La mitad de los asesinos que matan a sus hijos para hacer daño a las madres lo hacen en el régimen de visitas
“Ya verás lo que les pasa a las niñas”, “Te quitaré lo que más quieres”. Los hombres que pronunciaron estas palabras y otras de similar intención acabaron poco después con la vida de sus hijos. Son algunas de las amenazas recopiladas por el primer estudio sobre violencia vicaria extrema, que analiza un total de 50 casos de menores asesinados con el objetivo de dañar a sus madres ocurridos desde el año 2000. El análisis revela que el 82% de los casos, el agresor era el padre biológico del niño o niña y la mitad se produjeron cuando estaban a su cuidado exclusivo. El 44% durante el régimen de visitas, y un 4% en el ejercicio de la custodia compartida.
Son algunos de los datos del informe Violencia vicaria. Un golpe irreversible contra las madres, coordinado por la Asociación de Mujeres de Psicología Feminista con apoyo de la Consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía. De una muestra de 400 menores asesinados a manos de sus padres o parejas de sus madres, el estudio ha identificado que 50 se corresponden con la llamada violencia vicaria, un término acuñado por la psicóloga Sonia Vaccaro, autora principal del análisis. “Es una modalidad de violencia de género que toma a las hijas e hijos como objeto para continuar el maltrato y la violencia sobre la mujer”, describe.
El estudio ha radiografiado las principales características de los agresores y circunstancias en las que se han producido los crímenes: el 72% tienen entre 30 y 50 años y más de la mitad, un 58%, no tiene antecedentes penales frente al 26% que sí (del resto no hay datos). De estos últimos, seis de cada diez son por delitos relacionados con la violencia machista. En el 60% de los casos hubo amenazas inmediatamente previas contra la mujer o los hijos. En uno de ellos, la mujer dice no haberlo escuchado directamente, pero la persona que les acompañaba para entregar al menor al padre lo escuchó decir “Despídete porque no lo verás más”. En cuanto a las víctimas, el 64% tenía menos de cinco años y el 27%, menos de diez.
Sobre el momento en el que se han producido estos asesinatos, el informe destaca que en un 44% de los casos, el agresor mató al menor en el régimen de visitas y en un 4% durante la custodia compartida. En el 18% durante alguna situación de la convivencia, generalmente cuando él estaba al cuidado de los hijos y la madre fuera de la casa y otro 18% durante o tras una pelea. En un 10% de los casos, el agresor incumple el régimen de visitas acordado para cometer el asesinato. Además, el 30% de los agresores se quitó la vida tras el crimen y el 18% lo intentó.
La no aceptación del divorcio como desencadenante
“Es la peor de las violencias de género, cuando el agresor decide hacer a la madre el peor de los daños, arrancarle la vida de su hijo y condenarla a seguir respirando”, ha trasladado la portavoz de la madre cuyo hijo de diez años fue asesinado el pasado domingo en Sueca. El caso ya figura en las estadísticas de menores asesinados, que ascienden a 47 desde 2013. Sin embargo, las autoras del estudio diferencian esta categoría de la violencia vicaria. “Son asesinatos en el marco de la violencia de género. No todos son violencia vicaria. Hemos estudiado uno a uno los 50 del análisis y en estos identificamos la conditio sine qua non de que quedaran claras las intenciones de dañar a la madre”, declara Vaccaro.
Según las investigadoras, la violencia vicaria se da cuando los maltratadores “no pueden acceder a la mujer para continuar con el poder y el control sobre ella”, bien porque se haya separado o porque haya medidas de protección. Por eso, “ejercen violencia sobre los hijos e hijas, a quienes toman como objetos, para dañarlas”.
El estudio también revela que, como es habitual en este tipo de violencia, la mayoría de las víctimas no habían denunciado previamente. Aunque en un 74% de los casos se identifican en las sentencias o en la hemeroteca que había una situación previa de violencia machista, solo el 24% había interpuesto denuncia. En diez de los 50 casos, se dio alerta de alguna manera a las autoridades del riesgo que estaban corriendo sus hijos o hijas. “En ninguno de los casos analizados se establecieron medidas de protección para las niñas o niños”, esgrime el informe, que incluye casos como el de Ángela González Carreño, por el que la ONU condenó a España, o el de Itziar Prats, por el que el Estado ha reconocido “un fallo global”.
El informe evalúa en cuántos de ellos la no aceptación del divorcio o la separación por parte del agresor podría ser una de las causas desencadenantes del hecho, algo que las investigadoras han encontrado en un 52% de los casos.
La investigación remarca que el asesinato de los menores es la manifestación más extrema de la violencia vicaria, pero no es la única y también puede ser dirigida contra otras personas del entorno o las mascotas. En uno de los casos de la muestra, de hecho, el agresor, además de matar al hijo de la víctima, asesinó a su madre y su padre; y en otro acabó con la vida de uno de sus hermanos. Por años, solo en 2007 y 2009 no se registró ningún caso, advierte el informe.
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