Barcelona, 21 mar (EFE).- En España hay actualmente 1.066 seminaristas mayores que aspiran a ser sacerdotes católicos, que son un 16,5 % menos que hace 10 años, según ha informado el arzobispo de Urgell, Joan Enric Vives, que es el presidente de la comisión para el Clero y los Seminarios de la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Vives dedica su carta dominical de hoy, titulada “Un seminarista es un milagro de la gracia”, a hablar de la necesidad de seminaristas que tiene la iglesia española, con motivo de la celebración del Día del Seminario.
En su escrito dominical, informa de que en España “tenemos 1.066 seminaristas mayores, con un total de 215 nuevos ingresos (que son siete menos que el curso anterior) y fueron ordenados 126 nuevos sacerdotes el curso pasado”, y detalla que en su diócesis del Urgell han sumado nuevo seminarista desde febrero y ahora son cinco.
El arzobispo, que también es el copríncipe de Andorra, pide “orar por las vocaciones al ministerio” y destaca la incorporación “generosa” de 215 nuevos seminaristas en España “a pesar de la pandemia, el confinamiento, y todas las restricciones culturales y la persecución que queráis”.
“Son un milagro de la gracia de Dios, más poderosa que nuestras debilidades y las actitudes hostiles”, señala el arzobispo pirenaico, que reconoce que necesitan más “pastores misioneros”.
“Ciertamente sigue valiendo la pena ser sacerdote de Jesucristo, y la sociedad lo sigue necesitando en tantos campos que superan la dimensión puramente espiritual y religiosa. Oremos por los seminaristas, por sus formadores y profesores, por su proceso de maduración”, concluye Vives.
Según la Comisión Episcopal para el Clero y Seminarios, el número de seminaristas mayores en el curso 2011/12 era de 1.278, un número que fue creciendo hasta el curso 2014/15, cuando sumaron el máximo de esta década, con 1.357 seminaristas, lo que propició que al año siguiente se ordenaran 150 sacerdotes, el máximo en los últimos diez años.
Desde el año 2014, el número de aspirantes al sacerdocio católico se ha ido reduciendo paulatinamente (1.300 en 2015; 1.247 en 2016; 1.263 en 2017; 1.203 en 2018; 1.128 en 2019 y 1.066 en 2020).
En cuanto al total de seminaristas menores en el curso 2020-2021 es de 827 -465 menos que en 2010, una reducción del 36 %-, de los que 227 han ingresado este año, mientras que 25 seminaristas del seminario menor han pasado al mayor.
El objetivo de la jornada del Seminario, organizada por la Comisión Episcopal para el Clero y Seminarios de la CEE, que se celebra desde el año 1935, es suscitar vocaciones sacerdotales mediante la sensibilización, y está dirigida a toda la sociedad, y en particular a las comunidades cristianas.
También el obispo de Girona, Francesc Pardo, dedica su carta dominical de hoy al Día del Seminario y lo titula con una expresiva exclamación: “¡Necesitamos capellanes!”.
“Todos somos conscientes de que necesitamos curas. Lo soy yo, y lo es el consejo episcopal en el momento de hacer nombramientos para las parroquias y otras misiones”, escribe el obispo gerundense, que informa de que hay presbíteros que tienen que atender varias parroquias al mismo tiempo, hasta doce o más, lo que hace que el rector “no puede dedicar más tiempo, ni ofrecer cada domingo la Eucaristía”.
Pardo, que también hace alusión a la media de edad de los sacerdotes de su diócesis, explica que en sus visitas pastorales los fieles le dicen: “¡Necesitamos un cura!”.
“Quizás a menudo sólo se le quiere para asegurar algunas celebraciones o reuniones, pero lo cierto es que la presencia frecuente, la acción y las iniciativas de un cura en la parroquia son fundamentales para asegurar su misión”, añade el obispo, que revela que incluso algún ayuntamiento le pedido “un cura para el bien del pueblo”.
Monseñor Pardo se lamenta: “No tengo más curas, en nuestro equipo juegan todos, hasta los más mayores y lesionados, y no tengo banquillo de reserva”.
“Desearía que todos imagináramos el futuro de nuestras comunidades parroquiales. Dentro de unos cuantos años, sin curas ¿podrán continuar vivas?. Sin sacerdotes no sólo debilita y empobrece nuestra Iglesia, sino que se produce un vacío notable en la vida social, cultural, de fraternidad de nuestros pueblos, villas y ciudades”, concluye el obispo de Girona.