El feminismo llama a las mujeres a la huelga en un 8M marcado por el auge del movimiento

Un estallido. Un pulso en la calle. Un punto de inflexión. Para muchas, el comienzo de algo. El 8 de marzo de 2018 no fue un día cualquiera. Las manifestaciones históricas que desbordaron las calles en España han dibujado un escenario sin precedentes que ha aupado al movimiento feminista a los discursos políticos, a las clases, a las casas y a los medios de comunicación. El feminismo ya no es un movimiento marginal ni una palabra de la que renegar. Aún así, un año después, las mujeres vuelven a movilizarse por la igualdad, contra la violencia machista y la precariedad y llaman a la huelga feminista, a mostrarle al mundo qué ocurre cuando ellas no están.

La convocatoria vuelve a contar con el respaldo legal de los sindicatos minoritarios, mientras que UGT y CCOO han registrado paros parciales de dos horas por turno, y la llamada es, de nuevo, a parar en varios ejes: laboral, estudiantil, de consumo y de cuidados. Aunque la sensación de desánimo parece haber calado entre algunos sectores de la población, más de 1.400 convocatorias, entre manifestaciones, lecturas de manifiesto y actividades varias, se distribuirán por toda geografía española.

El vaivén político ha demostrado que ya no es fácil obviar al movimiento feminista. El discurso ha irrumpido en el Congreso y en los partidos, que han mostrado su postura hasta el último momento: Casado, para acusar a la Comisión 8M de “enfrentar” a las mujeres con los hombres; Ciudadanos para defender “el feminismo liberal” que dice abanderar y el PSOE y Unidos Podemos para apoyar la convocatoria. Si el año pasado el éxito del 8M obligó al Gobierno del PP a cambiar su discurso y a Albert Rivera a apuntarse a la ola, este año el espectro político ha cambiado y la derecha intenta alejarse de un feminismo al que nombra de forma despectiva “ideología de género” o una forma de “colectivizar a mujeres”.

“El éxito fue tan grande y hubo tantas mujeres en la calle que la gran mayoría de partidos viraron, no de posición, sino de énfasis. No es que de pronto se volvieran feministas, es que de golpe le dieron más espacio al tema”, analiza la politóloga Berta Barbet. Todo ello influenciado por la moción de censura de principios de junio que llevó a la Moncloa a Pedro Sánchez y trajo consigo un gabinete formado por una mayoría de mujeres. El Consejo de Ministras, el más paritario del mundo, quiso marcar el paso e impulsar parte de la agenda feminista con el anuncio de medidas que respondían a algunas demandas.

“El nuevo Ejecutivo abrió un espacio de oportunidad. La composición del gabinete fue clave, pero sobre todo es que ha aprovechado que estaba más cerca ideológicamente y que venía con una agenda diferente al anterior Gobierno”, dice Barbet, que insiste en que le ha venido bien poder marcar ritmo propio con propuestas, algunas de ellas todavía en el tintero, “amplias”. 

El espectro político se vio pronto influenciado por la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas y posturas afines que han obligado a los partidos de la derecha a marcar distancia con el feminismo. El auge del movimiento y los avances de los derechos de las mujeres han generado una reacción en forma de críticas a un feminismo supuestamente “radical” que, según las tesis de la extrema derecha, el PP y Ciudadanos, no vendría a responder a las demandas de todas las mujeres. “La articulación de esto ha obligado a parte de las formaciones a matizar su apoyo”, interpreta Barbet. 

Todas las expertas consultadas para este reportaje coinciden en apuntar a la instrumentalización desde la esfera política y los posibles retrocesos como algunos de los riesgos del tiempo que viene. “Se ha convertido en el objetivo a batir por parte de la extrema derecha, que ha comprendido que la propuesta de sociedad de feminismo es un desafío para su modelo”, explica la profesora de Sociología de Género de la Universidad de A Coruña Rosa Cobo, que traslada su preocupación sobre que “sea un elemento que esté en el medio de la guerra electoral”.

