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Uno de cada cinco estudiantes que se matricula en la universidad abandona sin lograr el título

En España, uno de cada tres estudiantes universitarios no finaliza el grado en el que se matricula. La mayoría de este grupo, un 21,4%, uno de cada cinco en total, lo hace para abandonar la universidad definitivamente antes de graduarse. Y un 12%, lo dejan para cambiarse de carrera, según el U-Ranking 2019, un estudio sobre el sistema universitario elaborado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE).

España tiene problemas en la universidad. No de acceso, de salida. O sea, durante los estudios. La tasa de menores de 25 años que entra en la universidad española aguanta la comparación con la media de la OCDE: un 47,7% de los jóvenes lo hace en los países más ricos del mundo frente al 45,4% de nuestro país. Sin embargo, en la salida rendimos peor. Mientras que en la OCDE gradúan el 38,5%, en España lo hace un 32,9%.

Las causas de la “alta” —según los responsables del estudio— tasa de abandono universitario son varias, pero desde el IVIE dan algunas pistas: se abandona más en la universidad a distancia que en la presencial, se abandona más en la universidad pública que la privada, se abandona más en ramas de conocimiento a priori menos vocacionales y también en aquellas con estudios más complicados (ingenierías y arquitectura) y se abandona más en comunidades autónomas que ofrecen peores resultados en las pruebas de evaluación de Secundaria (en PISA), esto es, en las que a priori los alumnos tienen una peor formación de base.

Las consecuencias del abandono son más complicadas de medir, pero hay al menos una cuantificable. Dejar la universidad supone tirar casi mil millones de euros al año, entre el esfuerzo público y el privado, según el informe.

Para llegar a esta cifra, los autores realizan un cálculo sencillo: se aplica el coste universitario por alumno y curso y se multiplica. Pero hay que tener en cuenta cuándo se abandona. El estudiante que lo deja en 1º solo habrá invertido para nada (él solo si es en la privada, a medias con el Estado en la pública) en un curso, el que lo hace en 3º en tres.

Así, según las cuentas del IVIE, si el coste medio de cada estudiante universitario es de 5.120 euros anuales (independientemente de que sea público o privado) y abandonan un 20,4% en primero, un 8,6% en segundo y un 4,3% en tercero, debidamente ponderado se obtiene la cifra de 974 millones de euros.

Y luego está un intangible, el factor económico. Intangible no porque no exista, sino porque es difícil de medir. Para realizar el estudio, los técnicos del IVIE han seguido la evolución en la universidad de la generación que se matriculó en el curso 2012-13. Cuántos llegaron hasta el final y obtuvieron el título, cuántos cambiaron de grado, cuántos se fueron.

Fue justo esta generación la que tuvo que afrontar el tasazo en la universidad que propició el Gobierno de Mariano Rajoy, con subidas que llegaron a rondar el 100% del precio de la tasa en algunas comunidades autónomas. En paralelo, el Ejecutivo recortó el importe medio de las becas universitarias.

Con el tasazo, el precio de las matrículas se disparó. Con la caída de las becas, la red de muchos estudiantes tenía agujeros demasiado grandes como para taparlos; muchos tuvieron que dejar la universidad por no poder afrontar los gastos, según vienen denunciando en los últimos años asociaciones de estudiantes y sindicatos.

¿Se puede medir el impacto de esta situación? “Es evidente que ha influido”, concede Joaquín Aldás, investigador del IVIE, “pero harían falta datos individuales para saber cuánto, qué capacidad tiene cada familia de asumir el coste de los estudios”, argumenta.

Por otra parte, el U-Ranking también mide el “rendimiento” de las universidades españolas. Según este indicador anual, pensado para facilitar la toma de decisiones a la hora de elegir grado y dónde cursarlo a partir de varios indicadores, las mejores universidades a nivel de docencia en España son dos privadas (la de Navarra y la Nebrija) y una pública (la Politécnica de Valencia), mientras que dos públicas lideran en innovación y desarrollo tecnológico (la Pompeu Fabra y la Carlos III).