Récord de ahogados en zonas de baño en un verano de muertes evitables
El verano está resultando funesto en las aguas españolas. En dos meses, 165 personas han muerto ahogadas en zonas acuáticas, según la recopilación que hace la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFeSS). La cifra es la más alta desde que se tienen datos específicos. En 2016 fueron 111 y en 2015, los ahogados mientras se bañaban en este tiempo fueron 128.
El 31 de julio se cerró la lista mensual con la muerte de un niño de dos años en una piscina privada en Llucmajor (Mallorca). La suma llegó a 95 lo que dejó el registro en 305 fallecidos desde enero. Aunque el ahogamiento de un pequeño produce estupor social, en realidad, las personas que están más en riesgo de morir de esta manera son, por mucho, las de mayor edad. En 2015 y 2016, más de 140 personas (cada año) por encima de 65 años fallecieron ahogadas en el agua: supone más de un cuarto del total. En estos primeros siete meses han sido ya un centenar.
Los ahogamientos son la segunda causa de muerte accidental en España por detrás de los del tráfico, según el Instituto Nacional de Estadística. No todos corresponden a zonas de baño pues la estadística incluye sofocaciones accidentales, siniestros en bañeras, y pozos. Sin embargo, la lista específica en áreas acuáticas supera cada curso los 400 fallecidos. En 2011 fueron 478 personas. En 2016 se llegó a los 438. Un año antes se quedó en 415.
Problema real, no casos aislados
“Es un problema real. No son casos aislados, pero las administraciones no parece que se sientan concernidas, demuestran poca implicación con este problema”, cuenta Jessica Pino, responsable del informe de la RFeSS. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud considera que los ahogamientos son, por su dimensión, “un problema de salud pública desatendido”. Se trata de algo tan estructural que, aunque evidentemente los números escalan en los meses estivales, ahogados hay durante todo el año. En enero pasado, 34 personas.
La Fundación Mapfre ha realizado un análisis sobre las causas principales de estos accidentes. Según su evaluación, el principal factor de riesgo es bañarse en zonas acuáticas sin socorristas o fuera de su horario de vigilancia. Jessica Pino confirma que “hasta el 91% de los accidentes se produce en esas circunstancias”. Y luego añade: “Eso denota que los bañistas no saben que están sin vigilancia o lo saben y no lo tienen en cuenta, lo que es una imprudencia”.
Para corregir esta cuestión, Pino explica que podría “aumentarse la cultura del salvamento, la educación” y, al mismo tiempo “que haya más socorristas y que se adecúen los horarios de los vigilantes a los usos de los bañistas”.
En este sentido, cada comunidad autónoma regula la normativa sobre salvamento. En un entorno controlado como una piscina, las regulaciones establecen que haya un número de socorristas por superficie de agua y “siempre que esté en funcionamiento” la instalación.
En las playas, los decretos autonómicos califican las playas según su peligrosidad para asignar más o menos recursos humanos y trazan unos horarios con servicio de salvamento. En las Islas Canarias depende de la temporada: en alta son ocho horas, en media seis y en baja cuatro. En la Comunidad Valenciana hay una directriz básica de diez horas, pero permite adaptar el servicio según “la ocupación de la zona”.
La Fundación Mapfre también reseña como factor destacable en estos accidentes los “fallos en la vigilancia de los menores”. Suelen ser los casos que más remueven a la opinión pública. El pequeño de Mallorca, un niño de 12 años en Arganda del Rey (Madrid) el 8 de junio, otro de edad similar en una piscina de Híjar (Teruel) el 9 de julio, otro más de cinco años en una granja escuela de Asturias el 25 de julio…así hasta sumar 23 menores en 2017. “Los casos de niños son importantes porque son totalmente evitables. Podrían ser cero”, especifica Pino aunque porcentualmente no sean los más afectados.
Estrategia
La OMS pone el acento en la vulnerabilidad de los menores a este fenómeno porque es especialmente acuciante en los países desfavorecidos donde los ahogamientos son un foco de mortandad infantil importante (la mitad de los fallecidos son menores de 25 años, cosa que no ocurre en España). De hecho, el 90% de los 375.000 ahogados al año en el mundo se registran en estados empobrecidos.
Otras de las circunstancias clave descritas por la Fundación Mapfre son los intentos de salvar a otra persona en el agua y el baño en áreas de fuerte oleaje, con bandera roja e, incluso, el baño bajo los efectos del alcohol o las drogas.
Además de intensificar la vigilancia de los niños o evitar tomar alcohol en zonas acuáticas, la OMS explica que “mejorar las aptitudes de natación y seguridad en el agua, la señalización de masas de agua peligrosas, el uso de barreras estratégicas, la vigilancia en zonas de natación recreativa y la aplicación exhaustiva de los reglamentos de navegación”, deberían formar parte de una estrategia para reducir estas muertes.
Jessica Pino insiste en que a las autoridades les falta tomarse más en serio los ahogamientos. “Nos gustaría tener más datos sobre estas muertes y sus causas. Por ejemplo, autopsias que nos dijeran si un anciano ha tenido un desvanecimiento o si ha habido una hidrocución antes de ahogarse”, el conocido como corte digestión que no es tal ya que se trata de un shock por diferencia de temperatura al, por ejemplo, entrar de golpe en agua fría.