España, cada vez más medicada
La población en España cada vez se medica más. Los fármacos con receta que se compran en las farmacias han ido creciendo sin parar en los últimos ocho años, pero la pandemia ha disparado como nunca el consumo. 2021 ha marcado un nuevo récord con 1.033 millones de cajas de medicamentos vendidas con cargo al Sistema Nacional de Salud, un 4% más que en 2020, según los últimos datos publicados por el Ministerio de Sanidad. No había un consumo tan alto desde el año 2011, donde se situaba el pico máximo hasta ahora.
Los más vendidos bajo prescripción son los analgésicos, cuyo consumo ha crecido más de un 50% en una década. Muy al alza están también los antidepresivos, con un 45% más de envases comprados respecto a 2010. Estos medicamentos son los quintos más recetados en España –se toman 92 dosis al día por cada 1.000 habitantes– aunque siguen por detrás de los ansiolíticos, cuyo consumo se había estabilizado en niveles muy altos pero ha vuelto a repuntar con la pandemia. El número de cajas vendidas ha aumentado un 8% en dos años. El segundo y el tercer lugar de la lista los ocupan los protectores de estómago (omeprazol y familia), entre otras cosas como consecuencia del abuso de analgésicos, y las pastillas para el colesterol.
¿Por qué la sociedad camina inexorable hacia una medicalización cada vez mayor? Los expertos coinciden en que la pandemia no ha ayudado. Se prescriben más fármacos para combatir trastornos de salud mental como la ansiedad y la depresión. Pero la tendencia ascendente, aunque se ha agudizado, no nace ahora. El envejecimiento de la población es uno de los factores de largo recorrido que explican el aumento del consumo. Según Miguel Ángel Hernández, médico de Atención Primaria y coordinador del grupo de trabajo de utilización de fármacos de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC), la población vive más años y arrastra enfermedades crónicas que requieren medicación.
Una tendencia tan consolidada, sin embargo, no responde a una única causa, sino a varias. La prescripción de fármacos se ha convertido “en la válvula de escape del malestar social”, advierte Hernández. Ya sea por los ritmos de vida, la falta de apoyo social o la precariedad laboral que “obliga a trabajar por encima de todo, incluso en condiciones inadecuadas para la salud que se palian con fármacos”, indica el doctor Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
También, coinciden los facultativos, se da un abuso de las dosis y de los tiempos de tratamiento. Uno sabe cuándo empieza pero no cuándo acaba de tomar un fármaco y algunos, como los ansiolíticos o los opiáceos, por su potencial adictivo, deben estar muy acotados a unas pocas semanas. Todo eso va sumando en el consumo global. “Añadimos y añadimos, un especialista y luego otro... y nadie quita ninguno, tenemos que repensarlo”, señala, por su parte, José Manuel Paredero, farmacéutico de Atención Primaria en el Servicio Madrileño de Salud.
El resultado más inmediato de la tendencia a más y más es la polimedicación. Las personas que consumen tres o más fármacos al día crecieron entre 2005 y 2015 del 2,5% al 8,4%, según un estudio publicado por la SemFYC en 2020. “En esto influye también el elevado nivel de confianza en los medicamentos para eliminar los malestares físicos y psicológicos. Consideramos que los resultados deben ser inmediatos y si no me vale con un fármaco, que me pongan dos o tres si eso me quita lo que me pasa”, añade Armenteros.
Los analgésicos, desde el paracetamol a los opiáceos más potentes como el fentanilo, están en todas las listas rojas de las consejerías de salud. Su consumo dibuja una línea creciente que parece no tener fin. En España se vendieron con receta más de 113 millones de fármacos de esta familia. Casi un tercio eran opiáceos, medicamentos que corren el riesgo de ser adictivos si se prolonga mucho su uso y cuyo consumo ha crecido casi un 50% en la última década. El que más preocupa es el fentanilo. Pese a que no está autorizado para tratar el dolor crónico no oncológico, España es el tercer país con mayor consumo de esta sustancia, solo por detrás de Estados Unidos –donde los opiáceos han generado un brutal problema de salud pública– y de Alemania. Los datos se incluyen en un plan acordado en septiembre por el Ministerio de Sanidad y las comunidades para frenar el consumo tras constatar un crecimiento en el uso del 53% en los últimos siete años.