Tras las elecciones andaluzas, las feministas se organizaron con el lema “Ni un paso atrás” para plantar cara al partido liderado por Santiago Abascal, pero aún está por ver qué ocurrirá de cara a las próximas generales de abril y autonómicas y municipales de mayo. 

Violencia sexual, Justicia, miedo

No solo en la política ha repercutido el 8M. Poco más de un mes después la calle volvía a estallar al grito de “no es abuso, es violación” con la sentencia de 'la manada', condenada a nueve años de cárcel por abuso sexual. Comenzaba entonces un debate que estaría en el centro de la opinión pública durante meses: el papel de la Justicia respecto a los derechos de las mujeres y los delitos sexuales. La ola de protestas no se produjo solo una vez. En junio, la Audiencia de Navarra anunciaba la libertad provisional de los cinco hombres, una decisión que volvió a desatar la indignación de las mujeres. La violencia sexual seguía siendo una columna vertebral, arrastrada por el #MeToo de finales de 2017, de las movilizaciones feministas.

En diciembre de 2018 el asesinato de la profesora Laura Luelmo en un pueblo de Huelva colocó sobre la mesa uno de los temas más silenciados hasta el momento: el miedo de las mujeres a ser agredidas, fundamentalmente por la calle, de noche y cuando caminan solas. Cientos de mujeres compartieron sus experiencias a raíz del caso y relataron abusos cotidianos que han sufrido a lo largo de sus vidas. La huelga feminista también dejó otros temas sobre los que se ha hablado más que nunca: la discriminación de las mujeres en el ámbito laboral, la brecha salarial o el trabajo de cuidados, que recae mayoritariamente sobre ellas.

“Mi percepción es que la movilización del 8M del año pasado creó mucha conciencia colectiva crítica y que la lucha contra la violencia sexual ha articulado gran parte de la lógica analítica y política”, cuenta la profesora titular de Sociología de Género de la Universidad de A Coruña Rosa Cobo. En su opinión, la fuerza feminista de la pasada huelga se ha quedado en el plano más simbólico “y apenas se ha fraguado en medidas concretas”, explica mientras celebra cómo el feminismo se ha colocado en el centro del imaginario político y colectivo.

No solo en nuestro país, también en otras partes del mundo, que han convocado huelga este año y de los que han llegado noticias que también han supuesto un revulsivo para el movimiento. Es el caso de la lucha argentina por el derecho al aborto, que marcará las movilizaciones en el país este 8M, o las multitudinarias protestas de las mujeres y personas LGTBI brasileñas contra el presidente Bolsonaro. 

El feminismo está vivo y se extiende más allá de las ciudades. Son muchas las mujeres del ámbito rural que ya se organizaron en la pasada huelga feminista para impulsar colectivos en sus pueblos, que aún se mantienen y que también saldrán a la calle ahora. “Es un cambio progresivo, pero sí se nota que hay muchas más asambleas feministas que hace un año y medio no existían. Somos más, eso está claro”, señala Patricia Aranguren, activista feminista y miembro de la Comisión 8M. 

Para ella, el impulso es evidente también en lo cotidiano. El feminismo está en las conversaciones del día a día “como no estaba antes”, zanja. “En los medios este año se ha hablado menos de la huelga, pero es que ya no es una novedad. Ahora se habla de feminismo todos los días”. Y es que los contenidos de igualdad en los medios de comunicación están más presentes desde el pasado 8M, cuando más de 8.000 periodistas firmaron un manifiesto, se agruparon bajo el nombre Las Periodistas Paramos y amplificaron la convocatoria con ausencias de caras conocidas.

“Nos suelen preguntar mucho sobre qué ha cambiado con la huelga”, dice Aranguren. “Y nosotras la reflexión que solemos hacer es que sirvió para mucho, pero no ha servido para todo”. La activista asume que las mujeres siguen enfrentándose a la desigualdad que vuelve a sacarlas a la calle un año más, pero apunta a “un cambio de mentalidad” que es la base “para los cambios legislativos que aún no se han producido”.