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El Gobierno ha gastado 125 millones en seis años en reconstruir playas y costas que los temporales vuelven a destrozar

Trabajos de vertido de arena del Plan Litoral 2015 en Oropesa el Mar (Castellón)

Raúl Rejón

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Cuando las olas, el viento, la lluvia –y el foco mediático– se retiran quedan los destrozos: playas menguadas, construcciones abatidas, cosechas anegadas... Una costa que a base de urbanismo e infraestructuras se ha convertido en cada vez más vulnerable obliga a gastar un buen pellizco de dinero público para paliar los estragos causados cuando arrecia un temporal como Gloria. Solo en los últimos seis años la sucesión ha obligado al Gobierno español a gastar 125 millones de euros en obras de urgencia.

La secuencia de planes litorales en los últimos años ha sido la siguiente: los temporales de febrero de 2014 en el noroeste (desde Gipuzkoa a Pontevedra) exigieron 35 millones. En 2015, otros 21,2 millones. Las galernas de noviembre y diciembre de 2016 entre Catalunya y Cádiz derivaron en el Plan Litoral 2017 dotado con 16,5 millones. Los temporales de febrero y marzo de 2018 supusieron 40,9 millones en obras desde Tarragona a Huelva, Melilla y Canarias. Las reparaciones de la DANA de septiembre de 2019 cuentan con 11,4 millones. Y queda por presupuestarse el plan que intente restañar el paso de Gloria.

Esta semana, el alcalde de Bellregard (Valencia), Álex Ruiz, ante la visión del paseo marítimo de su localidad destruido por Gloria, se preguntó si merecía la pena reconstruirlo y “malgastar millonadas cíclicamente engullidas por el mar”.

La actuación que más repite en las fichas de estos planes de emergencia es el aporte de arena a las playas afectadas. También la reconstrucción de infraestructuras como los accesos o los paseos marítimos de los que hablaba el político valenciano. Y en un tercer grupo “trabajos para asegurar la sostenibilidad de la costa y mitigar los efectos de futuros temporales y galernas”.

El catedrático de Puertos y Costas de la Universidad Politécnica de Valencia, José Serra Peris, ha asegurado tras el paso de este último temporal que “con todo lo invertido en parchear se podría haber resuelto el problema”. El investigador de la Universidad de Alicante, José Ignacio Pagán Conesa, matiza que la solución a largo plazo pasa más por “soluciones blandas repetidas en el tiempo y sostenibles que acciones muy agresivas puntuales”. Se refiere a definir una línea de costa “razonable”, recuperarla y mantenerla más que “construir un espigón, una barrera o verter muchísima arena y luego olvidarse”.

La costa española está a merced de los embates de un clima alterado que deriva en temporales más frecuentes y más virulentos. Sobre todo la franja de Levante. Allí ha desaparecido la defensa natural de la linea de costa que constituía “el perfil de playa más ancho y con dunas”, repite Pagán. Sin barrera, la agresión de los temporales es más dañina y se repite.

“Naturalizar la costa sería la mejor opción” cuenta la ingeniera e investigadora de la costa de Alicante, Isabel López Úbeda. “Pero no es tan viable, ya que hay muchas construcciones de primera línea que hace 50 años no estaban en primera línea”.

El litoral levantino ha perdido su naturaleza. Las dunas costeras es uno de los ecosistemas más agredidos en España. La península y las islas suman aproximadamente 45.500 hectáreas de superficies dunares. De ellas, 38.500 están en la región mediterránea, “los tipos de hábitat más degradados”, según confirma el Ministerio de Transición Ecológica. Solo el 24,5% tiene un índice alto de naturalidad.

Las causas del ciclo ruinoso

Para la geógrafa Eulalia Sanjaume, el vertido de arena sin más “es tirar el dinero si no se acometen las causas”. Es una manera de mantener cierto ciclo ruinoso. Entre ellas, la imposibilidad de que los sedimentos que tienen que alimentar esos ecosistemas lleguen debido a “la construcción de presas, las canalizaciones de ríos y los puertos” remacha López Úbeda.

Los embalses regulan entre el 75% y el 95% del caudal de los ríos de la cuenca mediterránea. El caso del Ebro y su delta es muy conocido, pero, por ejemplo, en Almería, el río Adra ha pasado de aportar 100.000 m de sedimentos a unos 5.000-10.000. El Almanzora, de 140.000 a 10.000.

En la Región de Murcia, y por no mirar siempre al Mar Menor, la agricultura intensiva de regadío se ha extendido por la mayoría de las zonas de crecida fluvial de la llanura litoral Marina de Cope, lo que ha provocado que, sin sedimentos, su línea de costa haya retrocedido entre 16 y 68 metros. Pagán Conesa explica que “cuando la playa se estrecha y llega el temporal, las olas tocan las dunas y se llevan una arena que no se repone”.

Y luego está el urbanismo. Los informes del estado de los hábitats de Transición Ecológica resaltan que la desaparición de dunas se debe “al retroceso acelerado por acciones antrópicas (relacionadas con la actividad humana) sobre el sistema litoral o, directamente, por la urbanización”.

En España, entre 1996 y 2006 (cuando se alcanzó el récord histórico anual), se inició la construcción de 5,2 millones de viviendas libres, según el registro del Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana. Solo tres provincias litorales: Málaga, Alicante y Murcia supusieron el 20% de todo ese volumen (un millón) y superaron la suma de Madrid y Barcelona.

El Colegio Oficial de Geólogos expuso, al ver los efectos del temporal Gloria, que era el momento de pensar en “deconstruir” la costa. “Reconstruir y que la naturaleza recupere lo que es suyo”. El grupo de investigadores costeros de Alicante, sin embargo, amortiguan esta frase con una pregunta: “¿Y hasta dónde nos retiramos?”

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