Tras estas cifras hay otros números: una de cada tres personas adultas sufre algún tipo de dolor en España. El dolor crónico tiene una incidencia estimada entre el 11 y el 17% pero las unidades específicas para tratarlo en España, 183 en total, siguen siendo insuficientes para el nivel de demanda. “El dolor, desde luego, es muy mal compañero y la sociedad envejecida en la que vivimos tiene trastornos reumatológicos y musculoesqueléticos, pero es importante que sepamos que la ingesta durante mucho tiempo de estos fármacos y a este nivel puede generar un problema de salud futura”, alerta Armenteros, partidario de restringir la venta libre, por ejemplo, de paracetamol para advertir de que su consumo no es inocuo. Abusar de él puede provocar enfermedades hepáticas. “La máxima debe ser usar el fármaco a la mínima dosis efectiva y durante el menor tiempo posible”, añade el portavoz de la SEMG.
La automedicación, fuera de la estadística
Hay que recordar que los medicamentos adquiridos fuera de receta, la conocida como automedicación, están fuera de la estadística de Sanidad. No son números nada desdeñables. Una encuesta de 2020, realizada por la compañía de seguros Aegon, revela que casi una de cada cuatro personas se automedican (23%), por lo que con toda probabilidad las cifras de consumo serán mayores especialmente en este tipo de fármacos para el dolor o la inflamación. “Te automedicas para poder seguir trabajando”, lamentaba en este reportaje Ana Isabel López, gerocultora en una residencia de mayores de Guadalajara. Los sindicatos constatan que ocurre en este y otros sectores precarizados. Presumiblemente el colapso de la Atención Primaria habrá aumentado la medicación de los pacientes por su cuenta por la falta de seguimiento de patologías crónicas. “Se va acumulando y todo tensiona hacia un crecimiento en el consumo”, afirma Hernández.
El ibuprofeno y otros antiiflamatorios, sin embargo, se consumen un 23% menos que en 2010 aunque su uso ha crecido en los años de la pandemia: en 2020 se vendieron 38 millones de cajas y en 2021, 42. Hay algunas trabas ya en vigor, como la restricción de compra de ibuprofeno de 600 mg sin receta. En las farmacias solo se puede adquirir de 400.
Se rompe el estancamiento de los ansiolíticos
Los ansiolíticos forman otro punto crítico de consumo en España. Antes de la pandemia, nuestro país ya era el territorio del mundo que más tomaba benzodiacepinas, el principio activo que contienen la mayoría de los fármacos de esta familia, según un informe de 2019 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes. Varias comunidades han puesto en marcha estrategias para reducir su uso, sobre todo porque su prescripción se prolonga indebidamente. No están indicados para más de ocho o diez semanas pero a menudo se cronifican y terminan generando un efecto placebo. Para evitarlo, todos los médicos consultados apuntan a la misma receta: una Atención Primaria fuerte que permita explicar al paciente qué se está tomando, por qué y por cuánto tiempo y coordinación entre los especialistas.
Los datos revelan que, aunque en niveles altos de consumo, se había estabilizado. Hasta que 2020 marcó un nuevo repunte que continuó en 2021. “Estamos en niveles absolutamente tremendos”, asegura el portavoz de la SemFYC. Los médicos consultados lo relacionan directamente con los miedos y las inquietudes que ha provocado directa o indirectamente la pandemia. El consumo de antidepresivos también se ha disparado un 37% en la última década. Si en 2013 lo tomaban 68 personas por cada 1.000 habitantes, en 2021 el número asciende a 92.
“Nos llegan muchísimos pacientes con un cansancio de origen desconocido” que termina siendo ansiedad o una depresión camuflada, cuenta Lorenzo Armenteros. “Encontramos, describe, crisis de ansiedad con taquicardia, disnea, sensación de muerte inminente... que son urgencias médicas pero no tienen sustrato orgánico. Incluso en edades tempranas”. La crisis del coronavirus ha disparado en un 25,6% los trastornos de ansiedad en el mundo y en un 27,6% los de depresión severa, según el último informe de la OMS. Cifras similares avanzó hace unos meses un estudio publicado en The Lancet.
