“¿La píldora engorda?”. Es la pregunta que no falla en la mayoría de consultas de ginecología. A Iñaki Lete, jefe de servicio del Hospital Universitario Araba (Álava), le es tan familiar que bromea con sus pacientes. “Ya has consultado al doctor Google, ¿no?”.
La anticoncepción hormonal es el segundo método más utilizado en España, aunque su impacto es muy inferior al que tiene en países vecinos. Según un artículo publicado en The European Journal of Contraception and Reproductive Health Care, un 20% de las mujeres que usa anticoncepción opta por la píldora, frente al 58% que lo hace en Francia o al 60% en Portugal. La media mundial se mueve en torno al 28%.
¿Pero a qué se debe ese bajo impacto? Los expertos lo atribuyen a la mitología que se ha creado en torno a sus efectos secundarios. “Existe un temor infundado, una especie de hormonofobia. Una de cada dos mujeres pregunta en la consulta si la píldora les puede provocar aumentos de peso y otras tienen miedo a no poder quedarse embarazadas cuando lo deseen”, explica Lete.
Este ginecólogo, también profesor en la Universidad del País Vasco, subraya que “los anticonceptivos hormonales utilizan el mismo estrógeno que fabrica el ovario”, y que su uso, al contrario de lo que se piensa, es “muy beneficioso para prevenir el cáncer de ovario o endometrio”. Los efectos secundarios que pueda tener, asegura, “son los mismos que podría tener cualquier otro fármaco”.
Pero lo cierto es que en los prospectos se incluyen algunas contraindicaciones, como el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades cardiovasculares en el caso de mujeres fumadoras o con tensión arterial alta.
¿Cómo actúan los anticonceptivos hormonales?
El gestágeno es la hormona que contiene la píldora, el parche, el anillo vaginal, el implante y la inyección, los cinco métodos anticonceptivos hormonales que existen en España. Esta sustancia tiene tres mecanismos de actuación en el aparato reproductor femenino: inhibe la ovulación, espesa el moco cervical y provoca cambios en el endometrio. Este engrosamiento del moco frena la entrada de espermatozoides y el adegazamiento del endometrio evita que esté en condiciones adecuadas para recibir el óvulo. En la mayoría de estos métodos, el gestágeno se combina con estrógenos, cuya administración regula los sangrados mensuales y los hace menos abundantes gracias a su función procoagulante.
Un factor en contra de estos anticonceptivos, más empleados por personas adultas con relaciones estables, es que no protegen contra las enfermedades de transmisión sexual. “Muchas jóvenes evitan la píldora porque no tienen pareja y tienen sexo de forma esporádica”, explica Ana Mañas, coordinadora del Centro Joven de Madrid de la Federación Estatal de Planificación Familiar.
Algunas adolescentes también huyen de estos anticonceptivos porque necesitan receta. “Les da vergüenza ir al médico y temen que sus padres se enteren de que tienen relaciones”, sostiene esta sexóloga, que ve pasar por su consulta muchas parejas convencidas de la eficacia del método de la marcha atrás. Según datos de la Sociedad Española de Contracepción (SEC), en torno a un 25% de las mujeres en edad fértil no utilizan ningún tipo de anticonceptivo en España.
Para Mañas, esta certeza de la efectividad de los métodos naturales “revela un desconocimiento total de los procesos reproductivos básicos” que tiene que ver, a su juicio, con la escasa presencia que la educación sexual tiene en las escuelas. “Lo poco que se daba se lo ha llevado por delante la eliminación de Educación para la Ciudadanía. Ahora, lo que se estudia en Biología se hace de una forma tan reduccionista que a los adolescentes les resulta imposible conectar su realidad con lo que ven en el aula”, expresa la sexóloga.
La Federación de Planificación Federal Estatal (FPFE), basándose en los resultados del Barómetro del acceso de las mujeres a la libre elección de anticonceptivos modernos en 10 países de la UE, denunció en septiembre la escasa educación sexual en los centros educativos. En muchos de los aspectos evaluados por este barómetro, como en sensibilización, España sólo queda por encima de países como República Checa, Italia y Lituania. Aprueba justo en educación y formación de profesionales con poco más de un cinco.
“La anticoncepción sigue siendo una materia de segunda dentro de la ginecología. En los programas de formación de los residentes no se le da el suficiente espacio porque se considera que no es algo crucial, así que es bastante común que los ginecólogos terminen este periodo de aprendizaje sin haber puesto un Diu”, asegura el jefe de servicio de Ginecología del Hospital Araba.
El preservativo se impone en todas las edades
Los jóvenes españoles siguen optando por el preservativo por encima de otros métodos. “Es el anticonceptivo preferido en edades más tempranas porque es fácil de conseguir y protege contra las enfermedades de transmisión sexual”, asegura Ana Mañas.
Pero su uso no solo queda entre adolescentes. El cambio en el esquema de las relaciones vuelve a imponer el preservativo en casi todas las edades. “Ir variando de método es ahora más frecuente porque cuando se cambia de pareja se vuelve a renegociar el uso del condón”, razona Mañas. “Muchas mujeres –añade– no se deciden por anticonceptivos de larga duración, como el DIU o el implante, porque no generan un sangrado periódico y no les da seguridad”.
El precio es otro de los aspectos que pueden determinar la elección de método. Iñaki Lete, sin embargo, está convencido de que en la mayoría de los casos no influye. “Cuatro de cada diez personas utilizan el preservativo y no está financiado”, argumenta. El Gobierno excluyó las píldoras anticonceptivas más modernas –las llamadas de tercera generación– del paraguas de la financiación pública en agosto de 2013. Hoy solo tienen subvención las antiguas, lo que no ha provocado, según Lete, un descenso de demanda. “Desde mi experiencia, creo que sigue prevaleciendo, salvo algunas excepciones, el criterio clínico sobre el económico. Por poner un ejemplo, dos de cada tres mujeres toma una píldora no financiada”, explica el ginecólogo, que asegura que nunca empieza una entrevista preguntando a las pacientes cuánto se quieren gastar.
España está a la cabeza de Europa en el uso del anillo vaginal; un método anticonceptivo recién llegado (desde 2003 se comercializa en nuestro país) que cuesta más de 15 euros al mes. El parche, el otro hormonal, tiene menos éxito por varias razones: “Hay que estar cambiándolo una vez por semana, es poco discreto y se puede despegar, lo que puede generar confusión sobre si estás o no protegida”, explica Lete. Tampoco el inyectable, el más barato de todos los anticonceptivos con hormonas –tres euros cada tres meses–, ha conseguido calar entre la población femenina.
El pánico a quedar embarazada
La aprobación del anteproyecto para la reforma de la ley del aborto se vive en la consulta de Ana Mañas entre la desinformación y el terror. “Muchas mujeres vienen muy nerviosas, preguntando si ya no pueden interrumpir su embarazo o hasta qué semana es posible hacerlo”, cuenta la sexóloga. Entre las más jóvenes, el pánico es aún mayor. “Algunas chicas tienen tanto miedo a quedarse embarazadas que utilizan dos métodos anticonceptivos a falta de uno”.
Al centro de planificación también acuden mujeres inmigrantes sin papeles que, al estar excluidas del sistema sanitario, no pueden ir al médico de cabecera para obtener una receta. “Aquí –se indigna Mañas– vemos muchos embarazos no deseados y sobre todo angustia, mucha angustia. Están atrapadas en un círculo sin salida”.