impacto socioeconómico tan grave pero que se pueden prolongar más hasta que se vean resultados. El decreto de estado de alarma, pensado para que dure seis meses, contempla la cobertura legal para ese toque de queda y para cierres perimetrales pero no para el confinamiento; para ello debería ser enmendado o sustituido por otro en el Congreso.
“Hay expertos que consideran que es mejor hacer un parón concreto en un periodo determinado y hay otros que consideran que es mejor hacerlo un poco menos duro pero manteniendo el control de la epidemia”, resumía Fernando Simón el jueves pasado como las dos opciones a las que se enfrenta España, aunque añadía que “no creemos que haya que tomar todavía esa decisión”. Nuestro país tiene ahora mismo una ocupación hospitalaria de COVID-19 nacional del 29,17%. Melilla y La Rioja por encima del 50% y Aragón rozando ese porcentaje.
Entre varios epidemiólogos consultados no hay consenso total, aunque sí coinciden en que no hay solo exactamente dos caminos. Ninguno cree que haya que seguir estrictamente como hasta ahora sin hacer nada más si la situación epidemiológica no mejora y por tanto así se requiere, pero sí que algunos consideran una tercera vía: reforzar las medidas sin llegar a algo tan duro como lo de marzo. Mario Fontán, residente en Medicina Preventiva y Salud Pública y excoordinador de la plataforma ARES, describe las decisiones que se están tomando como un “puzle” en el que hay que valorar la salud pero también otros factores como que “las personas tengan un sustento económico, comida y un techo donde cobijarse”.
Fontán plantea tomar medidas que aún no están tomadas, y que pueden ser estipuladas por las comunidades o consensuarse en el Consejo Interterritorial. Enumera “el cierre de interiores de hostelería, imponer el teletrabajo, inspecciones”. Otro punto intermedio menos drástico, y probable, consistiría en no unificar el confinamiento domiciliario en todo el territorio, sino que solo se diese en las que estén en peor situación. Y una tercera aplicación: que en todo caso, si se llega al confinamiento en casas no sea de modo calcado a como se hizo en primavera, sino que se permitan por ejemplo los paseos al aire libre, que se han demostrado poco peligrosos. En Francia, de hecho, siguen abiertas las escuelas. Javier Padilla, médico especializado en Salud Pública, es partidario igual que Fontán de “romper la dicotomía” y de que es posible probar cosas como el teletrabajo si lo que se busca es no llegar al cerrojo absoluto. Lo sintetiza en que hay que cambiar el foco: “No es tanto la restricción de la movilidad sino de ciertas actividades. No podemos plantearnos las medidas de marzo en noviembre, no porque no sea posible un confinamiento sino porque el conocimiento del virus no es el mismo”.
Algunos, a favor del confinamiento total para que sea “corto”
Daniel López Acuña, ex director de Acción Sanitaria de la OMS, es muy tajante y sí se inclina por el confinamiento total por un periodo más o menos limitado: “La situación epidemiológica clama a gritos ir a por el confinamiento. Seguir como hasta ahora no es una opción, es reticencia”. Reconoce que existe esa tercera vía mediante la cual se endurezca lo actual, pero le ve “poco margen de maniobra” ya entrado noviembre. También cree que “facilitaría las cosas que el confinamiento fuera uniforme para toda España”, aunque admite que se puede distinguir situaciones epidemiológicas. Su argumento es que evitar ahora el confinamiento no nos salvará de tenerlo más tarde. Tampoco un confinamiento temprano hará que se pueda flexibilizar luego toda la vida social, pero “cuando más tarde sea el confinamiento corremos el riesgo de que sea más prolongado. Si ahora fuese corto, de entre 2 y 4 semanas, conseguiríamos muchas cosas”. El ex directivo de la OMS pone de ejemplo a Israel y al propio encierro español de marzo: en 15 días se alcanzó el pico de la curva –mucho más empinada que la actual–. “Sería darle un impulso firme” para frenar contagios en seco frente a “tapar el sol con un dedo” con las medidas actuales.
Joan Carles March, codirector de la Escuela Andaluza de Salud Pública, piensa que el toque de queda puede haber sido una acción “efectista, pero no tengo claro si lo mejor. Si de verdad se quiere evitar el confinamiento, hay medidas urgentes que tomar, pero ya mismo: teletrabajo, ampliación del transporte, cierre de interiores, cierre de gimnasios”. Es decir, para él podría optarse por ese endurecimiento previo al confinamiento, pero considera como López Acuña que en muchas zonas con alta presión asistencial “vamos tarde. Eso tendría que haber sido a principios de octubre”. Cree que lo mejor es el “cortocircuito. Este fin de semana han sido 379 muertes y 55.000 contagios”. Un “cortocircuito” para llegar, en pocas semanas, tal vez un mes, a una “incidencia aceptable” desde la que poder retomar actuaciones de refuerzo asistencial.
March y todos los especialistas piden eso sí “cabeza fría” y olvidar el objetivo de las navidades. “Hemos de ser conscientes en que la mejor forma de salvar la Navidad es llegar todos a ella. No podemos convertir la cuesta de enero este año en la ola de enero”, zanja Javier Padilla.
Con tiempo o sin él para valorar las medidas
El argumento de Fernando Simón este martes, y del ministro Salvador Illa antes, para negar el cierre total a Asturias es que “hay margen para valorar el impacto” de medidas como el toque de queda. En esto también difieren algunos analistas. A López Acuña no le vale y cita también la presión hospitalaria actual: “No tenemos hasta el día 9 porque estamos a día 3 y todavía no vemos ni meseta ni estabilización. Hay un incremento diario y en los hospitales se está dejando de atender algunas patologías”. Fontán sí cree que “llevamos un mes de octubre implementando distintas medidas que aún no se ha tenido el tiempo suficiente para ver si tienen un impacto o no y no me parece mal esperar a ver cómo es la evolución (...) Llevamos semanas con más restricciones que el resto de países de Europa y ahora parece que por no confinar no se toman decisiones. Creo que la mirada tiene que ser más larga”.
De alguna manera llaman ambos a evitar medidas efectistas que sigan la estela de otros países solo por seguirla, sin tener en cuenta las coyunturas propias. “Estamos en una situación con mucha incertidumbre e inseguridad, en la que se penaliza más la inacción que la acción, aunque esta no tenga sentido o sea más espectacular que efectiva”, dice Fontán. “Es lógico que se trate de ver qué hacer el vecino para ver por dónde caminar”, sigue López Acuña, “el tema es saber actuar a tiempo. Y para eso tenemos que ser más anticipatorios y más valientes”.