En todo el siglo XXI, los embalses españoles no habían estado tan vacíos como ahora. El año hidrológico recién terminado ha sido muy seco y ha impactado sobre unas reservas ya exprimidas por el consumo intensivo. Lo malo es que el otoño, una de las épocas estadísticamente más húmedas que rellena los pantanos, amenaza con traer menos lluvia de lo normal en muchas partes de España.
Hace 12 meses, España encaraba el curso del agua con las reservas casi al 40 % y había preocupación en cuencas tan grandes como el Guadalquivir y el Guadiana. Este octubre, el total está mucho más bajo: en un 32%. La media de la década a estas alturas del año es del 50%.
Lo que ha ocurrido es una confluencia funesta: los embalses llegaron bastante vacíos, exigidos por una demanda alta continuada, al otoño de 2021.
A pesar de que entonces aún no había sequía de lluvias, muchas zonas presentaban estados de emergencia y alerta por escasez de agua. Los meses de octubre, noviembre, diciembre, enero y febrero encadenaron pocas precipitaciones. Las lluvias muy copiosas de marzo y abril no dieron abasto para recuperar niveles. Luego llegó el verano ultra cálido y bastante seco de este 2022.
“La escasez es mucho mayor de lo que correspondería a la falta de lluvias, que claro que se ha dado en el centro y parte occidental de la península, y la clave es la demanda sostenida sobre el agua”, resume la directora ejecutiva de la Fundación Nueva Cultura del Agua, Julia Martínez Fernández. “Incluso en el sureste árido, donde el año ha sido húmedo, los embalses no tienen el agua acorde a esas precipitaciones”.
Con los datos actualizados de la última semana del año hidrológico (del 20 al 27 de septiembre de 2022), más de la mitad de los embalses están por debajo del 50% de su capacidad. En concreto, el 58% de los embalses están por debajo del 50% de su capacidad. Un 15% de ellos se encuentra en situación crítica: sus reservas de agua se encuentran entre el 10% y el 20%.
Además, los grandes pantanos –que pueden almacenar el 85% de todas las reservas hídricas– son los que están en peor situación y se encuentran más vacíos, por debajo de la mitad de su capacidad. Los que están mejor apenas son capaces de retener el 15% del total de agua.
“La presión es tan grande que es casi imposible guardar agua en un año húmedo para cuando llega un año seco”, expone Julia Martínez que es, además, doctora en Biología. Con tanta superficie de regadío –tanto el legal como el ilegal–, da igual que llueva más o menos. Que el año sea normal o húmedo, los problemas van a seguir agravándose“.
Lo malo es que tras el tercer año hidrológico (que va de octubre a septiembre) más seco de la serie histórica que comenzó en 1961, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) señala en sus previsiones estacionales para otoño que “hay una mayor probabilidad de que la precipitación se encuentre en el tercil seco” para todo el oeste peninsular. Es decir, poca lluvia. El resto de la península tendría unas precipitaciones normales.
Aunque una vez pasadas las semanas de calor más extremo del verano la evolución del agua en España ha perdido foco de atención, este lunes, 42 municipios de la provincia de Sevilla (incluida la capital) han estrenado restricciones en el uso de agua que afectan a 1,3 millones de personas.
Al mismo tiempo, el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla enardecía a sus militantes el sábado pasado al grito de “¡Pongan el dinero, que nos morimos de sed!” cuando pedía al Gobierno 900 millones de euros de inversión hidráulica mientras al tiempo que defendía su rebaja de impuestos a las rentas más altas.
El investigador principal del Instituto Geológico y Minero, José María Fornés, ha analizado que los problemas de agua en España “parecen residir más en una gestión y gobernanza pobres que una escasez física de los recursos hídricos”. Y explica que el paradigma en la gestión se centró en un modelo “dominado por la demanda de agua”. Es decir, satisfacer esa creciente demanda.
La sequía prolongada –la falta continuada de lluvias– afecta a más del 40% del territorio, según el mapa de seguimiento del Ministerio de Transición Ecológica y los datos de las comunidades autónomas.
Atraviesan esa situación la mayoría de Galicia y la cuenca del Duero, la margen izquierda del Ebro, las cuencas internas de Catalunya y buena parte de la cuenca del Guadiana. También áreas de Málaga, Granada y Almería. Sin embargo, en la cuenca del Guadalquivir, precisamente, los indicadores revelan “ausencia de sequía prolongada” en todas sus unidades, según la Confederación.
El nuevo patrón de lluvias que está detectando la Aemet en España asociado a la crisis climática: menos volumen, pero más episodios de gran intensidad, está creando un nuevo escenario a la hora de gestionar los recursos hídricos.
Además, la subida global de la temperatura hace que se evapore más agua. Fornés ha calculado que, entre 1940 y 2005 se ha evapotranspirado a la atmósfera el 68% del agua de lluvia. “Es previsible que aumente ese porcentaje debido al cambio climático”, señala. Esto impactará en el mayor consumidor de agua: la agricultura, que utiliza el 70% de los recursos disponibles, aproximadamente.
Cada embalse, al detalle
En el siguiente buscador puedes localizar cada uno de los embalses de España para conocer a qué porcentaje de su capacidad se encuentra actualmente y cuánta diferencia supone (en puntos porcentuales) respecto a la media de esa misma semana en los últimos cinco años. También puedes consultar la capacidad total y actual en hectómetros cúbicos, así como ordenar la información según las distintas variables.
Los principales usuarios, los regantes, insisten en que “las obras de regulación [embalses, canalizaciones, trasvases] son fundamentales a la hora de combatir las sequías, al permitir embalsar agua en épocas de lluvia para distribuirla y usarla cuando se necesite”.
La Federación Nacional de Comunidades de Regantes, Fenacore, considera que se les ha demonizado durante el verano a medida que crecían los problemas de abastecimiento. “Ningún municipio ha sufrido restricciones por culpa del regadío”. Para ellos, debe ampliarse la red de pantanos: “Son la principal y mejor solución para el problema del agua en España”.
Sin embargo, la directora de la Fundación Nueva Cultura del Agua discrepa: “La medida más segura, fiable, duradera y efectiva es reducir la demanda. No confiar en que llegue el agua. Es fundamental para rebajar la escasez y que los sistemas naturales y socioeconómicos sean menos vulnerables cuando lleguen las sequías”.
El análisis de José María Fornés habla más bien de “adaptar la gestión a un escenario cambiante e influido por el cambio climático”. La bióloga Martínez Fernández entiende que “es insostenible que España sea el país con mayor índice de explotación hídrica (quitando Malta y Chipre). Hay que reducirlo para prevenir y adaptarse al cambio climático”.