La prescripción de psicofármacos está directamente relacionada con la “falta de alternativas de psicoterapia” y a veces la “ausencia de soporte social”, dicen los facultativos. “El apoyo psicológico no es suficiente y el malestar acaba en un centro de salud buscando algo que te palie el malestar, la ansiedad, los problemas de sueño... El fármaco termina siendo la respuesta. Las personas no tienen la respuesta sino la sociedad que hemos ido construyendo”, argumenta Miguel Ángel Hernández, que lamenta el poco tiempo disponible en las consultas de Atención Primaria, la puerta de entrada de la mayoría de los casos.
Detrás de los datos asoma lo que los expertos llaman “la medicalización de la vida”. “Al final medicalizamos casi cualquier cosa, cuando igual lo que necesita el paciente son otras cuestiones que ayuden, por ejemplo, al afrontamiento de situaciones difíciles. Es una huida hacia adelante. Estamos acostumbrándonos a que para cada cosa hay un medicamento y va a funcionar. Si estás afrontando una pérdida es normal que necesites fármacos para dormir las primeras semanas o un tratamiento si hay síntomas depresivos, pero el duelo hay que pasarlo”, asegura Paredero.
El omeprazol, otra pandemia
Más allá de los grandes grupos de medicamentos sobre los que todo el mundo pone los ojos, hay otros fármacos que silenciosamente se han extendido como una pandemia. Los gastroprotectores como el omeprazol son los segundos medicamentos más consumidos en España. Se vendieron con receta médica (también se pueden comprar sin ella) más de 72 millones de cajas en 2021.
Desde SemFYC aseguran que “se ponen en pacientes polimedicados casi por sistema” y piden “más acotación en las indicaciones”. “Llamemos a las cosas por su nombre, no son protectores gástricos inocuos sino antisecretores (medicamentos que disminuyen la segregación de ácidos en el estómago) que pueden terminar impidiendo la absorción de algunas sustancias como el magnesio”, asevera José Manuel Paredero, también portavoz de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (Sefap). España, añade, no tiene más patología digestiva que los países del entorno pero el consumo de dosis diarias es el triple.
Otro fármaco muy común, así lo dicen los datos, es el que se toma para controlar el colesterol malo y los triglicéridos. El consumo anual ha pasado de 57 millones de cajas a 70 en un recorrido paralelo al aumento de problemas cardiovasculares en la población, con un aumento del consumo del 22% solo en los dos últimos años. Las enfermedades del sistema circulatorio son la primera causa de muerte en España. En 2020, el año más mortal de la pandemia, supusieron un 24,3% de los fallecimientos totales.
Estos medicamentos se prescriben de manera preventiva en la mayoría de los casos que tienen riesgo de sufrir un evento grave, como un infarto. “Se dan en fases iniciales para evitar que progrese y tenga consecuencias fatales en el futuro. En este caso darlo de forma temprana y en la dosis adecuada tiene justificación”, considera Armenteros. Paredero ve como una “cuestión natural” este aumento, pero lamenta que personas de 40 y 50 años los tomen cuando podrían evitarlo con ejercicio físico.
En la lista destacan por su enormísimo aumento de uso los anticonceptivos hormonales. Es el fármaco cuyo uso ha crecido más en la última década: más de un 1000%. Las vitaminas A y D, con un aumento del 380% en las cajas compradas en la farmacia, están en las primeras posiciones también. Los expertos consultados no comulgan con la subida y lo achacan a una generalización del uso que a veces no es necesaria. “Se ha empezado a dar vitamina a mucha gente, se hiperutilizan”, considera Hernández, de la SEMG.
Desplome en el uso de antibióticos
Rebuscar en los datos también da alguna buena noticia. La crisis del coronavirus ha desplomado el uso de antibióticos en España. Desde 2010, primer año con datos completos, el uso había ido cayendo tímidamente. “Tenemos el dudoso honor de ser de los países con más consumo, pero hemos mejorado, en la automedicación y en el uso incorrecto”, analiza el farmacéutico José Manuel Paredero. Y la pandemia ha marcado un auténtico punto de inflexión: en 2020 se observa un importante escalón hacia abajo relacionado directamente con el uso de mascarilla, que contiene la infección por otras bacterias y virus. La caída ya es menos pronunciada en 2021.
“No era una tendencia muy clara a ir a menos pese a que hay un uso muy inadecuado. Es algo que la pandemia parece que ha corregido, no sabemos si temporalmente”, sostiene Hernández, coordinador del grupo de trabajo de utilización de fármacos de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC).
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